Читать книгу Historias cortas, de poder, de amor y de tragedia - Jorge Osvaldo Bazán - Страница 16
El despecho y la conjura.
ОглавлениеLa cosa es que despechada por el líder de la revolución, y confundida por las continuas presiones, se alistó en la Brigada Internacional Anti-Comunista, que funcionaba en Florida, siendo contactada por los grupos anticastristas, que buscaban desesperadamente alguna forma de asesinar a Fidel. En eso también andaba el mafioso de Miami Sam Giancana que confesaba haber perdido más de cien millones de dólares con la caída del régimen de Batista y su entorno, que habían hecho de la isla un país donde las multinacionales norteamericanas hacían su agosto, con el alcohol a raudales, el juego, la prostitución y el lavado de dinero. Todo lo cual se acabó con la llegada de Fidel Castro al poder.
La CIA entonces convenció a Martita de llevar a cabo un plan siniestro que suponía volver a Cuba, acercarse a Fidel y aprovechando cualquier momento de intimidad envenenarlo con dos pastillas de cianuro que debía llevar escondidas en un frasco de crema Hinds.
Ella volvió a La Habana, donde su amante la esperaba ansioso.
Sigue su relato:
“Cuando entré a la suite, Fidel estaba acostado vestido con su uniforme, con los ojos cerrados y un cigarro en la boca”.
“Me fui al baño y tiré las pastillas en el inodoro. Estaba horrorizada”.
“Al salir, me di cuenta que su cartuchera con la pistola estaba sobre una mesa. De pronto se paró, sacó la pistola, la cargó, me miró fijamente y me dijo: Sé que vienes a matarme, pero nadie me puede matar. Toma, y aprieta el gatillo.”
“Enseguida hicimos el amor.”
“Cuando todo había pasado, salí de la habitación y bajé al lobby llorando. Allí advertí la presencia de dos agentes de la CIA leyendo el diario, que al verme en ese estado pensaron que había cumplido la misión. Pero no pude hacerlo. Aún lo amaba.”
La historia de Marita y Fidel termina aquí. Ella se estableció en los Estados Unidos, donde conoció al general Marcos Pérez Giménez, ex presidente de facto de Venezuela, con el cual convivió y hasta tuvo un hijo. Después de un tiempo se casó con un empresario inmobiliario y se dice que siempre siguió vinculada a la CIA, que no cejaba en el intento de matar a Fidel. En cierta ocasión, un agente arrepentido no quiso disparar con una bazuca contra Castro desde una ventana. En otro de los atentados, ocurrido en 1963, los espías hicieron llegar a un camarero del Hotel Habana Libre, donde el Jefe tenía sus oficinas, otra cápsula de cianuro que debía ser introducida en uno de los batidos que Fidel consumía mientras trabajaba. La cuestión es que esa cápsula quedó adherida a las paredes del congelador donde se la había guardado y no pudo ser utilizada.