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La contradicción femenina
ОглавлениеTuristas
Chile, 2009
De Alicia Scherson
Con Aline Küppenheim, Diego Noguera, Marcelo Alonso
En Turistas, opus 2 de la ascendente autora completa chilena de 35 años Alicia Scherson (tras el campanazo de Play, 2004, y antes de adaptar una novela de su paisano Roberto Bolaño), la titubeante bioquímica santiaguina aún atractiva a los 37 años Carla (Aline Küppenheim) causa con la noticia de la unilateral interrupción de su embarazo antes deseado una dolorosa decepción a su pareja el barbudo macho llorón Joel (Marcelo Alonso) que en revancha la deja botada a media carretera cuando se baje a orinar, por lo que ella deberá continuar de aventón o como pueda su camino hacia el esplendoroso parque nacional Siete Tazas, sólo flanqueada por el veinteañero noruego errante peloncito casi albino Ulrik (Diego Noguera) con serios problemas de identidad sexual (y de la otra), asentándose en un campamento, donde estarán corporalmente cada vez más juntos, disfrutarán de las maravillas de la naturaleza, trabarán solidaria amistad con el frágil excantautor vuelto guardaparques autoexiliado del mundo Orlando (Pablo Ausensi) y con la gente del albergue Casa Mecha, enfrentarán la golpeadora homofobia dominante y se bañarán promiscuamente con lodo en las termas de la cumbre alpina, antes de que ella descubra desengañada la identidad secreta de su joven amigo (un simple Miguel chileno fingiendo acento extranjero) pero incluso así, rehusando reconciliarse con su arrepentido esposo, preferirá retornar al lado del chavo a la capital. La contradicción femenina reclama, en palabras de la propia realizadora, el derecho de la mujer a sus márgenes de duda, a equivocarse (hasta con la nacionalidad del chavo mochilero), a contradecirse flagrantemente, a la indecisión como cualquier ser humano, al necio desdecirse, a la satanizada veleidad (la donna è mòbile ¿y qué?), a decidir preñarse y abortar por sus pistolas, a dar palos de ciego volitivo, a decir un sí y actuar un no simbolizados por divergentes primas que no obstante portan el mismo nombre de Susana, a divagar y alimentarse de las experiencias imprevistas en el recorrido humano. La contradicción femenina se apoya en un minimalismo dramatúrgico muy laxo, con equilibrada fotografía archiluminosa de Ricardo DeAngelis en inagotables gamas de ocres refulgentes, un verdadero museo ecológico viviente a base de la máxima diversidad de árboles frondosos y bichos feraces, fogatas líricas, sugerentes diálogos parcos y mudos detalles irónicos (esa foto inicial de los turistas con la naranjera del camino). Y la contradicción femenina logra situar su fábula-excipiente con toda tranquilidad, antiejemplar y antiedificante, en las antípodas de tema del viaje iniciático tan de moda en el mejor cine mexicano actual (Viaje redondo de Gerardo Tort, 2008; Alamar de Pedro González-Rubio, 2010; Vete más lejos, Alicia de Elisa Miller, 2010; Un mundo secreto de Gabriel Mariño, 2011, y las que se junten esta semana), pues al término de su experiencia turística (que no viajera) el acompañante se esfuma en la estacón ferroviaria sin dejar sus señas y la realidad de la heroína vuelve a tornarse tan desenfocada / difuminada / borrosa como al principio de su travesía enajenada.