Читать книгу Por algo habrá sido - Jorge Pastor Asuaje - Страница 21

Una foto p´al Gráfico

Оглавление

García Márquez le echa la culpa de todo a una de sus primeras maestras en la primaria: “Ella fue la que me dio esas lecturas que me pudrieron el seso para siempre”, dice en una nota. Yo podría echarle la culpa de todo a las revistas, a la Goles y especialmente al Gráfico.

Desde el 65 me convertí en adicto a las dos y las compraba todas las semanas. La Goles venía en el viejo sepia y traía muchas fotos e información, pero era bastante superficial El Gráfico, en cambio, era el barómetro deportivo del país: el sueño de todo deportista argentino era aparecer retratado en su tapa, significaba la consagración definitiva. Porque todavía no se manejaba con el criterio del “marketing”, los que aparecían en sus tapas no eran los que más vendían, sino los mejores, no importaba cual fuera su especialidad; hasta los deportes menos populares como la natación, el polo o la esgrima podían ocupar la tapa si una figura había hecho méritos suficientes. En la canchita de 29, como en todas las del país, soñábamos con salir algún día en la tapa del Gráfico, y mientras tanto nos consolábamos sacándonos fotos imaginarias para la revista, posando, pegándole a la pelota o ensayando una atajada: “Dale, dale, sacame una foto pa´l Gráfico”.

Pero más importantes tal vez que las fotos eran las notas. Había por lo menos una docena de excelentes redactores, pera las mejores sin duda eran las del gran Osvaldo Ardizzone. Yo me devoraba sus reportajes a las grandes figuras del fútbol, sus crónicas épicas sobre partidos memorables, y los copiosos elogios a las condiciones técnicas de los crack de todas las épocas. Y estaba seguro de que algún día sería el protagonista directo de esos reportajes, el objeto de todos los elogios, yo condensaría todas las virtudes: admirarían mi gambeta, alabarían mi pegada, ponderarían mi talento, encomiarían mi marca. Escribirían sobre mi todas las cosas que habían escrito desde Bernabé Ferreyra a Walter Gómez, de Pedro Ochoa a Federico Sacchi, de Antonio Sastre a Raúl Bernao, de Roberto Cherro al Pocho Pianetti; de René Pontoni a Fernando Arean; de Herminio Masantonio al Toscanito Rendo; de Manuel Ferreyra a Norberto Infante de José María Minella a Daniel Bayo, de Alfredo Di Stefano a Pelé; de Andrade a Sasía, de Puskas a Eusebio, de Masopust a Metreveli. Todas y cada una de mis acciones en la cancha y de mis pasos en la vida serían seguidos de cerca por un enjambre de periodistas que no se cansaría de entrevistarme y de elogiarme. Y yo me adelantaba a ese tiempo y me imaginaba ya lo que estarían diciendo si me estuvieran viendo jugar en ese momento en la canchita, como describirían el pase que acababa de dar, la gambeta que acababa de hacer. Pero en la canchita no estaban Diego Lucero ni Osvaldo Ardizzone ni ningún otro periodista; estaban mis compañeros que me sacaban de mi sueño, gritándome indignados: “¡Franchute, largala boludo!, ¿quién te creés que sos?”.

Por algo habrá sido

Подняться наверх