Читать книгу Extrañas criaturas - José Güich Rodríguez, Alejandro Susti - Страница 28

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Cóncavo azul coagulado, nada vale mi astucia taciturna pues soy odiado por el hombre, aunque amo codiciosamente sus sanguinolentos ojos. Sobrellevo la vida como una letal condena. Sumergido en la somnolencia del incorruptible fuego de la luna, propago la embozada negrura que, fétida, repta en las cenizas mustias de la muerte. Vieja sombra enceguecida por los silencios del sol, me alimento de la sangre y su aullido supremo.

Conspicuo en las tinieblas, con plácidas gasas edifico el móvil estamento de una cueva.

Con mi nombre los niños deletrean las vocales: dulce oscuridad de sus primeros poemas.

(El murciélago)

Extrañas criaturas

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