Читать книгу Historias cortas, de poder, de amor y de tragedia - Jorge Osvaldo Bazán - Страница 14
2.- Fidel, Marita, Dalita y las otras
Оглавление“Asomaba a tus ojos una lágrima y a mis labios una frase de perdón, más, habló el orgullo y se enjugó tu llanto...
Y la frase en mis labios expiró”.
Gustavo Adolfo Bécquer
En el instante en que Fidel Castro Rus cayó preso luego del fallido ataque al cuartel Moncada, en Santiago de Cuba, ocurrido el 26 de julio de 1953, el joven abogado creyó que sus sueños revolucionarios tal vez desaparecieran frente al pelotón de fusilamiento. Pero el hecho de estar casado con Mirta Balart Gutiérrez, hermana de Rafael Diaz Balart, por entonces Subsecretario del Interior del gobierno del dictador Fulgencio Batista, le salvó la vida. Así y todo, la separación de su primera esposa sería sólo un episodio menor de la agitada vida política y sentimental que le aguardaba.
Fidel era hijo de un prominente empresario azucarero de origen español, que había tenido otros seis hijos con Lina Rus, una de sus empleadas domésticas que vivía en una humilde casa cercana. Si bien luego de separarse de su primer esposa Don Ángel Castro se casó con Lina, durante mucho tiempo Fidel tuvo que soportar el mote de “bastardo”, hasta que pudo llevar el apellido paterno. En 1945, ese cubano casi desconocido, estudiante de derecho en la Universidad Nacional de La Habana, imbuido de una mística revolucionaria que lo llevó a liderar el centro de estudiantes de su facultad, comenzó a soñar con aventuras casi utópicas, como el intento de derrocamiento del dominicano Rafael Trujillo en 1947, y a participar un año después, del “Bogotazo” tras el asesinato del líder liberal colombiano Eliezer Gaitán. Ello no impidió su casamiento con Mirta, atractiva veinteañera en 1948. Como luna de miel, durante tres meses viajaron a Miami y Nueva York. La unión iba sobre ruedas, y a los 11 meses vino al mundo Ángel Fidel Castro Díaz Balart. Todo hacía suponer que a la novel pareja les aguardaba un futuro dorado, sin complicaciones económicas. Fidel se graduó en 1950, y abrió un pequeño bufete. Entró de lleno al Partido Revolucionario Auténtico que lo nominó para una candidatura al Congreso, para las elecciones que debían llevarse a cabo en junio de 1952, al término del mandato de Carlos Pío Socarrás. Pero el golpe de estado de Fulgencio Batista cambió todos los planes. Radicalizado, tratando de organizar un levantamiento popular, comenzó el largo trajinar que tuvo para él un final más que feliz. Por el lado del ex- sargento devenido en presidente, ya estaba entregado en cuerpo y alma no sólo a los capitales foráneos, mayormente norteamericanos sino también a la propia mafia, que había iniciado sus actividades en el pequeño país a principios de 1920, compuesta por cuatro “familias”, todos organizados bajo la supervisión de Meyer Lansky, que en la película “El Padrino” está representado como Hyman Roth, y todos recordarán la escena de la terraza del hotel de La Habana, donde corta la torta con la que celebra su cumpleaños acompañado por Michael Corleone y otros caciques.
En 1952 Fidel tuvo otro romance fugaz y secreto con Natalia Revuelta, una activista socialista muy involucrada en la revolución, que quedó embarazada de una niña que llamaron Alina, que en su juventud renegara de su padre y que luego viajara a Miami, donde se cambió de nombre y comenzó a conspirar furiosamente contra el castrismo.
Casi al mismo tiempo, Castro se involucró con María Laborde, y nació Jorge Ángel, químico de profesión que prefería el anonimato, y que hizo público el vínculo con su padre muchos años después.
Volviendo a la militancia, el impetuoso e idealista Fidel emprendió la locura de pretender tomar el cuartel Moncada, el más importante de Cuba. Así, el 26 de julio de 1953, 135 combatientes irregulares, con poca logística y mal armados intentaron lo imposible, y fueron derrotados y la mayoría aniquilados, en la primera acción revolucionaria que marcaría la posterior caída del dictador. Castro fue apresado y condenado a 15 años de prisión. La mafia le pidió a Batista un escarmiento ejemplificador, y hasta el fusilamiento de Fidel, pero la oportuna mediación de los Díaz Balart logró una amnistía en 1955, de la cual se arrepentirían cuatro años más tarde. Después del ataque al Moncada, y tal vez al enterarse de la relación de Castro con otras mujeres los padres convencieron a Mirta de poner fin a la relación y el matrimonio se separó.
Fidel viajó a México, donde conoció al “Che” Guevara y organizó su regreso para la toma del poder. Contaba por entonces con 29 años.
El 2 de diciembre de 1956, después de haberse organizado y planificado el regreso a la isla en el exilio mexicano, el maltrecho y viejo yate “Granma”, que apenas se mantuvo a flote con 86 revolucionarios, recaló en Cuba iniciando la acción militar que culminaría con la toma del poder el 1° de enero de 1959, frente a un ejército desmoralizado, sin jefe, (fugado al exterior con las alforjas llenas de dólares), que por lo menos los quintuplicaba en cantidad de efectivos. Cuatro meses después de la hazaña, Fidel llegó a Nueva York y durante los cinco días que estuvo, fue aclamado como un héroe conquistador; era tan grande como Elvis Presley, lo comparaban con George Washington, y las mujeres quedaban embelesadas, para ellas era la reencarnación de Rodolfo Valentino.
(Diario Daily News- Nueva York).
Mirta, alejada ya de su pequeño hijo se enfrentó definitivamente con Fidel al casarse con Emilio Nuñez Blanco, un acérrimo enemigo de la revolución y terminó por autoexiliarse en España, donde rehizo su vida.
El enamoradizo comandante, según muchas versiones, tuvo otro devaneo con Celia Sánchez Manduley, una oficial valiente que con arrojo se plegó a la revolución desde el desembarco del Granma y que fue muy querida por toda la plana mayor del Movimiento 26 de julio. En Cuba recuerdan que cuando el yate se aproximaba a la costa, ella logró infiltrarse disfrazada (con una falsa panza de embarazada) dentro de las tropas de Batista para obtener información vital que salvó muchas vidas. Fue de hecho la primera mujer que integró el Ejército Rebelde, y su presencia se volvió indispensable. A propósito, en 1957 Raúl Castro le escribe: “Tu te has convertido en nuestro paño de lágrimas más inmediato y por eso todo el peso recae sobre ti. Te vamos a tener que nombrar madrina oficial del Destacamento.” Era cinco años mayor que Fidel, y se ganó el derecho de ser la Secretaria Ejecutiva del Consejo de Ministros y miembro especial del Partido Comunista Cubano.