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La hora de Dalia Soto del Valle

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Fidel llegó a Cienfuegos aquella mañana de 1962 para dar un discurso sobre alfabetización. A sus 36 años, pudo divisar entre la muchedumbre a una jovencita de 17 años, y se cruzaron la mirada. Esa noche, en la cena en la escuela de Trinidad, ambos se quedaron solos y desde allí jamás se separaron hasta el último día del líder cubano. Al mes, la bella rubia de ojos azules ya había quedado embarazada y al varón lo llamaron Alexis Castro Soto del Valle. Dalia se fue a vivir a La Habana, al barrio de Punta Brava, en una enorme casona con un chofer que hacía las veces de custodia, donde Fidel la visitaba algunas noches. Habían pasado tres años desde el divorcio con Mirta.

Siempre en segunda o tercera fila en los actos oficiales, Dalia soportó estoicamente las condiciones extremas de compartir parte de su vida con alguien como Fidel. Casi nadie en Cuba la conocía, porque a Fidel, obsesionado con la seguridad, no le gustaba mezclar los asuntos de Estado con su vida familiar. Según uno de sus custodios, Juan Reinaldo Sánchez, los intentos de asesinato reales fueron entre cien y doscientos, usando como vimos, desde venenos hasta bombas. Castro jamás dormía dos noches seguidas en una misma casa, Y Dalia lo aceptaba, aunque ello facilitara la multiplicación de amantes de su pareja. El “New York Post”, en una nota del escritor Fernando Lizama-Murphy, incluso haciendo alusión al documental del cineasta canadiense Ian Halperin (disponible en You Tube), estima que fueron varios miles las mujeres las que fueron amantes del comandante. Según el mismo diario, Fidel pedía una damita para después del desayuno, otra para después del almuerzo y otra para después de la cena. En los años ochenta, finalmente Dalia y Fidel se casaron por civil, en presencia de los cinco varones de aquella relación. Ella sabía que el anonimato era innegociable. Los hijos fueron llamados Alexis, Alex, Alejandro, Antonio, y Ángel. Todos con la “A” de Alejandro Magno, el personaje histórico favorito de Fidel. En la isla, por costumbre ninguno de los dirigentes ha mostrado a sus parejas. Tampoco Raúl Castro, que jamás se lo vió en público con su esposa Vilma Espín, legendaria combatiente que acompañó al hermano del líder desde 1959 hasta su fallecimiento en 2007. En Cuba se decía “Fidel es como un jesuita que no puede prescindir de las mujeres, pero que no las quiere cerca de la parroquia”.

Y esa costumbre se rompió cuando el tiempo comenzó a minar la salud del comandante. Durante la movilización popular del 26 de julio del 2003, todos advirtieron que Dalita estaba al lado de Fidel, ayudándolo a caminar. Y desde allí se la vio siempre con él en cada audiencia como ocurriera durante la recepción del presidente francés Francois Hollande y del propio Papa Francisco. Dalita fue “la luz de los ojos de Fidel” hasta su fallecimiento. Acompañó sus infidelidades durante 55 años, y esa relación se “blanqueó” recién en 1999. Al poco tiempo Fidel comenzó con problemas intestinales que se fueron agravando, que derivaron en una diverticulitis por la cual tuvo que ser operado siete veces. El 27 de julio de 2006 se le perforó el intestino grueso que se infectó. Los médicos aconsejaron una colostomía, para colocarle una “bolsita” externa para el desecho de las heces, pero Castro se negó. A partir de allí siguió su lento deterioro, y con todo en contra logró vivir diez años más.

Historias cortas, de poder, de amor  y de tragedia

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