Читать книгу Memorias de un cronista vaticano - José Ramón Pin Arboledas - Страница 12
ОглавлениеV. Conversación virtual con Calixto X y mi primera sorpresa
Una semana después de mi llegada a NY y de haber tenido algunas conversaciones similares me citaron a una reunión virtual con su Santidad. Era común el uso de las holografías para este tipo de conversación, aunque resultaba más práctico la tele-presencia, más barata y sencilla. Esta vez prescindimos de la holografía.
Comencé diciendo:
–Santidad, el Gobierno global espera que haga algún movimiento doctrinal para acercar a la Iglesia a las teorías del Humanismo Liberador. Algo como la ordenación sacerdotal de mujeres, el celibato sacerdotal o la relajación en materia de aborto, eutanasia… En caso de no ser así, no creo que se produzca la invitación oficial al Parlamento. Los diputados globales católicos son una minoría y una parte de ellos son de la colonia lunar y no tienen fuerza para ello. No sé si merece la pena seguir indagando. Monseñor Pasquali es de la misma opinión.
Calixto X respondió:
–Cronista, su misión no es conseguir la invitación sino tantear el terreno para extraer el clima de opinión del Gobierno y si hay algún plan con respecto a nosotros. Siga usted ahí que me parece que hará progresos. Sobre todo no deje de rezar y ayude a Pasquali en lo que necesite.
Unos días después se celebró una recepción con la comisión parlamentaria sobre las colonias extraterrestres. Pasquali fue invitado, dado que la colonia lunar era la más desarrollada y la presencia del catolicismo en la misma era significativa. A mí me llevó de acompañante.
En un momento, entre un aperitivo de ostras y otro de hormigas culonas regado con un vino de Rioja tinto, se me acercó el diputado lunar Mark Destory, quien comentó:
–Ya sabe que el Gobierno global ha llegado a la conclusión de que es necesario reducir la presión demográfica en la Tierra. Por eso hay un amplio plan de crear colonias en el espacio, a imitación de la de la luna. Estoy preocupado. Me cuentan que la mayoría del Partido Humanista Liberador (PHL) está preparando una proposición de ley para evitar que a las nuevas colonias puedan emigrar personas que no tengan una ideología igualitaria, tal como la entienden ellos. Su argumento es que hay que evitar demasiadas diferencias entre la Tierra y los nuevos territorios espaciales.
Respiró con dificultad y continuó:
–Creen que lo de la luna se les ha ido de las manos y podría haber deseos de independencia en el futuro por diferencias ideológicas. Sería una proposición de ley a propuesta de la mayoría con el apoyo posterior del Gobierno. La secretaria Randia encabeza el movimiento. Su argumento es que ahora que el papa es selenita no se puede facilitar el que la Iglesia católica apoye los movimientos migratorios de sus fieles hacia nuevas fronteras imitando lo que ha ocurrido en la luna.
»Piensan que es lógico intentar vaciar NY de discrepantes del Humanismo Liberador y que se vayan a territorios donde se diluyan en una población mayor. Pero creen que, si empiezan a ser mayoritarios en algún territorio extra-terrestre, cosa que hasta ahora no ha ocurrido, la situación puede desestabilizar el sistema. Randia va repitiendo que eso pasó con el Imperio romano en los inicios del cristianismo y se ha tardado siglos en revertir la situación. La verdad es que no sé quién le metió esa idea en la cabeza porque me consta que la historia antigua no es su especialidad.
En ese momento lo corté para aclararme un poco:
–Diputado ¿y eso en qué atañe directamente a la Iglesia católica?
Mark volvió a respirar con dificultad y añadió:
–En esa proposición de ley, por ejemplo, habrá una disposición transitoria que va contra el celibato sacerdotal católico. Propone que los próximos colonos, aunque sean solteros, se comprometan a ayudar a la procreación humana, lo que incluye la obligación de formar familias para atender a los hijos nacidos en la colonia. De no comprometerse, serían excluidos de poder ir a las colonias hasta que reglamentariamente se permita la emigración sin restricciones en función del volumen de población. Por ejemplo, un tío-bisabuelo mío, que fue de los primeros sacerdotes católicos misioneros en la luna, no hubiera podido ir con una ley similar.
Entonces respondí:
–Muchas gracias, Mark. ¿Qué podemos hacer?
Y seguí:
–En primer lugar, avisar a Roma. Si no te importa, coméntaselo a monseñor Pasquali para que la información llegue por el camino oficial. Yo me encargo de hacerlo de forma directa a Su Santidad.
En la segunda conferencia por tele-presencia le expliqué a Su Santidad esta información que ya había llegado por vía diplomática, aunque sin darle importancia. El papa puso cara de preocupación. Estaba visiblemente cansado porque para él era casi de noche, aunque para mí era por la mañana.
Calixto X me recordó que cuando Jesús dijo que debíamos predicar por toda la Tierra, se refería a allí donde hubiera seres humanos. Había que procurar cortar la proposición de ley en lo referente a la limitación de migrantes por razones y creencias religiosas. De momento, los servicios jurídicos del Vaticano estudiarían si podía ser impugnada por ir contra la Constitución global.
Luego había que estudiar a los componentes de la Comisión de Colonias Espaciales para ver si había alguna posibilidad de cercenar la ley en sus inicios. Era necesario porque antes de su admisión a trámite en los procedimientos del Parlamento global se exigía que las proposiciones de ley fueran aprobadas por la comisión correspondiente. Un paso previo a la aprobación del inicio de su estudio en el pleno del Parlamento global.
Su Santidad me pidió que me encargase de coordinar todo el plan.
–No soy un político –argumenté–; no sé si sabré hacer este trabajo.
–Pues rece –añadió el Papa–, que eso es lo que hicieron todos los que ayudaron de verdad a la Iglesia.
Calixto X acabó la conversación dándome su bendición con una sonrisa. Después cerró la comunicación. Siempre recordaré esa figura, la de un hombre abrumado por una gran responsabilidad, de físico frágil pero con ojos azules de inteligencia viva.
El plan de los partidarios del Humanismo Liberador era, paradójicamente, impedir el que muchas personas pudieran ejercer libremente sus ideas en otros territorios. Siempre ha sido así en los últimos siglos. Con la excusa de liberar a las personas se les coartaba parte de su libertad de pensamiento y, en este caso, de movimiento. Así, los partidarios de la ideología oficial decían que defendían a la mayoría de la tiranía de las minorías. ¿Curioso, no?