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Con Dora Véliz, promotora de Santillana

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En noviembre de 1981 se fundó la empresa Técnicas Educativas Peruanas —primer nombre que tuvo la Editorial Santillana en nuestro país— y empezó a funcionar en una hermosa casa de la calle Teruel del distrito de Miraflores. Era una casa de estilo campestre inglés: techos altos a dos aguas, grandes vigas visibles, pavimento de pino Oregón y luminosas mamparas. La visité muchas veces, pues colaboré en la redacción de algunos de sus libros de textos para colegio. Tanto las enciclopedias como las antologías de lectura eran producidas con gran dedicación y buen gusto. Recuerdo especialmente los libros de lectura como Saltamontes o Picaflor, que eran elaborados por un magnífico equipo de educadoras, literatas e ilustradoras —sobresalía el género femenino— (es justo destacar que el grupo era liderado por el educador Rolando Andrade); y cuya aparición coincidió con mis años de profesor primario. Con el ánimo de reconstruir aquellos años, busqué a Dora Véliz Alva, quien ingresó como promotora de textos escolares dos años después de que se constituyera Técnicas Educativas Peruanas, y actualmente ocupa el cargo de jefa de investigación y desarrollo de Santillana. Ella me atendió con suma simpatía y sencillez.

Voy a pedirte una experiencia mágica de la memoria: retrocedamos en el tiempo hasta los setentas. ¿Cómo recuerdas el paisaje de la lectura y, en particular, de la lectura escolar en nuestra sociedad?

Considero los periódicos, las revistas y los libros como los protagonistas infaltables del paisaje cultural de nuestra sociedad. Paisaje que cobra vida gracias al ejercicio de la lectura. En ese contexto, la escuela en el Perú destinaba en el clásico horario escolar las llamadas “Horas de lectura”, con la finalidad de que los maestros ejercitaran con sus alumnos la lectura sin presiones ni exigencias académicas. Era un placer leer con aquellos “Libros de lectura”, que eran principalmente antologías preparadas por las editoriales que circulaban en el momento y que el profesor solicitaba al inicio del año.

Incorpora en ese paisaje la presencia de Santillana, que inicia a principios de los años ochenta una ejemplar labor educativa y de formación lectora.

Santillana toma contacto con aquella realidad. Estudia a conciencia las necesidades e intereses de los lectores, los maestros y los planes educativos; luego de las consultas a los especialistas de nuestro equipo editorial —maestros, escritores, sicólogos, diseñadores, editores; todos peruanos—, se gestó la serie de lectura que tuvo una larga y muy grata vida. Después de más de treinta años, esa serie pertenece a nuestra historia de éxitos editoriales en la formación lectora de varias generaciones en el país.

¿Te refieres a los libros Picaflor, Amanecer, Cortaviento…?

Sí, esos libros fueron parte de nuestra serie de lectura y provocaron gran impacto entre niños y maestros. Además de los que has mencionado publicamos Arco Iris, Capulí y Saltamontes.

Títulos muy lindos…

Son nombres relacionados con la naturaleza y se caracterizaron por ofrecer un carácter antológico de autores nacionales y extranjeros.

Es verdad, traían lecturas de diversos géneros.

Además reunían textos completos o fragmentos de narrativa, poesía, drama, historia, historieta, relato oral, fábulas, mitos, etcétera. Y el diseño, la diagramación, las ilustraciones eran tan impactantes como motivadoras.

La casona que entonces tenía Santillana parecía sacada de un cuento de hadas. No parece casual que allí sugieran proyectos de libros y, sobre todo, naciera un plan de lectura…

La valoración y trascendencia que reconocimos en la lectura impulsó a Santillana a crear un programa integral cuyo propósito principal fue el desarrollo de la competencia lectora en los estudiantes. Analizamos estrategias, recursos e iniciativas que propiciaran su acercamiento a la lectura, con gusto e interés hasta lograr la formación del hábito lector. A este planteamiento innovador tuvimos la iniciativa de identificar como Plan Lector.

¿Recuerdas cuáles fueron los lineamientos primordiales?

Sí. En primer lugar trabajar a partir de la lectura de la obra completa, pasando del fragmento a la lectura de la obra total. Luego nos propusimos organizar el plan por etapas, inspirado en la psicología evolutiva: por edades determinadas de la vida, de modo que las obras sugeridas para cada etapa estuvieran relacionadas intencional y directamente con cada una de ellas. Era también importante la variedad y calidad de los libros propuestos para cada rango de edad, para asegurar una experiencia única por “el placer de leer”, así como inspiradora de valores e iniciativas positivas.

¿Buscando generar un pensamiento crítico en los estudiantes?

Efectivamente, el compromiso crítico es importante. Y nuestro plan se extiende a todo el proceso de la escolaridad, tratando de aprovechar las capacidades y habilidades de cada momento. No nos hemos detenido, pues el Plan Lector Santillana se ha ido enriqueciendo con una variedad de estrategias y recursos que lo convierten en una herramienta inacabada e inacabable.

Paisaje de la mañana

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