Читать книгу Memorias de un cronista vaticano - José Ramón Pin Arboledas - Страница 14
ОглавлениеVii. Una comunicación por mail y nuevas informaciones
En ese oratorio entré en una de mis meditaciones profundas, que a veces no sé distinguir del duermevela. He de reconocer que tengo más habilidades para ver lo que ocurre fuera de mí y reproducirlo que para la introspección. Nunca llegaré a ser un místico.
Al cabo de un rato, no sé si me desperté o acabé conscientemente mi oración. Miré mi crono y vi que tenía un mail. Es curioso, pero desde que se inventó esta forma de comunicación no ha habido nada más eficaz. De eso hacía, si no estoy mal informado, más de dos mil años. El mail era del otro diputado lunar católico: Franz Kewman. Era un mensaje seco y sin preámbulos: «Me gustaría hablar con usted». Después de mi experiencia, lo cité para el día siguiente en la Nunciatura para desayunar a las 08:30 h de la mañana. Para entonces, ya había dicho misa y tenía tiempo disponible.
Kewman era diputado elegido en la luna, aunque no había nacido en ella y solo estuvo allí en visitas oficiales en su condición de alto funcionario del Gobierno global especializado en la expansión espacial. Hizo su campaña electoral por holografía y consiguió salir como diputado utilizando una relación familiar. Su argumento fue que en este momento no era necesario el contacto presencial para estar al tanto de las inquietudes del electorado. Donde era necesario estar era en el Parlamento global y cerca de su gobierno; y él no necesitaba medicinas especiales porque solo había vivido periodos muy cortos en la luna. Su experiencia como alto funcionario le abriría las puertas para conseguir lo que necesitaban sus electores. Además, consiguió financiación para que sus visitas holográficas fueran de primera calidad. En su campaña electoral parecía estar físicamente en el salón de cada casa familiar.
Su equipo había diseñado un programa electoral en base a la utilización de encuestas personalizadas y la información accesible por algoritmos de inteligencia artificial, muy desarrollada en estos tiempos. Con todo ello consiguió crear un clima de proximidad. Era un verdadero profesional de la política. Su catolicismo fue otro factor a favor de su candidatura en la colonia lunar. De manera astuta había apelado a los votantes creyentes. Sus contrincantes lo acusaron precisamente de católico y de que si no era elegido sería destinado fuera de NY y que quería ser diputado por esa única razón. Algo que, en lugar de perjudicarlo, le favoreció. Todo el electorado cristiano (católico o no) selenita lo votó para evitar lo que en un debate televisado Kewman definió como «genocidio migratorio ideológico».
Kewman inició la conversación:
–Me imagino que sabe a lo que vengo. Mark me ha indicado que es la persona con la que hablar.
Yo interrogué:
–¿Mark?
Fingí no saber nada para salvaguardar mi acuerdo de confidencialidad con Mark.
Kewman prosiguió:
–Bueno, no es necesario que lo involucremos; tiene sus problemas. Lo que quiero decirle es que los mismos que me ayudaron a ser diputado están dispuestos a echar una mano para evitar la emigración espacial selectiva por razones de creencias. De momento no es necesario que descubra su identidad, pero se puede contar con recursos económicos y relaciones importantes. Si parte de la industria sanitaria y farmacéutica está buscando favorecer el Humanismo Liberador, otra, por razones éticas y comerciales, está en contra.
Miró su crono, como si tuviera que contar el tiempo y siguió:
–No son unos utópicos. Lo que piensan es que ellos nunca entrarían en el negocio de la manipulación de seres humanos de ningún tipo. Si permiten que las nuevas colonias se conviertan en feudos de mercado de la parte del sector que quiere la selección migratoria espacial, les generaría unos recursos financieros tan potentes que a medio y largo plazo expulsarían al resto de la industria o la absorberían. Es tanto una lucha moral como económica. Tampoco he de ocultarle que mi electorado está en contra de esa emigración espacial selectiva y que a mí una batalla de este calibre me viene muy bien para las próximas elecciones.
Todo esto lo soltó de golpe. Casi no me dio tiempo a digerirlo mentalmente. Me quedé con la taza de café en la mano y boquiabierto. Me asaltó una duda: ¿podía fiarme de Kewman? Si algo he aprendido de la diplomacia vaticana a lo largo de siglos es que la prudencia es la virtud más importante en su labor. Ya había oído que a veces las primeras impresiones fallan y que los que vienen de corderos solo tienen de ese animal la piel; su interior es de lobos feroces egoístas, cuando no espías.
Por otra parte, para Kewman el planteamiento parecía ser del tipo «win-win» (ganar, ganar), pasase lo que pasase; porque si la proposición de ley se paraba podía venderlo como un triunfo ante sus votantes, y, si se tramitaba, su oposición le daría un protagonismo en su circunscripción electoral que podía asegurarle el escaño para otra legislatura al menos. ¿Qué hacer? Kewman no había mencionado la proposición de ley, solo la emigración espacial selectiva. Era evidente que ambas podían estar relacionadas. Pero no lo había dicho expresamente.
Tardé breves segundos en reaccionar. Con cautela pregunté:
–De momento no parece que haya un plan de emigración espacial selectiva. ¿Tiene algún indicio de ello? Solo conozco rumores en los medios de comunicación y declaraciones de los representantes más radicales del Humanismo Liberador, como la secretaria Randia, pero sin indicios de querer ser apoyados por el Gobierno. Necesitaría datos contundentes para acreditar esos rumores como realidades a tener en cuenta para actuar.
Kewman puntualizó:
–Hoy solo quería apuntar algo que creo importante para el futuro de la humanidad y de la Iglesia católica. Me gustaría poder decir a los que apoyan mi propuesta que cuenta con la aquiescencia del Vaticano para la campaña en contra de la emigración espacial selectiva por razones de creencias y que, de alguna manera, sería apoyada por la jerarquía católica. Vamos a diseñar varios escenarios. Por supuesto que la Iglesia no estaría involucrada ni en la batalla política, ni en la económica, solo en la moral-doctrinal.
Y acabó:
–Conozco a monseñor Pasquali y sé que nunca diría un sí o un no en la primera conversación. Así que supongo que tampoco lo puedo esperar de usted. Muchas gracias por el delicioso bizcocho que ha acompañado al café.
El servicio de la Nunciatura había puesto junto con el café cappuccino un bizcocho Berlingozzo (típico para épocas de carnaval ¿una casualidad? en el desayuno). A veces los manjares de su cocina llevaban mensajes. Me constaba que Pasquali, a quien siempre le tenía informado de lo que hacía, había elegido en persona el desayuno ese día.
Me quedé meditando. Suponiendo que Kewman fuera honesto y fiable, ¿era ético para la Iglesia entrar en un plan en el que había intereses económicos potentes? ¿Cuáles serían las consecuencias si saliera a la luz que el Vaticano apoyaba unos intereses económicos determinados? ¿Era prudente? De todas formas, siempre creí que el beneficio económico y la bondad moral no tenían por qué ser contrapuestos.
En fin, en mi calidad de cronista mi obligación era solo trasmitir la información, nada más. Aunque ya se sabe que en la emisión de una comunicación, según se haga de una manera u otra se influye en la calidad de la recepción. La misión se iba complicando.