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El lenguaje literario
ОглавлениеEl lenguaje literario entreteje los hilos más variados de la palabra oral o escrita —provenientes de la ciencia, el academicismo o la jerga callejera—, con la finalidad de configurar un discurso complejo que produzca sentidos y sensaciones intensas en sus receptores. Cumple, por lo tanto, una función importante en la sociedad y la historia de la humanidad. Mencionaremos alguno de sus rasgos:
• Lo que identifica a la literatura es el lenguaje como forma singular de expresión —esa sensación de ambigüedad y extrañamiento que experimente el lector—, no por las buenas intenciones ni los valores morales del autor.
• Es un discurso ficcional; es decir, no refleja ni copia la realidad sino que funda su propia realidad merced a las palabras.
• Como ficción, la literatura instaura universos posibles con su propia lógica. Deben ser espacios coherentes y verosímiles, no veraces.
• Es el concepto de verosimilitud lo que establece una relación comunicativa con el lector; a este vínculo entre emisor del texto y receptor lo denomina pacto ficcional.
• El pacto ficcional se rompe si emisor o receptor incumplen un “misterioso” acuerdo: de un lado escribir defectuosamente y de otro lado leer o escuchar sin obedecer las leyes internas de la ficción.
• Es un discurso connotativo; posee una carga de sentidos e interpretaciones que exceden el significado recto de las palabras. No concierne a una señal de tránsito ni a un cartel en la puerta de los servicios higiénicos, sino todo lo contrario: empeña su naturaleza en hacerse ambiguo y esta condición amplía sus significados.
• Como derivado del punto anterior, es un discurso multívoco y polisémico, pues sus resonancias interpretativas y su capacidad significativa despiertan diversas posibilidades de lectura. No sentimos acaso cierto deleite cuando encontramos en una canción o en una película más significados que los que perciben los demás? Comentamos con satisfacción nuestros hallazgos, percibidos por la cultura o la sensibilidad que hemos educado. Pero necesitamos de un texto complejo y profundo para “descubrir” en él mensajes ocultos; por eso una lectura atenta de una gran obra —pensemos en un cuento de Arguedas o en un poema de Eguren—, nos ofrece inagotables interpretaciones que ahonda su trascendencia.
• Los elementos constitutivos de un texto establecen un tejido de relaciones internas y también ajenas, tomadas de otros textos o lenguajes. En el primer caso se denomina autorreferencial y el segundo intertextual; en ambos amplía la dimensión del texto.
• La literatura es además autorreflexiva, pues posee la capacidad de contemplarse y especular sobre ella. Facultad que da origen a su evolución e, incluso, a sus rupturas formales y de contenido. En las últimas décadas se habla de la metaficción como una forma artística referida a los temas y los mecanismos de la ficción. Su propósito es, dentro del mismo texto, hacer consciente al lector de que está ante una obra de ficción con todas sus implicancias creativas. Algunos ejemplos clásicos son el cuento “Continuidad de los parques” de Julio Cortázar; el film La noche americana de François Truffaut; el poema “Para hacer el retrato de un pájaro” de Jacques Prévert. Cada propuesta, en su género, problematiza diversas aristas del trabajo creativo. No olvidar que, por encima de todo, la literatura es un objeto estético.
Ahora traslademos todos estos componentes de la gran literatura por la alquimia del alma infantil; atendamos a sus inquietudes naturales y su comprensión lingüística, pongamos una buena dosis de humor y toda la exigencia de su curiosidad y estaremos merodeando como el lobo feroz por el bosque de la literatura infantil.
Recordemos las palabras de Christine Nöstlinger, notable escritora alemana y Premio Hans Christian Andersen 1984: “La literatura infantil no es una pastilla pedagógica envuelta en papel de letras, sino literatura; es decir, un mundo transformado en lenguaje” (Mora, 1993).