Читать книгу Lecciones sobre economía mundial - José A. Alonso Rodríguez - Страница 35
4. Recapitulación
ОглавлениеEn los 150 años que van de las décadas finales del siglo XIX a la actualidad, se ha septuplicado la población mundial y se ha multiplicado por cerca de 10 veces el nivel de renta per cápita de cada uno de esos habitantes. Nunca en la historia de la humanidad se había siquiera vislumbrado algo semejante. Un crecimiento que ha sido el fruto de un mayor y más eficiente uso de los recursos y factores productivos, enriquecidos por un progreso técnico acelerado, y estimulado, durante décadas, por un entorno internacional que ha fomentado la movilidad y el intercambio de esos factores y recursos (y del producto obtenido de ellos, en forma de bienes y de servicios). Pero que no se ha distribuido con uniformidad, sino con la misma desigualdad, si no más, que mostraba hace cien años. La economía mundial sigue dividida en países avanzados y atrasados, por mucho que entre estos se distingan ahora los «emergentes», y China e India –junto con otras economías latinoamericanas– hayan sostenido durante años altas tasas de crecimiento.
La cronología económica del último siglo tampoco ha sido rectilínea. Cuatro etapas, al menos, se dibujan con toda claridad, al conjugar, como variables básicas, los ritmos de crecimiento de las economías más avanzadas –que han arrastrado a los del conjunto de la economía mundial– y, por otro lado, los cambios en el esquema y en la intensidad de las relaciones internacionales. La más pletórica ha sido la del tercer cuarto del siglo XX, por continuidad y por extensión del crecimiento, y también por la profundidad de las transformaciones estructurales experimentadas. La etapa que abre el siglo, hasta 1913, y la que lo cierra, en su último cuarto y los comienzos del actual, han seguido, con oscilaciones, el promedio de la centuria. En contraste, los años de entreguerras y, en concreto, los que siguen al crac del 29, muestran la cara más sombría del siglo.
Esta trayectoria histórica, al contemplarse ahora en conjunto, deja, tras su brillante estela de progreso, algunas enseñanzas muy útiles para el porvenir de la economía mundial: una de las más claras es la estrecha vinculación entre el crecimiento económico general y la apertura comercial y el flujo mundial de capitales que se ha observado en distintas fases, justamente en aquellas que han contado con un sistema monetario internacional lo bastante estable como para fomentar la movilidad de factores y recursos; y, aunque los beneficios de esa mayor interacción no siempre se hayan distribuido uniformemente, sí es cierto que de ella han podido beneficiarse aquellos países, dentro del mundo aún en desarrollo, más atentos a insertarse en la división internacional del trabajo y a crear un marco de condiciones institucionales –buen gobierno– propicio para el avance económico y social. Lo que incluye no solo la primacía de los regímenes democráticos, sino el uso adecuado de los crecidos recursos y de los instrumentos de intervención de que dispone el Estado en las economías modernas; todo ello, sin coartar el papel de los mercados y propiciando, mediante la extensión de los servicios sociales y asistenciales, la cohesión social que consolida y nutre el progreso de las naciones y el impulso que precisa la actual sociedad –y economía– del conocimiento.