Читать книгу Habanera para un condecito - Juanjo Álvarez Carro - Страница 23
Miércoles, 6 de agosto de 1947
ОглавлениеComisaría de Policía de Cruz del Eje
(Córdoba-Rep. Argentina)
—¿Así que Walda y Gorgonio eran amantes? —rió el comisario divertido por ver al viejo Florián Carro regando el rato con un poco de sal y pimienta.
—Bueno. No, si nos atenemos a la palabra que usa. Amante es un participio activo. Y ellos lo fueron de manera tan poco frecuente que casi se puede decir que eran un amor platónico. Hubo algo entre ellos en el año diecisiete. También cuando el comienzo del proyecto del dique…
—Por cierto, mi padre siempre decía que casi les cuesta su casa a los Schumboldt, ¿no?
—Así es, comisario. Pero permita que le saque de la duda que me preguntó antes. Usted quería saber de qué lado se puso Gorgonio en la guerra civil. Resulta que…
—Don Florián, se nos está haciendo muy tarde y tengo cosas que hacer antes de terminar el día. Lo espero mañana a la misma hora. Le ruego sea tan amable de no omitir nada del punto en el que nos encontramos. Y además, ampieza a hacer frío aquí en la plaza.
Mientras ayuda a don Florián a ponerse en pie, el comisario llama al cabo de día para que lo lleve hasta su casa de la calle Rivadavia.
—¿Alguna novedad de Buenos Aires, cabo?
—Hasta el momento ninguna, mi comisario.
—Tendremos que llamar nosotros para apresurarlos un poco. El señor Krohn está muy afectado y quiere que actuemos cuanto antes. Y no le falta razón.
—¿Qué Krohn está afectado, dice usted?
Al comisario no le pasa desapercibido el tono sarcástico de la pregunta del viejo jefe político. Tiene que posponer la curiosidad, así que toma nota.
—Si me permite, mi comisario —pidió anuencia el cabo—, mi padre me estuvo hablando ayer del coronel Colinas, cuando todavía era capitán y anduvo por Cruz del Eje en el año diecisiete…
—¿Y qué le contó su padre, cabo?
—Que tuvo que ser un tipo duro y difícil de tratar. Dicen que armó una fuga de presos, mi comisario y que ayudaba a los ferroviarios de la huelga.
—Algo de eso hay, cabo, pero creo que si alguien se lo puede contar bien es ese hombre que va usted a llevar ahora a su casa. Pero no me lo canse. Mañana tiene que seguir declarando conmigo, cabo. Acuerde con él una hora, temprano, para mañana.
Pone interés el cabo Bianchini. Conduce, pero quiere atrapar la atención del viejo Carro. Mira por el espejo, e intenta buscar el momento en los ojos del abuelo que va sentado en asiento de atrás. Un hombre cerca de los ochenta, indefenso ante el atropello de los años, que supo torear órdenes de su gobernador. Que supo, según le contaba al cabo Bianchini su padre, poner por delante su criterio antes que el de la poderosa West Indies y que escondió a aquel capitán español. Que ocultó en Argentina, sin vacilar, bajo una nueva identidad a un hombre que venía a colaborar. Aunque para ello tuviera que lidiar con una acusación del mismísimo Imperio Británico, casi dueño y señor de Argentina.