Читать книгу Carne y hueso - Jonathan Maberry - Страница 21
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En un tono bajo, de manera que sólo Benny pudiera escucharlo, Chong murmuró:
—Qué día, ¿eh?
Benny se sobresaltó, y Chong le dedicó una mirada perpleja.
—¿Por qué estás tan nervioso?
Por un momento, Benny se preguntó si Chong podía leerle el pensamiento.
—Lo siento —dijo Benny cuando estuvo seguro de que sus palabras no saldrían ahogadas y enredadas—. Sí. Un día extraño.
Chong miró de reojo a Lilah y suspiró levemente.
—¿Sabes?, creo que me gustaba más estar en ese agujero. Lo único que los zoms querían hacer conmigo era comerme. Me parece que Lilah disfrutaría desollándome vivo.
Benny siguió su mirada y sonrió a medias.
—No eres tú, hombre.
—¿Qué?
—No está enojada contigo. Quiero decir, sí lo está… pero no más que de costumbre.
—Me caí allá, y tú sabes cómo se pone con ese asunto de que yo sea un torpe chico de pueblo y… —comenzó a decir Chong, pero Benny lo interrumpió.
—Es la niña. Creo que… se parece a Annie.
Chong hizo una mueca de dolor como si Benny le hubiera dado un puñetazo en la barriga.
—Oh, diablos…
—Sí.
Benny entendía el dolor de Lilah. Él y Tom habían aquietado a los zombis que alguna vez fueron sus padres. Pero Tom le había ayudado a superar el momento; y después, cuando éste falleció, Benny no había tenido que sufrir el horror de aquietar a su hermano. Tom no se reanimó. Sin embargo, Lilah había estado completamente sola con Annie. No tuvo un hermano mayor que la ayudara a sobrellevarlo. Benny era lo suficientemente sabio para entender que, sin importar lo malas que fueran sus propias experiencias, había algunas personas que las habían tenido peores.
Como si leyera sus pensamientos, Chong añadió:
—Daría cualquier cosa, ¿sabes? Para hacer que fuera distinto para ella.
—Sí, hombre. Lo sé.
Era algo que Benny comprendía profundamente, y se preguntó si había algo que él no daría para cambiar algunas de las cosas que habían sucedido. Por la madre de Nix. Por Nix misma. Por Tom.
Por sus padres.
Él y Chong anduvieron sin rumbo por sus respectivos corredores silenciosos de dolor personal mientras el sol recorría quemante el intenso cielo azul. Un par de monos araña parloteaba en los árboles. Benny los observó porque era más fácil que observar a Eve, quien seguía sollozando en los brazos de Nix. Suspiró, sintiéndose inmensamente inútil.
En el pueblo siempre había alguien para ayudar con los niños. Todo el pueblo cuidaba de los hijos de todos. Así había sido siempre, al menos en la experiencia de Benny. Nunca nadie habría dejado que un niño pequeño deambulara solo.
Nix seguía acariciando el cabello de la pequeña y murmurando palabras que Benny no alcanzaba a escuchar.
Eve era una niñita. Cinco años de edad. Indefensa.
Indefensa como había sido Annie.
Benny sintió el peso de la espada que colgaba de su hombro. El sable de Tom. Ahora suyo. Uno que casi había perdido.
Su rostro se sonrojó al pensar cómo Nix lo había echado del barranco y cómo Lilah había recuperado la espada. Eso estaba mal. No era la manera en que se suponía que las cosas tenían que funcionar.
Se sintió observado y volteó para descubrir que Chong lo miraba inquisitivamente.
—¿Qué? —preguntó Benny.
—¿En qué piensas? Parece como si le estuvieras dando vueltas a una idea.
—Nada —respondió Benny.
Chong suspiró.
—De hecho hay algo —aventuró Benny titubeante.
—¿Qué cosa?
—Cuando estaba en el barranco, me pareció escuchar algo.
—¿Como el sonido de ti mismo orinándote en los pantalones?
—Que gracioso… Como un motor, como el generador de manivela del hospital. ¿Ustedes… ustedes lo escucharon?
Chong negó con la cabeza.
—Yo no. Estaba dormido —entonces, sin quererlo, dijo algo muy poco amable—. Tal vez lo imaginaste. Ya sabes, el estrés y todo eso.
Benny se quedó mirando al frente y durante un momento no vio nada, excepto sombras que vagaban por el interior de su mente.
—Sí —dijo muy quedo—, loco, ¿eh?
Nix abrazaba a Eve y le besaba el cabello. Entonces la animó a beber de una cantimplora. Finalmente, la chica buscó la mirada del chico y asintió levemente.
Benny y Chong se aproximaron, pero no se sentaron demasiado cerca, advertidos por un rápido destello en los ojos de Nix. Benny se sentó con las piernas cruzadas al lado de Chong y esperó, mientras Eve los miraba tímidamente desde la protección de los brazos de Nix.
—¿Eve…? —comenzó a decir ésta con suavidad.
—¿Mmmm? —contestó la pequeña con una vocecita.
—¿Vives por aquí?
Eve se sorbió la nariz y sacudió la cabeza.
—Ellos nos persiguieron y… tuvimos que huir.
Auch, pensó Benny.
—¿Con quién huiste? —preguntó Nix. No era necesario preguntar de quién.
—Mami y papi y Ry-Ry y yo, tuvimos que huir porque los ángeles vinieron y prendieron fuego a los árboles, y entonces la gente gris atravesó la cerca y se comió todos los borregos y las vacas y trataron de comerse a… —de pronto se detuvo y miró alrededor. Sus ojos se llenaron nuevamente de lágrimas—. ¿Dónde está mi mami?
—Shhh, shhh, calma, todo está bien —la tranquilizó Nix—, vamos a encontrarla.
Benny estaba maravillado con la paciencia de Nix. Por más empatía que sintiera por Eve, él no podía soportar las lágrimas, el llanto, el pánico que emanaba de la niña. Lo hacían querer gritar y correr y golpear cosas. Cosas muertas. O… lo que fuera. Árboles, una pared de roca. Sus puños se habían cerrado con fuerza y todo su cuerpo estaba rígido, tenso por una posible nueva ola de llanto.
—Cariño —le dijo Nix a Eve—, ¿dónde estaba tu mami la última vez que la viste?
El rostro de Eve se volvió inexpresivo mientras reflexionaba en ello. Miró por encima del hombro de Nix hacia la cuesta que se elevaba sobre la irregular boca del barranco, después volteó y examinó todo el terreno.
—Yo estaba jugando en el arroyo —dijo—. Mi mami estaba lavando la ropa. Y Ry-Ry estaba preparando el desayuno y…
Benny asintió. Se inclinó hacia el frente y dijo:
—Eve… ¿tu mamá tiene el cabello negro?
Eve parpadeó como una tortuga confundida.
—No. Mi mami tiene el cabello amarillo —lo dijo como si todo el mundo lo supiera.
Chong se inclinó hacia él y susurró:
—¿Por qué preguntas eso?
Benny se encogió de hombros.
—Probablemente no sea nada. Me pareció ver a una mujer en el bosque justo antes de que los zoms comenzaran a seguirme.
—¿Estaba…? —empezó Chong, pero calló el resto.
—Me pareció que sí —dijo Benny—, pero los zoms no la atacaban.
—¿Cadaverina? —sugirió Chong.
—Puede ser. No lo sé, todo pasó tan rápido.
Chong asintió tristemente. Ambos recordaban la advertencia de Tom sobre los extraños. “Un zom recientemente reanimado no ha tenido tiempo de descomponerse, así que parecerá una persona viva hasta el momento en que te arranque un pedazo a mordidas.”
—¿Dónde estaba tu campamento? —preguntó Nix a la niñita.
—No sé. Cuando la gente gris trató de atraparme, yo corrí y corrí. Tenemos que encontrar a mami y papi y Ry-Ry.
—¿Quién es Ry-Ry?
—Una niña —dijo Eve, como si eso fuera obvio para todos—. Ella nos estaba llevando a un nuevo hogar donde pudiéramos estar a salvo de la gente gris y de los ángeles.
Lilah se levantó abruptamente.
—Voy a buscarlos —dijo, y se fue a preparar el equipo para una cacería.
—¿Adónde va la señora de la lanza? —preguntó Eve.
—Ella es una cazadora muy buena —dijo Nix—. Va a encontrar a tu mami y a los otros.
—¿Qué hay de la gente gris? —preguntó Eve llena de horror—. ¡La van a atrapar!
Nix sonrió.
—No, querida. La gente gris no atrapará a Lilah. Ella es muy lista y bastante fuerte, y ha aquietado a muchos de ellos.
—¿Aquietado?
—Los ha puesto a dormir.
—¿A fingir que duermen o a dormir para siempre?
—Mmmm… a dormir para siempre —le aseguró Nix.
Chong volvió a inclinarse hacia Benny.
—Esto es fascinante —dijo en voz baja—. Si hay otros asentamientos aquí afuera, entonces probablemente serán como solían ser las islas o los países distantes en los días anteriores a que el mundo fuera mapeado. Tan aislados que sus propias expresiones y referencias, toda la jerga y el argot que hemos usado desde la Primera Noche serán distintos.
—Pero… los monjes de estación de paso viajan por todos lados, ¿no?
Chong se encogió de hombros.
—Por supuesto. Como los monjes irlandeses durante la Edad Media o los Jesuitas algunos siglos después. Los Shaolin también lo hicieron en China. Viajaban, registraban, difundían información y creaban vínculos entre los estudiosos. Todo un tema, eso de los monjes viajeros.
—Aunque los monjes de estación de paso no viajan para difundir su religión.
—No todos los monjes o sacerdotes son misioneros, Benny. Algunos eran académicos o historiadores. Sin embargo, por más sorprendente que sea, tienes razón en una cosa. Si encontramos a gente que use la misma jerga post-Primera Noche, será probablemente a causa de los monjes.
—Cielos, Enciclopedia Chong. Gracias por darme crédito.
—Es un pequeño crédito. Disfrútalo.
Benny le dio un codazo en las costillas, pero lo hizo discretamente. No quería asustar a la niña.