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2.3.1. LA INTEGRACIÓN DE NUEVAS CATEGORÍAS LÉXICAS

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La mayor parte de evidencia científica sobre cómo la lengua materna moldea los procesos cognitivos y el comportamiento proviene de estudios donde se investiga la percepción categórica de objetos, colores, emociones, etc., basado en los términos específicos utilizados en diferentes lenguas. Por ejemplo, en español usamos dos términos para diferenciar una copa de un vaso, mientras que en otras lenguas como en el inglés ambos objetos se clasifican bajo una misma palabra (glass). Del mismo modo, la palabra taza en español se refiere a dos categorías de objetos en inglés, cup y mug. La razón por la que los procesos de categorización han recibido especial atención en la comunidad científica proviene del hecho de que la habilidad de categorizar nuestro entorno es una de las funciones cognitivas más fundamentales para los humanos (Lakoff et al. 1987). Cada día de nuestras vidas nos encontramos con algo nuevo que no hemos visto anteriormente y para cada cosa nueva que nos encontramos nuestro cerebro automáticamente le asignará la categoría más representativa y por lo tanto su significado. La mayoría de las veces este proceso es completamente inconsciente. Por ejemplo, cada vez que vemos a un animal de cuatro patas ladrando y que no hemos visto anteriormente, no nos paramos a pensar qué animal es, sino que nuestro cerebro sin darnos cuenta los asigna a la categoría perro. De la misma forma cada vez que vemos una taza que no hemos visto anteriormente la asignamos a la categoría de tazas. Los ingleses, en cambio, la asignarán a la categoría mug o a la categoría cup en función de si las características de la taza que están viendo son más representativas de una categoría o de la otra. Asumiendo que el uso constante de estas dos palabras para diferenciar estos objetos cotidianos crea asociaciones neuronales que conectan las representaciones conceptuales mentales tanto con sistemas lingüísticos como con los sistemas perceptivos encargados de procesarlo, entonces no sería de extrañar que los ingleses percibieran estos objetos de forma distinta a los españoles. Un estudio reciente (Boutonnet et al. 2013), ha demostrado que de hecho los hablantes de inglés perciben los dos tipos de tazas de forma más distinta que los hablantes de español. No es que los españoles no puedan ver las diferencias si se les pregunta directamente, si no que el cerebro de los ingleses automáticamente, e incluso inconscientemente, percibe estos objetos como dos categorías distintas incrementando así las diferencias perceptivas entre ellos.

Siguiendo esta línea de investigación, pero centrándose más en la plasticidad del sistema cognitivo, Maier et al. (2014) pidieron a los participantes que aprendieran nuevas palabras para pares de objetos inventados y similares en forma. Algunas palabras se asociaron a dos objetos diferentes, formando así una misma categoría léxica, mientras que otras palabras se asociaron a otros objetos. Los resultados mostraron que un par de días después del entrenamiento, y con tan solo unos 45 minutos de aprendizaje, el cerebro de los participantes percibía los objetos de la misma categoría (una única palabra) más similares que los objetos asociados a una categoría distinta. Este estudio, por lo tanto, sugiere que el aprendizaje de nuevas categorías basadas en la adquisición de nuevo vocabulario puede llegar a integrarse con los sistemas perceptivos de forma casi inmediata (ver también, Rabovsky et al. 2012; Yu et al. 2017a; Yu et al. 2017b). Aunque este estudio demuestra la altísima plasticidad del sistema nervioso y cómo las representaciones mentales y el sistema perceptivo se ven influenciados por la adquisición de información lingüística, no se asemeja mucho al tipo de vocabulario adquirido durante el aprendizaje de segundas lenguas. Por ejemplo, durante el estudio, los participantes tenían que aprender nuevas palabras para objetos completamente inventados y poco representativos de objetos reales. Sin embargo, en el proceso de aprendizaje de una segunda lengua raramente se tienen que aprender objetos absolutamente nuevos o raros, sino más bien nuevas manera de categorizar los objetos de la vida diaria que ya conocemos o para los cuales ya tenemos una representación conceptual más o menos definida.

Uno de los estudios pioneros en observar cómo las diferencias entre las lenguas influyen en la percepción de categorías basadas en la terminología y cómo la exposición a una segunda lengua puede llegar a modificar la manera en la que percibimos categorías es el estudio de Thierry et al. (2009), y la subsecuente publicación de Athanasopoulos et al. (2010b). En estos dos estudios, los autores midieron la señal cerebral de monolingües ingleses y de bilingües griego-ingleses viviendo en el Reino Unido. Los participantes simplemente tenían que mirar a la pantalla mientras se les presentaba una serie de estímulos. Estos podían ser tanto círculos como rectángulos de color azul claro, azul oscuro, verde claro o verde oscuro. La tarea de los participantes era apretar un botón cada vez que se les presentaba un rectángulo, independientemente del color. De esta manera, la atención de los participantes se focalizaba en la forma de los estímulos independientemente del color. En cada uno de los bloques experimentales los círculos se presentaban con uno de los dos tonos de cada color (p. ej., verde oscuro) con un 70% de probabilidad, mientras que el otro tono (p. ej., verde claro) se presentaba con un 10% de probabilidad. Esta manipulación de las probabilidades de ocurrencia permite medir si el cerebro detecta de forma automática y pre-atencional un cambio en el estímulo presentado. Los autores predijeron que la existencia de dos términos básicos para el color azul claro (galhazio) y azul oscuro (ble) en los participantes de origen griego generaría una modulación de las ondas cerebrales en la ventana temporal del procesamiento asociada con la percepción de estímulos visuales (alrededor de los 100 milisegundos). Por otro lado, este mismo efecto no se debería observar en los participantes ingleses, ya que el inglés tiene un término básico para el azul (blue). Además, ninguno de los dos grupos debería mostrar un efecto perceptivo para el contraste de la condición control (color verde claro y verde oscuro), ya que en ambas lenguas se usa un único término básico (green en inglés y parsino en griego). Los resultados confirmaron sus hipótesis, pero no solo eso, sino que además el grupo de bilingües que llevaba más tiempo viviendo en el Reino Unido (aproximadamente dos años) mostró una sensibilidad perceptiva a los dos contrastes de azul similar a la de los ingleses, mientras que el grupo de bilingües que solo llevaba de promedio un semestre en el Reino Unido percibía los dos azules más diferentes (ver figura 1). Por lo tanto, este estudio, no solo muestra que la lengua materna afecta los procesos perceptivos, sino que el aprendizaje de una segunda lengua y su constante exposición va a modular los límites categóricos existentes y adquiridos durante años de experiencia con nuestra lengua materna.


Figura 1. Potenciales evocados relacionados con la presentación de los círculos coloreados frecuentes e infrecuentes. Los participantes griegos que llevaban menos tiempo en el Reino Unido (short-stay bilinguals) mostraron un vMMN mayor para las secuencias de azules comparado con los verdes. En cambio, los que llevaban más tiempo en el Reino Unido presentaron un vMMN más similar al de los nativos ingleses. Resultados extraídos del estudio de Athanasopoulos et al. (2010) con autorización de los autores.

Este estudio, por ende, corrobora que la percepción de categorías es un proceso altamente plástico que puede ser adquirido y reestructurado durante la vida, incluso de adultos, mediante el aprendizaje y el uso de los contrastes léxicos presentes en la lengua extranjera. Posteriormente, varios estudios han investigado si esta reestructuración de los procesos perceptivos visuales basados en el aprendizaje de vocabulario nuevo puede ser observado también con cortos períodos de entrenamiento y aprendizaje en el laboratorio (Zhou et al. 2010; Clifford et al. 2012; Zhong et al. 2015). Por ejemplo, Kwok et al. (2011) mostró que con un entrenamiento de cinco sesiones de media hora haciendo tareas de asociación entre palabras nuevas con subcontrastes de términos de colores existentes, ya se observan cambios estructurales en las áreas visuales encargadas en la percepción del color. Las mismas áreas visuales que previamente se han observado que se activan conjuntamente a áreas cerebrales del lenguaje durante el nombramiento de colores y categorías de objetos (Tan et al. 2008; Siok et al. 2009). Por lo tanto, estos estudios demuestran que la estructura anatómica y funcional del cerebro adulto humano es altamente plástica, cambiando rápidamente cuando aprendemos nuevos contrastes léxicos.

Aunque estos estudios científicos demuestran que el sistema cognitivo es altamente plástico, no hay que olvidar que el grado de plasticidad y de reestructuración que afectará al aprendizaje y consolidación de una segunda lengua, y más aún de una lengua extranjera, depende de varios factores. Por un lado, tenemos los factores ligados a los procesos madurativos cerebrales (p. ej., la plasticidad cerebral de los niños es mucho mayor que la de las personas mayores) que están directamente relacionados con los procesos evolutivos, como sería la edad en la que tenemos el primer contacto con la lengua extranjera, o la edad en la que se adquiere (p. ej., Boroditsky 2001; Kersten et al. 2010; Casaponsa et al. 2015). Por otro lado, tenemos factores relacionados con las capacidades cognitivas individuales implicadas en el proceso de aprendizaje e integración de información, como serían la inteligencia o la memoria de trabajo (Papagno y Vallar 1995; Kempe et al. 2010; López-Barroso et al. 2011; Casaponsa et al. 2015), las capacidades atencionales o las funciones ejecutivas en general. También, existen factores generales asociados con el proceso de aprendizaje, como serían, por ejemplo, el grado de exposición directa a la lengua extranjera, la duración y la intensidad de esta exposición y los ámbitos en los que se usa (Athanasopoulos et al. 2010a; Pavlenko y Malt 2011; Bylund y Athanasopoulos 2015a). Todos estos factores mencionados anteriormente están ampliamente estudiados con lo que no vamos a entrar en detalle en este capítulo. Sin embargo, uno de los factores a los que hasta hace poco no se solía prestar mucha importancia, tanto en la comunidad científica como en algunas editoriales educativas del aprendizaje de lenguas extranjeras, es la reconfiguración o recategorización conceptual de la primera lengua durante la adquisición y consolidación de una nueva lengua, y cómo esta va afectar en mayor o menor medida a todo el proceso de aprendizaje.

En los estudios presentados en esta sección hemos visto que, en el laboratorio, los participantes son capaces de adquirir nuevas categorías en base a la adquisición de nuevas palabras, reestructurando las conexiones entre las áreas visuales perceptivas y las lingüísticas en tan solo pocas horas de aprendizaje. Sin embargo, en el estudio con bilingües griego-ingleses explicado anteriormente, esta reestructuración no sucede hasta aproximadamente dos años de inmersión en un país de habla extranjera. Esta discrepancia entre los estudios suele atribuirse al tipo de aprendizaje utilizado para adquirir los nuevos contrastes léxicos (p. ej., exposición intensa y focalizada a una particularidad específica de la lengua), pero, además, hay que tener en cuenta qué tipo de fenómeno estamos exactamente observando. En la mayoría de estudios mencionados anteriormente, los participantes tienen que aprender a diferenciar entre dos objetos o colores que en la lengua materna se definen con un solo término. Es decir, los participantes tienen que aprender a categorizar conceptos u objetos de una lengua nueva de la misma manera que aprendemos a redefinir los límites categóricos de los conceptos cada vez que aprendemos una palabra nueva en nuestra lengua materna. En este sentido, cuando estamos aprendiendo una lengua extranjera hay que tener en cuenta que el aprendizaje de nuevas palabras y sus distinciones categórico-conceptuales se consolidarán mejor y más rápido si esto conlleva una expansión de una categoría ya existente. Por ejemplo, como ya se ha explicado, un inglés integrará mejor y más rápido los términos de copa y vaso (ambas glass en inglés) con sus respectivas representaciones conceptuales, que el término taza, el cual se refiere a dos representaciones conceptuales diferentes (cup y mug; ambas tazas en español) y que conlleva una contracción de las dos categorías existentes en la lengua materna. La razón la encontramos en la definición del sistema conceptual que se ha expuesto al inicio de este capítulo (ver apartado 2). Si entendemos que los conceptos son conjuntos celulares multimodales y multisensoriales, formados por redes de neuronas que se activan conjuntamente y de manera estable, entonces comprendemos que para el cerebro no es lo mismo remodelar las conexiones ya existentes para que la experiencia perceptiva visual del objeto sea más precisa, que dejar de activar unas conexiones existentes. Hablando en términos generales, cuando un ensamblaje de neuronas deja de activarse conjuntamente, hablamos de olvido. Olvidar es un proceso necesario, pero solo cuando es óptimo. Si las redes y ensamblajes neuronales no fueran estables y dejaran de estar funcionalmente conectadas cuando no se activan durante un período más o menos prolongado de tiempo, entonces cada vez que no utilizáramos una palabra concreta, o un concepto, o una estructura gramatical específica, la olvidaríamos constantemente y tendríamos que reaprenderla varias veces a lo largo de la vida.

En definitiva, el cerebro es altamente plástico cuando el proceso de aprendizaje implica crear nuevas conexiones de neuronas o redefinir de forma más específica y concreta las conexiones ya existentes, pero es altamente estable cuando el aprendizaje de conceptos de la lengua extranjera requiere que las conexiones existentes dejen de activarse conjuntamente. Por lo tanto, no es de extrañar que en el estudio de Athanasopoulos et al. (2010b) solo los bilingües que llevaban más años en un contexto inmerso de la lengua extranjera mostraron una reestructuración de la percepción categórica del contraste nativo galhazio (azul claro) y ble (azul oscuro). Cabe decir que todos los participantes de este estudio aprendieron inglés como lengua extranjera en la escuela, todos estaban estudiando en universidades del Reino Unido y eran altamente competentes en la lengua inglesa, pero solo aquellos que llevaban una mayor inmersión lingüística y, por lo tanto, un mayor desuso de la lengua nativa, mostraron una reestructuración del sistema cognitivo que asimilaba al de los ingleses nativos.

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