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Fundadores y representantes

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¿Podrías ofrecer tres o cuatro nombres fundamentales de nuestra tradición literaria infantil?

Claro que sí: Francisco Izquierdo Ríos, Carlota Carvallo de Núñez, Abraham Arias Larreta, Julio Garrido Malaver y Luis Valle Goicochea…

¿Qué los hace tan valiosos?

Izquierdo es aleccionador sin didactismos; Carlota es una maga de los personajes, Arias inventa el juego de las palabras, Garrido es confidencial y celebratorio, y Valle Goicochea nos descubre desde el hogar nuestra sensibilidad…; en todos ellos palpita a flor de piel el niño o niña que tenemos muy adentro.

Al margen de las discrepancias de contenido que suscita Juguetes de Alida Elguera, ¿puede considerarse el primer libro para niños publicado en el Perú? ¿Por qué?

Conocí personalmente a Alida Elguera gracias a los datos proporcionados por Catalina Recavarren. En parte, debo precisar que en la ponencia que desarrollé durante el Primer Encuentro de Escritores de Literatura Infantil, en 1982, afirmé que Juguetes era el libro de apertura de la literatura infantil en el país. Asimismo, declaré no compartir totalmente el contenido de los cuentos, cuyo hilo invisible es la Navidad presentada en pasajes diferentes y a veces arbitrarios, pero se trataba de una obra inicial que apareció en 1929 y fue reimpresa en 1958 y 1978.

¿Cuál sería entonces el libro fundacional de nuestra literatura infantil? ¿Una figura tan zarandeada como Ricardo Palma no merece una revisión? ¿Opinas que ha envejecido su mirada y su estilo, o que puede leerse con provecho en la escuela?

Futuras investigaciones me aclaran que El Palma de la Juventud de Ricardo Palma, quien desde 1883 tenía escrito el “Preludio” que encabezaría una colección de tradiciones infantiles, solicitadas por el diario La Prensa de Buenos Aires, recién aparecen impresas en 1921. En este sentido, Palma es el fundador de este género, no solo por el aspecto cronológico, sino que dentro de las características de la literatura infantil encontramos que deben de predominar las descripciones claras y breves; los diálogos ágiles, elaborados con frases que trasmitan pensamientos completos en pocas palabras; la acción ininterrumpida que mueva a la curiosidad, a toda la imaginería posible y al humor. Bien podríamos estar refiriéndonos a algunas de las características más elementales y saltantes de la tradición. Palma es un clásico y tiene el privilegio de no envejecer.

¿No consideras que Valdelomar representa el punto de inicio de nuestra literatura infantil republicana? Sus cuentos se anticipan a los de Alida Elguera y Vallejo, incluso a los poemas de Vallecito y Arias Larreta.

Creo que el aporte decisivo de Valdelomar a la literatura infantil y juvenil peruana e hispanoamericana está en su narrativa, donde destacan nítidamente tres cuentos: “El caballero Carmelo” (ganador de un premio en 1913), “El vuelo de los cóndores” y “El hipocampo de oro”. Son tres personajes que desarrolla: un gallo llamado Carmelo, una niña Miss Orquídea y el caballito de mar con su interlocutora, la señora Glicina. A la preciosa descripción del paisaje, Valdelomar convoca voces que vienen del pueblo humilde, del hogar austero pero esperanzado y una voz dulce pero a su vez terrible. Una voz que discurre serena, pero que nos estremece por su poder de evocación.

Son cuentos nostálgicos de su propia infancia…

Es verdad. Es la voz que rememora el oasis de su aldea y también el camino desértico y pedregoso de la costa. No me cabe la menor duda de que él se aferró a su infancia hasta convertirse en un niño eterno y contemplativo. Sin embargo, no es suficiente para considerarlo el representante primigenio de este género. Por la densidad y conjunto de su obra, Palma, repito, es el indiscutible fundador de la literatura infantil y juvenil en nuestro país.

La Primer Nueva Crónica y Buen Gobierno de Guamán Poma de Ayala fue escrita hacía 1615 y es en mi opinión, un portento de nuestra cultura. Una mezcla de discurso, iconografía y cosmovisión batalladora por una noción de peruanidad. ¿Qué lugar crees le corresponde a la obra de Guamán Poma en nuestra literatura infantil?

Estoy plenamente de acuerdo contigo, la Nueva Crónica no solo es la confluencia de la imagen y la palabra o el discurrir de la historia que implica valoraciones con objetividad, sino también el doloroso y fructífero encuentro entre Occidente y las civilizaciones andinas, donde aparece toda la sabiduría de la tradición oral de la época. Esto es lo que habría que adaptar a la literatura infantil. Basadre decía que toda historia verdadera es historia del presente; es decir, la historia que tenemos ahora que revisar para que no vuelva a repetirse. Los niños y los jóvenes, felizmente, no están exentos de esta tarea crítica y creativa.

¿En qué sentido las crónicas de la Conquista y de la Colonia pueden constituir un material de lectura en las escuelas e incluso una base para la recreación de nuestra literatura infantil?

En las crónicas de la Conquista y la Colonia se encuentra la materia prima que los docentes deben aprovechar para iniciar a los niños en el itinerario de conocimiento de nuestro país, y paralelamente descubrir toda esa mitología ancestral que surge con extraordinaria naturalidad. La labor que realizaron los cronistas pertenece a un género literario singular que debería ser fuente de inspiración para los escritores de literatura infantil y juvenil. No neguemos el valor educativo de las crónicas, muy por el contrario, hay que rescatar de ellas las lecciones aún ocultas para que puedan, al más corto plazo, ser celebradas por los estudiantes.

¿Te parecería un acierto la adaptación de las crónicas?

Como ha señalado en su oportunidad Marc Soriano (2005), creo que la adaptación significa someter el texto a una cantidad de modificaciones que lo convierten en un producto acorde con los intereses y el grado de comprensión de los menores.

Sabes, sin embargo, que las adaptaciones tienen sus detractores.

Muchas veces me he preguntado si habrá que dejar que los niños entren a la vida con un bagaje que los ignora, correr el riesgo de que jamás conozcan los hechos que sustentan su identidad. En este sentido, la adaptación aparece como una necesidad histórica.

¿Crees que nuestra tradición de literatura juvenil es menos desarrollada? ¿Quiénes son los autores más destacados?

En efecto, la literatura juvenil es más reciente y por eso no ha sido atendida en su real magnitud. Por ejemplo, tenemos a Rutsi, el pequeño alucinado (1947), de Carlota Carvallo; Templado (2004), de Jorge Eslava; En la tierra de los árboles (1952), de Francisco Izquierdo; o Sueño y verdad de América (1969), de Ciro Alegría; pero hay un autor que destaca con nitidez, me refiero a Carlos Villanes Cairo (Junín, 1945), quien cuenta con más de una veintena de títulos y es un best seller en Europa.

¿Y Óscar Colchado?

Óscar Colchado es fundamentalmente un excelente narrador, cuyo personaje “Cholito” se ha convertido en un clásico en nuestra literatura infantil. Su principal aporte es haber incorporado el cuento popular, los mitos, las leyendas, creencias y tradiciones de sabor ancestral a nuestra literatura infantil y Adriana Alarco, cuya obra teatral ha merecido justos premios y traducciones, es la autora más prolífica del género, pero aún su obra no ha logrado la audiencia mayor que se merece.

A propósito de la obra de Adriana Alarco, ¿a qué atribuyes el escaso desarrollo del teatro infantil en nuestro país? Conozco pocos montajes y obras publicadas, pese a los beneficios formativos que siempre se le ha atribuido a este género.

En mi guía de autores y libros de literatura infantil y juvenil del país encontramos alrededor de medio centenar de obras publicadas en este género, dentro de los que destacan las obras de Abraham Arias Larreta, Ismael Contreras, Jorge Díaz Herrera, Sara Jofré, Alberto Mego, Ernesto Ráez, César Vega Herrera, Lorenzo Zavala y Omar Zilbert. Sin embargo hoy prácticamente no hay dramaturgos como no hay auditorios, ni escenografía, ni música… ni todo aquello que concierne al teatro. Sucede también que este género que tanto éxito tuvo en las escuelas ha desaparecido de las aulas y cada vez se habla menos de teatro infantil… Es una lástima que el Ministerio de Cultura no lo promueva.

Paisaje de la mañana

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