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ОглавлениеJosé de la Riva Agüero
Estudios de la Literatura Peruana: Carácter de la literatura del Perúindependiente. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú, 1962.
Consideraciones generales
La literatura peruana forma parte de la castellana
Esta es verdad inconclusa, desde que la lengua que hablamos y de que se sirven nuestros literatos es la castellana. La literatura del Perú, a partir de la Conquista, es literatura castellana provincial, ni más ni menos que la de las islas Canarias o la de Aragón o Murcia, por ejemplo, puesto que nada tiene que ver con la literatura, la dependencia o independencia política de la región donde se cultiva. La lengua constituye el único criterio, y no meramente exterior, como podría creerse, puesto que implica la forma, que es de importancia capital en el Arte, y de ordinario también (como entre nosotros) la influencia directa de la imitación y todo aquel heredero conjunto de reglas, procedimientos y direcciones, que se denomina tradición literaria. Las obras que se escribieron en Pérgamo, Alejandría y Antioquia, después del fraccionamiento del imperio macedónico, pertenecen a la literatura griega porque en idioma griego se compusieron; las obras de Boecio y de Venancio Fortunato, de San Gregorio el Magno, de San Isidoro y San Bernardo hasta de Erasmo y Ángel Policiano, pertenecen a la literatura latina, aunque fueron compuestas cuando ya no existía el imperio romano; lo que en lengua alemana se escribe en Viena o Innsbruck, Basilea o Berna, pertenece a la literatura alemana; lo que en lengua inglesa se escribe en Nueva York y Boston pertenece a la literatura inglesa; lo que en lengua francesa se escribe en Bruselas o Ginebra, pertenece a la literatura francesa; la literatura brasileña pertenece a la portuguesa; y todas las de la América española a la castellana. El lazo del habla común se eleva por encima de las divisiones políticas. Para que la literatura del Perú dejara de ser castellana, sería preciso que el castellano se corrompiera totalmente y se descompusiera en nuevos idiomas, y por fortuna, en el Perú (a pesar de nuestros numerosos provincialismos y a pesar de la inexplicable intransigencia, del tenaz empeño que la Academia pone en no admitirlos) aquella amenaza es muy remota.
(pp. 261-262)
La literatura del Perú es incipiente
Se encuentra en el periodo de formación; mejor dicho, de iniciación. De ahí proviene que abunden en ella los ensayos y las copias, y que prodigiosamente escaseen las obras definitivas, las de valor intrínseco y absoluto, desligado de la consideración del medio y de la época. Este carácter no es tampoco peculiar al Perú: se aplica a la literatura de toda la América Latina. Países nuevos, pobres, poco poblados, que han tenido existencia política tan inquieta y azarosa, en los cuales la profesión de literato suele no ofrecer porvenir ni recompensa alguna, mucho han hecho con producir a un Olmedo, a un Heredia y a un Bello: han superado con sus esfuerzos todas las expectativas, y han probado la bondad y excelencia de su genio, que alcanzó tamaños resultados en condiciones por demás desfavorables. Pero el ingenio no basta, si los restantes factores son hostiles, para constituir una gran literatura, y no se puede sostener que la hispano-americana lo sea. Se advierte en ella vacilación, inseguridad. Muchos e importantísimos géneros literarios están en mantillas. Los talentos frustrados y las tentativas abortadas son más comunes que en cualquier otra. La literatura americana en general se halla pues en la adolescencia. Aunque sea adolescencia robusta y heroica, adolescencia de Hércules, que promete quizá, una juventud triunfadora y radiante, es adolescencia a la postre. Pero confesemos con lealtad que la literatura del Perú no es de las más adelantadas. Al compararla con algunas de sus hermanas, no sale muy airosa. Prescindamos de la literatura brasileña, que si bien es latina e ibérica, no es castellana, y que ha tenido la fortuna de florecer en un país populoso y pacífico; prescindamos también de la de Cuba, porque bajo el gobierno español se disfrutó allí de tranquilidad, holgura e instrucción de las que nosotros carecíamos: Méjico, la Argentina y Colombia, que han vivido entre desórdenes y trastornos iguales, si no mayores que los de Perú, lo aventajan indudablemente en literatura. ¿Cómo explicar esto? ¿A nuestra mala disciplina literaria, a la falta de estudios, debe atribuirse dicha inferioridad, o serán nuestros criollos menos artistas y poetas que los mejicanos, colombianos y argentinos? No me atrevo a resolver el problema por temor de errar. Queda planteado, sin embargo. Hay que atreverse de una vez por todas con el mito de la riqueza literaria del Perú, porque de nada aprovechan las mentiras y las ilusiones. La verdad seca, ruda, amarga, sin ambages ni rodeos estimula, corrige y levanta. Mi opinión podrá ser equivocada, pero es sincera. ¡Ojalá vengan pronto a desmentirlas los de la generación presente, en la cual tengo grande y fundada confianza!
(pp. 264-265)
José de la Riva Agüero
Escritor y político peruano descendiente del precursor independentista homónimo. Nació el 26 de febrero de 1885 en Lima. Es considerado uno de los pensadores más notables y representativos del siglo XX del Perú. Acudió a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos donde se recibió de Doctor en Letras en 1910. Fue profesor universitario y fundó el Partido Nacional Democrático. Fue opositor al régimen de Augusto B. Leguía, y durante el Oncenio (1919-1930) partió al exilio en Europa por voluntad propia. De regreso, fue alcalde de Lima entre 1931 y 1932 y al año siguiente se integró al Ministerio de Educación. También fue decano del Colegio de Abogados de Lima (1935-1936) y presidente de la Academia Peruana de la Lengua desde 1934 hasta su muerte. Otros trabajos suyos son: Elogio del Inca Garcilaso (1916); El Perú histórico y artístico (1921); Civilización peruana: Época prehispánica (1937); Por la verdad, la tradición y la patria (1938), y Estudios sobre literatura francesa (1944). Su obra está marcada por una perspectiva peruanista y una simpatía hispánica. Falleció en Lima el 15 de octubre de 1944.