Читать книгу Memorias de un cronista vaticano - José Ramón Pin Arboledas - Страница 19
ОглавлениеI. Calixto X nombra cardenal a Pasquali
El color de la cara de Calixto X no se distinguía del blanco de su sotana. Le encontré cansado. Empezó recibiéndome de pie. En pocos segundos se sentó, me indicó que hiciera lo mismo, y dijo:
–Querido cronista, Pasquali está mandando sus archivos, que supongo que tienen el encriptado adecuado, pero me parece que es mejor que me lo cuente. Tenemos quince minutos.
Relaté todo lo ocurrido, mis dudas y cavilaciones. También las últimas opiniones de Pasquali. Su Santidad suspiró y dijo:
–El veterano Pasquali tiene más feeling (olfato) que nadie. Cuando me pidió que mandase a alguien a NY para que confirmase sus impresiones debía saber que las dificultades no solo estaban en el Parlamento global, pero, como persona prudente, prefirió que alguien más confirmara sus sospechas. Como sabe, querido cronista –¡otra vez sin nombre!–, Pasquali me tenía muy al tanto de lo que ocurría en NY en relación a mi archidiócesis y hablamos mucho. Tiene una gran formación teológica y es muy firme en lo referente al dogma, además de ser hábil en presentarlo de manera atrayente. Me parece que tiene gancho. Su experiencia en NY es de gran valor. Conoce a todos los líderes mundiales y sabe cómo tratarlos y de qué pie cojean.
Calixto X se mantuvo un rato en silencio, que yo no interrumpí, y acabó:
–Habrá que meditar todo esto delante del sagrario.
Se levantó. La visita había terminado y me retiré.
Dos días después, monseñor Pasquali era designado cardenal, lo cual normalmente exigía ser obispo. Pasquali empezó de párroco en la archidiócesis de Siracusa, pero muy pronto entró en la carrera diplomática con notable éxito. Por eso no era obispo. Pero el papa Calixto X encontró un antecedente de cardenales no obispos en siglos pasados y aplicó la excepción. De manera que Pasquali siguió siendo nuncio en NY después de la ceremonia de «consistorio», que es como se llama el rito de elevación a cardenal del elegido.
A los medios romanos y los periodistas acreditados ante la Santa Sede no les pasó desapercibido el nombramiento y empezaron las especulaciones. Un cardenal no obispo era una excepción. Más aún, un cardenal alabado por sus capacidades como diplomático, aunque a la vez fuera un teólogo con buenas y reputadas publicaciones. Algún medio internacional tachó el nombramiento de extravagante y otros de tener intenciones escondidas.
Cuando un periodista preguntó a la portavoz del Vaticano sobre las razones que había detrás de ese nombramiento, se le contestó: «Su Santidad reza mucho antes de cada una de sus decisiones y todas están encaminadas a la alabanza a Dios, el bien de la Humanidad, el de la Iglesia y el Universo, y por este orden», puntualizó. Después de esta contestación, las especulaciones subieron de tono.
Cuando acabó su consistorio, me reuní con Pasquali. Nuestra mutua simpatía había aumentado con la distancia. Su figura seguía siendo la de un amante de la comida. Luego me confesó que estaba reduciendo su ración de pasta y mantequilla por consejo médico. A continuación, dijo, esbozando una sonrisa:
–Ahora solo la tomo cuando invito a alguien; lo que pasa es que eso ocurre al menos una vez al día.
Después se acarició la faja cardenalicia que rodeaba su prominente cintura. Me dijo que siguiera investigando y alabó mis crónicas de la vida vaticana. Se despidió con un «creo que nos veremos más pronto de lo que supone».