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VERSIÓN CELESTE: SU GÉNESIS Y RECEPCIÓN

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Como se ha dicho, la citada carta de Larrea a Diego de 1918 anticipa su futura proyección americana, motivada por una visión milenaria que en su comienzo es mero motivo de evasión. En efecto, «Evasión» es el título del poema que abre el libro Versión celeste, que fue publicado en Grecia el 30 de octubre de 1919, pero había sido compuesto en mayo, según confiesa el bilbaíno en el «Prólogo del autor» al libro de Vittorio Bodini39, donde apunta: «En él la subsiguiente trayectoria existencial del autor se halla prefigurada en términos y pormenores subjetivos y objetivos que hoy lo desindividualizan —y quizá no sólo a él— ineludiblemente»40. El poema pertenece a la primera estación literaria de Larrea, que discurre bajo el halo ultraísta que circundaba a la revista sevillana Grecia y a la madrileña Cervantes. A esta se adscriben los seis primeros textos, mientras que los restantes, según el citado testimonio del prólogo del poeta, provienen de una experiencia más amplia que, tras un período de preparación y reflexión que cubre el arco temporal de seis años (de 1926 a 1932), va, como apunta el bilbaíno, «hacia otros rumbos no menos poéticos en realidad, aunque sí más objetiva y concretamente culturales»41. Pero no hay duda de que ya el título del libro alude a un acto de rechazo y huida del contexto real en el que se colocaba la existencia del poeta. En una carta a Vivanco, Larrea aduce como explicación al título una triple referencia: «“Traducción” o modo celeste de entender la realidad; la de “vuelta” o giro del cielo sobre sí mismo en un cambio de postura hacia el ser humano en nuestros días de universalidad; y la resonancia etimológica que lo adecua a un libro de “versos”»42.

En cuanto a la génesis y publicación de los textos que forman el libro, Larrea informa de que los seis primeros son del año 1919 y pertenecen a la fase ultraísta, movimiento que mejor se encuadra su primera estación, como declara en su carta a Gurney del 17 de octubre de 1975:

«En lo que toca a la clasificación que me conviene en el orden de los movimientos literarios de la época, le diré que a mi juicio el más exacto es el genérico de “ultraísta”. Presenta la ventaja de coincidir con el tema del escudo y del destino español, aunque luego tuviese yo concomitancias marcadas con el “creacionismo”, el cual podrá comprenderse como uno de sus compartimientos. Sobre todo que mi experiencia acabaría proyectándose más allá del creacionismo, lo que en lo literario nos distanciaría a Huidobro y a mí. Más aún, resulta obvio que la “Mística poética”, que usted ha apreciado muy bien, cabe perfectamente dentro del ultraísmo, mas no dentro del creacionismo, el cual, ante el misticismo de verdad, no puede pasar de ser una etapa previa o de transición, pues me corresponde a otra psicología»43.

En realidad la producción de Versión celeste comprende tres distintas etapas cronológicas: la del año 1919 (es decir, los poemas publicados en las revistas Grecia y Cervantes); la siguiente, de 1920 a 1926, cuando el poeta ingresa en el Cuerpo de Archivos, Bibliotecas y Museos de Madrid, que corresponde a la actividad creacionista; y finalmente, de 1926 a 1932, tras el traslado de Larrea a París, cuando surge la fase más auténtica y mística, según testimonian los poemas de Ailleurs, Oscuro dominio y los de Pure perte.

El primer período, ligado a la imagen ultraísta y que Larrea denomina «preludio», refleja un cambio espiritual del ser hacia un sentido de plenitud e integración con el universo espiritual, de donde hasta ahora el sujeto se había sentido excluido. Dichos motivos laten en el primer poema «Evasión» y en «Sans limites», que Larrea coloca respectivamente al comienzo y al final de Versión celeste en la edición de Bodini, pues figuran el preludio de una experiencia compleja que se abrirá a otras vertientes. Por lo tanto, según opina el poeta, puede ser considerado y valorado como espacio distinto a la producción posterior. Comienza como fuga de la realidad, como Odisea o viaje en pos de una meta para la que se precisa el rechazo del sol que se expone por medio de la ceguera del ojo, representado por el mito del cíclope, y la opción por la luz trascendental. Como Ulises y Colón, el sujeto empieza una oscura travesía en un barco explorador, una carabela semejante a la del descubridor del Nuevo Mundo, lugar hacia donde se dirige el poeta. Navega contra «vientos contrarios» —título de un libro de Huidobro que incluye crítica de Larrea— para librarse de sí mismo y adentrarse en el infinito deseado. Como aclara la lectura detallada del citado crítico inglés44 además de Ulises y Colón se alude al personaje de la obra de Ibsen, Peer Gynt, que busca una identidad que sólo halla en la cueva del rey de los Gnomos. «Peer Gynt —apunta Larrea— se busca a sí mismo, quiere salvarse a sí mismo»45. La salvación empieza con el viaje que figura la fuga de sí mismo. Dirá Larrea a Bodini: «No me parece imposible que a Rimbaud le sucediera algo de parecido género. Entre las dos vertientes, diríamos, de lo inmediatamente real y de lo intrínseco o superreal, yo me pasé con armas y bagajes a la segunda, o sea, con alma y vida, según el impulso que se advierte en el poemita “Evasión” que publiqué en 1919, y en el que descubrí con sorpresa, décadas después, marcado el itinerario material y espiritual desarrollado por mi existencia posterior»46. La composición, redactada a vuelapluma («escribí “Evasión” en diez minutos»), enuncia un propósito, un desplazamiento en un barco, a la manera del Bateau ivre de Rimbaud, autor muy cercano a Larrea, quien lo definió como poeta antividente47. El viaje es también peregrinación que comprende como etapa y fuente de inspiración el sepulcro de Santiago de Compostela y, en definitiva, el punto extremo del mundo conocido, Finisterre, para proyectarse hacia delante, hacia otra realidad que ya mira al Nuevo Mundo. He aquí el texto:

Poesía y revelación

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