Читать книгу Job - Juan Olivera Monteagudo - Страница 12

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La apertura de la vida sexual de mi hija Mariana significó para mí una liberación; por fin la putita maduraba y se marchaba de casa. Lo consiguió con un enamoradito, el tal Pedrito que vive un par de pisos más arriba.

Un día los encontré en la parte trasera de su automóvil, retozando como dos lombrices desnu­das. Yo los vi y ellos no se enteraron, así que decidí hacerme el desentendido, alegrándome la exis­tencia. Pero ya han pasado algo más de tres años desde aquella vez y nada, aún no se independizan… Es más, ahora lo trae casi a diario a almorzar y el muy hijo de puta ha resultado un tragaldabas capaz de comerse hasta las servilletas; a mí no me queda más que esbozar una sonrisita de beneplácito y arreglármelas con las cuentas.

El otro día metí a escondidas tres laxantes en su copa de vino y lo mandé al Clínico.

Por fin ha dejado de venir un par de semanas.

Job

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