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LOS POEMAS EN PROSA DE OSCURO DOMINIO

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Pero volvamos a los poemas de Oscuro dominio excluidos por Bodini en la edición italiana. En el intento de convencer al hispanista italiano sobre la importancia y el estrecho vínculo de estos textos con el resto de la producción incluida en el volumen, Larrea subraya en su correspondencia al traductor su extraordinaria fuerza poética y su poder vaticinante —«verdaderas pronosticaciones inconscientes, proféticas»—. Considera indispensable su presencia para comprender la poesía siguiente56. Y para justificar todavía más su inclusión, en su carta a Bodini del 20 de junio de 1968, desarrolla una larga exégesis de esta experiencia poética de su primera etapa, anterior a la que llama su «tránsito». Y después examina cada uno de los seis poemas en prosa, empezando con «Atienza», que a partir de su título muestra un itinerario poético-místico: «Atienza = A ti en Z-A, en fin y principio». Larrea recuerda que Diego lo calificó de «poema en prosa de infinita trascendencia hispanica»57. Asegura que constituye la expresión premonitora de su futuro itinerario trascendental; por ejemplo, los seis aeroplanos aludidos equivalen a los seis ángeles con trompetas del Apocalipsis que preceden a la hora séptima de la destrucción del mundo. Así, afirma Larrea:

«En su texto, escrito cuando no había aún asomado en mi mente ni el deseo ni la posibilidad de viajar a América, está implícita mi posterior aventura americana con sus muchas consecuencias —e inclusive la de la República popular española»58.

El mensaje recóndito del poema adviene en la mente de Larrea como vaticinio a través de una serie de proposiciones raras, confusas: «Yo mismo fui arrebatado de tantos ojos como incurrían en inocencia, inesperado pasajero de un vuelo urdido en el corazón del mundo». Él las considera plenamente anticipadoras de su trayectoria espiritual. Y sigue la lectura visionaria sobre su texto abierto hacia el futuro:

«Luego, tras mi vivencia interior, torturada al extremo, vino, con sus experiencias de fin y principio, el Ande americano presentido allí: “Si bien le busca, en América se le encontrará”. Y a los pocos años sobrevinieran el Gólgota popular español, y el Apocalipsis y el exilio hacia América, con cuantas revelaciones nunca buscadas han traído en pos de sí»59.

Algo análogo ausculta Larrea en el poema «Cavidad verbal», compuesto en 1926, donde rastrea el mismo motivo de la fuga de sí mismo ya tratado en «Evasión». Ahora se modula con la imagen de un vidrio que lo separa de los demás y donde el poeta escribe un nombre cualquiera que determina una multitud de rostros humanos. Mientras la palabra se quedaba libre de su significación, provocando llanto y lágrimas en los ojos del autor, deseoso de descifrar la verdad oculta en ella. Larrea subraya la oración del poema «Yo va a partir», donde el sujeto en primera persona se acopla a un verbo en tercera, es decir, se hace objeto del mismo, como resultado de una escisión y conocimiento. El hecho reafirma la continuidad con el libro Evasión. En este sentido el poeta indica la semejanza del motivo con el de «Je est un autre» de la conocida Carta del Vidente de Rimbaud. Igualmente advierte la cercanía y también la diferencia sustancial de la poética de su amigo Vallejo, representada por «De todo esto yo soy el único que parte»:

«En mi caso trátase de una estación más, esta definitiva, del espontáneo desarrollo del “Aún he de huir de mí mismo” del poema “Evasión”, donde quedó expuesto, en rapto lírico absolutamente involuntario, el sentido e inclusive la trayectoria tanto física como psíquica de mi futura e insospechadísima experiencia. Aquí el yo individual, apartado de los demás, se percibe espectralmente en vísperas de partida y transformación esencial»60.

También «Diente por diente», el poema ya publicado en el número 2 de Carmen en 1928, presenta un estado psíquico que anticipa el futuro proceso de ruptura y documenta una situación in fieri de atormentada exasperación. Refleja externa e internamente una tensión de conciencia distinta de la plasmada en aquella época por movimientos de vanguardia, como el dadaísmo y los ismos cercanos. Entonces el poeta lanza su pregunta retórica:

«¿Cómo sorprenderse de que en su superficie o fachada al exterior se presente la materia psíquica confusamente destrozada, así como en un estado un tanto enajenado de tensión, correspondiente a una conciencia a quien, ni para la galería literaria como el dadaísmo y otros movimientos afines sino para sí misma, se le están quebrando las propias estructuras?»61.

Otras secuencias en prosa de Oscuro dominio («Camino de carne», «Fervor» y «Color madre») exponen una «análoga situación opresiva de psiquis macerada». Es debida a la angustia y está alimentada por la presencia de imágenes, a veces raras y grotescas, que documentan la violencia del «sismo», como Larrea llama a la terrible sacudida psíquica padecida por la lucha y la contradicción interior. En el último poema del libro, «La planicie y su espejo», irrumpe subrepticiamente el sentimiento de la muerte de la conciencia y de la personalidad del ser humano, en suma, «la del pronosticado desprendimiento del Yo».

Todas estas consideraciones refuerzan la «posible validez insinuante» de Oscuro dominio y justifican el empeño de que se incluya en la primera edición de Versión celeste, aunque Larrea se somete al criterio del hispanista italiano. Pero unas líneas antes, en el mismo párrafo, el bilbaíno acudía a la auctoritas del admirado Vicente Huidobro y a su apreciación apasionada del libro:

«Así Vicente Huidobro, que conocía de verdad, como casi nadie, los méritos y significados de la poesía de primera línea, me escribió una carta emocionadísima (que desgraciadamente perdí al trasladarme de México a los Estados Unidos) en la que, entre otras cosas, se decía orgulloso de “haber apostado” por mí. En el prefacio de la Antología del mismo Huidobro por E. Anguita (Zig-Zag)62, se expresa un reflejo —yo diría que pálido— de esa su impresión que en sus conversaciones difundió entonces, según me consta, por los medios literarios de Chile»63.

A partir de la edición de Vivanco en la que se reintegraban las piezas de Oscuro dominio, nos damos cuenta, como afirmaba Larrea, de que una perfecta estructura trababa un unicum con las dos partes en las que la inserción de la misma prosa se rompía en su interior con la presencia del poema «Diente por diente». Este, dividido en tres parcelas, recuperaba la medida del verso, un verso fragmentado o amplio que seguía el flujo del pensamiento.

En la lectura global del libro Versión celeste se percibe el vector continuo de una escritura que se siente acorralada y por eso tiende a los horizontes abiertos, infinitos, reflejos de una aventura de ideas donde el hombre, su sentimiento y su inteligencia predominan sobre la retórica de la lengua y su estética. Como informa el poeta, esta lengua pretende figurar lo impreciso y confuso del ser enajenado. De ahí la secuencia de términos e imágenes incoherentes, basadas en asociaciones y contrastes, en largas proposiciones o en unidades breves e hirientes que se sostienen principalmente gracias a la célula viva de la repetición. Es el caso de «Razón», publicado en Favorables París Poema, que Cernuda considera emblemático de la poética de Larrea, idea que después compartirá la generación de los nuevos creadores. En este poema, nuestro autor niega la deificación juanramoniana del poeta y también la gratuidad literaria de la poesía, aunque reconoce su importancia e índole espiritual y sacra frente a la «insignificancia de la vida del poeta y de la obra del mismo». He aquí el texto, que alberga también un breve autorretrato:

Poesía y revelación

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