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Con Martha Muñoz, de Ediciones Peisa

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Llegué minutos antes de la cita con Martha Muñoz, editora de Ediciones Peisa. Me sorprendió la oficina, bastante callada y modesta, atiborrada de libros hasta el techo. Yo recordaba el antiguo local de Lince, espacioso y atareado. En mi visita solo observé dos señoritas concentradas en sus quehaceres y, al fondo del pasillo, el sencillo despacho de Martha. “¡Qué diferencia con las multinacionales!”, pensé y me conmovió la voluntad de Peisa de afirmarse como editorial independiente. Fue su condición de origen y se ha mantenido así, aun cuando uno de sus directores, Germán Coronado, es el actual presidente de la Cámara Peruana del Libro.

Editorial Peisa está próxima a celebrar una proeza en nuestro medio: cumplir cincuenta años de fecunda labor. ¿Cuál crees que ha sido su principal contribución a nuestra literatura infantil y juvenil?

Desde sus inicios Peisa publicó libros para niños. Después de una primera etapa de búsqueda y aprendizaje decidimos emprender la producción de libros para niños cuyas temáticas tuvieran estrecha relación con aspectos de nuestra propia realidad cultural. Es así como empezamos a publicar, en formato álbum, libros de leyendas, mitos y fábulas de la tradición oral. Tal vez nuestro mayor aporte haya sido señalar un camino cuando este interés no era el dominante en nuestro medio.

Tú eres maestra, no sé si habrás ejercido la docencia en el aula, pero sin duda lo has hecho como editora. ¿Consideras que esta vocación pedagógica debe animar a los editores, sobre todo en un país con tantas carencias educativas?

Soy maestra y durante un tiempo breve desempeñé labor docente en secundaria. Creo que para un editor o editora de libros para niños y jóvenes es una ventaja tener formación pedagógica. A mí me permite situarme tanto en la perspectiva del niño lector como en la del docente o de la madre y padre motivadores, actores esenciales en el proceso de adquisición del hábito de la lectura.

Hay un riesgo, sin embargo, con el didactismo…

Si bien los editores de libros para niños y jóvenes debemos tomar en cuenta aspectos pedagógicos al momento de elegir los contenidos, esto no debe significar aplicar recetas didácticas que puedan restarle fuerza al mensaje que aportan la creación literaria y artística.

¿Cómo nació la Coedición Latinoamericana que publicó títulos tan importantes para niños y jóvenes en las décadas de los ochenta y noventa?

Esa coedición tiene sus antecedentes en un Seminario sobre edición de libros infantiles y juveniles, realizado en Bogotá, en febrero de 1979, organizado por Cerlalc/Unesco. Dicho foro tenía entre sus objetivos poner en comunicación a personas y empresas que venían editando libros para niños en América Latina y el Caribe. Ahí presenté una ponencia titulada “El libro infantil y el mercado consumidor frente a la viabilidad de un programa de coediciones”. Como consecuencia de este encuentro, en 1980 el Cerlalc convocó a cuatro empresas de la región de Argentina, Brasil, Colombia y Venezuela para llevar a cabo un programa de coediciones de libros para niños y jóvenes. Ediciones Peisa, como representante del Perú, comenzó a participar en este grupo editorial en 1983.

¿En qué año surgen los libros dedicados a niños y jóvenes, me refiero a la colección Quirquincho y la Serie de los Navegantes?

La colección Quirquincho surgió en 1984, con la publicación del libro El misterio de las Islas de Pachacamac y otros relatos. La serie de los Navegantes nació en 1992, con la publicación del libro 16 Cuentos latinoamericanos. Este título pertenece además a los libros publicados por el grupo de la Coedición Latinoamericana, y ya lleva publicado más de medio millón de ejemplares en la región.

¿Cuáles dirías que son las características de los libros infantiles de Peisa con respecto a las publicaciones de las otras editoriales?

Ediciones Peisa apostó por la edición de libros para niños con temáticas de la tradición oral, en una época en que las publicaciones de ese tipo eran escasas. Posteriormente hemos continuado publicando libros de diversos formatos y preferentemente de autores peruanos. Lo que tratamos es estimular la creatividad de autores e ilustradores, en procura de lograr la mejor conjunción. Nos esmeramos, también, en ofrecer libros de calidad en cuanto se refiere a su presentación.

¿Qué alentó a la editorial encargarle al poeta José Watanabe la dirección de la colección para niños y cómo fueron surgiendo sus libros?

Esa idea nació de extensas conversaciones que sostuvimos con él. José tenía una imaginación prodigiosa, y había trabajado, en la década del 1970, en la elaboración de guiones y producción de programas para niños, que se emitieron por la televisora estatal. Era un hombre con una curiosidad sin límites y había incursionado, más allá de la poesía, en otras actividades creativas como la escritura de guiones cinematográficos y teatrales. En una de las conversaciones surgió que José tenía ganas de volcar su creatividad en una serie de cuentos para niños. No lo dudamos ni por un instante y le propusimos hacerse cargo de la dirección de las nuevas colecciones cuya composición esbozaríamos juntos.

¿Cómo fue el proceso de trabajo?

Organizamos reuniones con un grupo de maestros con quienes José dialogó en pos de captar ideas que lo orientaran en la definición de los contenidos. Les preguntó de todo, sobre todo respecto a los intereses de los niños, lo que les produce fascinación y lo que los asusta, lo que les provoca risa y lo que los entristece. Su entusiasmo era tal que estuvo concibiendo contenidos e ideas para los libros que él mismo escribió incluso cuando fue hospitalizado. En total escribió las historias de quince libros, pero lamentablemente no alcanzó a verlos publicados todos. Aún mantenemos un manuscrito inédito.

En nuestro medio es insólito que una editora escriba un libro, tú lo has hecho. ¿Puedes referirte brevemente a Queremos ser niños y niñas felices?

El libro surgió de la necesidad de publicar un libro paradidáctico que abordase un tema que era muy solicitado en los programas escolares: “los derechos del niño y del adolescente”. Conocedora de lo tedioso que puede resultar un tema como este para los niños, decidí escribir un libro que lo tocara en una forma sencilla y amena, tomando en consideración la realidad de los niños de nuestro país. Me ayudé con ilustraciones del afamado Gian Calvi, ilustrador brasileño, y con datos estadísticos. Abordé, además, el tema de los deberes que también tienen los niños y adolescentes, un aspecto que apenas si se toca en nuestro medio.

¿Qué opinión te merece el diseño del Plan Lector en el Perú?

En términos generales me parece un proyecto positivo. Creo que con todas sus limitaciones la aplicación de este programa de lectura ha logrado que surja el interés por el libro de ficción tanto entre los niños y jóvenes, como entre los padres y maestros. Creo que hace falta, sin embargo, asistir a los maestros para que apliquen criterios técnicos en la selección de las obras literarias y evitar así que se produzcan distorsiones y se termine recomendando —como de hecho sucede— obras de dudoso valor literario por favorecer criterios mercantiles.

Algunas campañas oficiales como Promolibro me han parecido discutibles…

Tengo poco conocimiento sobre las campañas oficiales que realizó Promolibro, entidad que ha sido reemplazada, según entiendo, por la Dirección del Libro y la Lectura del Ministerio de Cultura. Sé que esta oficina realiza algunas actividades de lectura en parques y el año pasado ha adquirido, por primera vez, libros de diversas casas editoriales para el desarrollo de sus programas. Me parece que su labor es microscópica en un país en el que no hay bibliotecas públicas. Hace falta que el Ministerio de Cultura y la Biblioteca Nacional emprendan campañas de gran alcance orientadas al fomento del hábito de la lectura entre nuestros niños y jóvenes. Hace falta, por otro lado, un Plan Nacional del Libro y la Lectura que oriente esta labor.

¿De qué manera, con qué criterios?

Creo que la única manera de mejorar los niveles de lectoría entre nuestros niños y jóvenes, y de despertar en ellos el amor por los libros y la literatura, es poniendo los libros al alcance de los potenciales lectores. El estado debe invertir en la instalación y dotación de bibliotecas públicas, y desarrollar, de la mano con la empresa privada, campañas de fomento del libro y la lectura.

Y promover encuentros, ferias del libro…

Claro, son muy útiles esos eventos que convocan autores e ilustradores, y también editores, para que hablen con niños y jóvenes. Permite a los lectores conocer quiénes están involucrados en la creación del libro, cómo ha llegado la obra editada e impresa —o el archivo digital— hasta sus manos.

Y en las escuelas, ¿cómo debería motivarse la lectura?

Lo ideal es trabajar con maestros preparados para esta labor. Y, por supuesto, seleccionar adecuadamente los libros con los que se va a trabajar en el aula, cuidando de que no planteen problemas de excesiva dificultad para el nuevo lector y, por otro lado, que no lo aburran. Cuando el niño o el joven descubren que el esfuerzo de la lectura es ampliamente recompensado con la experiencia vivida a través de la lectura, quieren revivir la experiencia. Y en la relectura, el mismo texto adquiere nuevos significados… ¡Este es el caso típico en el que hemos ganado un nuevo lector!

¿Cuál es tu mayor ilusión al respecto?

Sueño con un país en el que los niños y jóvenes tengan acceso al libro y gocen con su lectura. El día que esto suceda el Perú podrá aspirar a alcanzar mayores índices de desarrollo humano. Habrá menos intolerancia, menos discriminación y, al contrario de lo que sucede hoy, se forjará una sociedad más armónica e integrada.

Paisaje de la mañana

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