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Nix se sentó con la espalda recargada contra el torcido tronco de un pino Bristlecone que se erguía sobre el claro a cuarenta metros del barranco. Abrazó contra su pecho a la niña, que seguía llorando y gritando. Benny se preguntó si la pequeña no habría enloquecido. Aquellos alaridos eran martillantes resquebrajaduras en su propia cordura.

Lilah se sentó en cuclillas entre la hierba alta a unos cuatro metros y observó fijamente a la niña con unos ojos vacíos en los que revoloteaban algunas sombras de tristeza. Benny alguna vez había escuchado a Tom referirse a ese tipo de mirada como “la mirada de los mil metros”. Cuando Chong intentó sentarse a su lado, Lilah sacó su cuchillo y lo encajó en el suelo entre los dos.

—Puedo ver que necesitas un momento de silencio —dijo él, y rápidamente se escabulló.

Poco a poco el tono tranquilizador y el abrazo reconfortante de Nix obraron su magia en la niña, y la pequeña se calmó hasta sólo emitir resoplidos. Nix le acariciaba el cabello.

—Cariño… ¿puedes decirme tu nombre? —le preguntó.

—E-E-E… —la niña trataba de decirlo, pero cada vez que lo intentaba, le daba hipo y sollozaba—. Eve —consiguió decir finalmente. Diminutas lágrimas como joyas lanzaban destellos en su rostro.

—Muy bien, Eve —dijo Nix con una voz que a Benny le recordó la de su madre. Suave, tranquilizadora y llena de certidumbre sobre lo que fuera que pasara a continuación. Una voz de padre—. ¿De dónde vienes?

Eve la miró con sus enormes ojos y después miró por encima de su hombro, como si pudiera ver sus propios recuerdos. Sus palabras salieron apresuradamente.

—Estaba persiguiendo a Ry-Ry, y me perdí porque había ángeles en el bosque, y de pronto la gente gris estaba ahí y corrí más y tropecé y me caí. ¿Dónde está mi maaaaamiiii?

Nix volvió a acercársela al pecho y el rostro de la niña desapareció bajo un remolino de rizos rojos.

—Shhh, tranquila, Eve. Todo va a estar bien. Vamos a encontrar a tu mami.

Benny miró a la niña acurrucada en los cálidos brazos de Nix. Él estaba mucho menos seguro de eso.

No estaba seguro de nada. Pensó en la cantidad de zoms que habían surgido del bosque.

No olvides la primera regla sobre Ruina, susurró la voz de Tom. Aquí afuera todo quiere matarte.

Benny cerró los ojos, e incluso ahora, lejos de la locura del barranco, no estaba para nada seguro de que la voz fuera un recuerdo o un fantasma.

O algo peor.

Por favor, que no sea yo, pensó Benny. Por favor, que no me esté volviendo loco.

El sol brillaba y las aves cantaban en los árboles y Benny hizo un gran esfuerzo para no gritar.

Carne y hueso

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