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Los vasos comunicantes

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También ha habido una legión admirable de ilustradores y, sobre todo, ilustradoras, ¿podrías recordar los nombres más relevantes?

Ellos y ellas surgen a medida que se impulsa la literatura infantil y se convierte en un fenómeno editorial. Del setenta hacia atrás casi no existen libros infantiles ilustrados con gusto y calidad. Es cierto que la imagen juega un rol fundamental y que hay un gran complemento entre literatura e imagen, que permite apreciar la excelencia de las historias. Puedo destacar los nombres de quienes prácticamente se iniciaron con nosotros: Jesús Rojas, José Alcalde, Percy Gavilán, Blanca Santander, Nobuko Tadokoro, Gredna Landolt, Maruja García, Olga Flores, Consuelo Amat y León, y Leonel Pantigoso. Otros que ya figuraban en escena de manera solitaria eran Francisco Izquierdo López, Víctor Escalante y la excelente Charo Núñez.

¿Qué lugar le das a lo que llamo “las fronteras de la literatura infantil”, como el cine y el cómic? ¿Enriquecen o entorpecen la creación y difusión de la escritura y lectura de la literatura?

Lo que ocurre con el cine y el cómic —nacidos a fines del siglo XIX en occidente y convertidos en hijos de la revolución de los medios masivos de comunicación—, como también la televisión, es que han demandado atención por las actitudes y los valores en niños y jóvenes. Hay muchos estudios de los procesos de alienación y dependencia cultural al respecto. Se ha hablado y escrito sobre esto, sea con serenidad, irritación o desesperación.

¿Y tú dónde te ubicas?

Yo opto por la reflexión y ser positivo no solo en el estudio de la atracción que indudablemente ejercen, sino en ver qué hay detrás del gozo de los niños y jóvenes por estos medios. Permíteme citar a Italo Calvino: “quizás en el futuro, habrá otras maneras de leer que nosotros no imaginamos. Me parece que es un error desdeñar toda novedad tecnológica en nombre de los valores humanísticos en peligro. Pienso que cualquier medio de comunicación y difusión de las palabras, de las imágenes y de los sonidos puede fomentar nuevos desarrollos creativos, nuevas formas de expresión…” (Como se citó en Neveleff, 1995). Suscribo plenamente esta reflexión.

Con relación a los encuentros que organizaba la APLIJ, a partir de la década del ochenta, ¿cómo los recibían los maestros de escuela en provincias?

Es en 1982, cuando se realizó en Lima el “I Encuentro Nacional de Escritores de Literatura Infantil”, que se aprecia una plena participación, así como un mayor interés por todo lo que se relaciona a la infancia y su literatura. Desde entonces se han celebrado algo más de treinta encuentros nacionales y dos congresos en lugares distintos del país, congregándose a nuevos escritores y, asimismo, redescubriendo una realidad precaria y heterogénea que es la que afrontan muchos niños en el país.

¿Cuál fue el primer encuentro realizado en provincia?

En 1983, el encuentro en Cajamarca, que abrió definitivamente las puertas a un público plural que esperaba atento ser convocado, y entre ellos, en primera fila, los maestros de escuela no tardaron en hacerse presentes.

Por último, ¿te produce alguna desazón que no se valore la labor que ustedes desarrollaron?

La APLIJ no ha contado ni cuenta con ningún tipo de apoyo gubernamental y así inició una acción inédita en el contexto cultural del país. Si esto es reconocido o no por la burocracia que maneja la cultura en nuestro país, es otro asunto; si los diarios, por ejemplo, no se preocupan o no les interesa dedicarle un espacio a los encuentros de la APLIJ, que son realmente sorprendentes y aleccionadores, ¿quién se pierde la opción de hacer cultura? Aún más, a los medios de comunicación les interesa muy poco lo que esté vinculado al arte, la literatura y la cultura en general de los infantes. Personalmente, y estoy seguro que pasa lo mismo con muchos colegas del país, si bien nos preocupa la actitud gubernamental, esto no impide que redoblemos esfuerzos por continuar en la brega y hacernos escuchar.


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