Читать книгу Extrañas criaturas - José Güich Rodríguez, Alejandro Susti - Страница 33

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Ante la punzante presencia del Creador y en mudo combate, un hombre mató a su hermano, cuyo padre no nació.

Enraizados y libres, ellos no fueron perturbados por lágrima hechicera alguna y su estruendo y enojo no brotó de ambiciones mundanas, sino de la sospecha de una arbitraria preferencia divina. Sospecha que, pronto, se convirtió en helada certidumbre. Acuciada por los escasos pobladores, la discordia entre hermanos llegó a ser amargo frenesí, mofa del hastío, ajetreo ruinoso.

Manchadas sus manos en la refriega odiosa, para el asesino las puertas de la esperanza se cerraron inexorables y, en su huida sin fin, solo lo acompañaron confusión, voces broncas y el ¡ay! del abatimiento y la congoja. Y el ojo imperturbable de su imperioso fuego redujo sus contornos a soledad, misterio y sombra.

A la víctima, rústica, pobre y sencilla, que hizo más vasto el vacío de entonces, se la sepultó en el seno de su abuela que, abismada, la cobija hasta ahora.

(Caín)

Extrañas criaturas

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