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Metabolismo energético del baloncesto de competición

N. Terrados (1), J. Calleja (2), E. Salinas (3)

(1) Unidad Regional de Medicina Deportiva del Principado de Asturias. Fundación Deportiva municipal de Avilés. Departamento de Biología funcional de la Universidad de Oviedo.

(2) Facultad de Ciencias de la Actividad Física y el Deporte. Universidad del País Vasco.

(3) Club de Baloncesto Unicaja de Málaga.

1. INTRODUCCIÓN

A pesar del gran número de practicantes y su difusión mundial, el baloncesto ha sido muy poco estudiado desde el punto de vista fisiológico. Realizando una revisión bibliográfica de los estudios publicados se observa que de los parámetros que se utilizan para analizar física y fisiológicamente la competición en baloncesto, unos valoran la carga física o carga externa (número de metros recorridos, tiempos de participación y pausa, tipos de acciones y número de estas acciones) y otros intentan analizar la carga fisiológica o carga interna (frecuencia cardíaca [FC] y concentración de lactato [LA]). Pero hay que destacar que todos los estudios revisados han sido realizados sin la actual modificación de las reglas de juego.

La bibliografía analizada sobre deportes de cooperación-oposición con carácter intermitente es numerosa, sobre todo para el fútbol (Bangsbo, 1992). Los métodos utilizados se basan en el análisis de las acciones y tiempos de juego y en la determinación de los requerimientos energéticos a través de las mediciones de la FC y de la LA.

La determinación de los requerimientos específicos del baloncesto para valorar la carga fisiológica a través de la FC y la LA en sangre periférica han sido estudiados por numerosos autores (Ramsey et al., 1970; McArdle, 1971; Colli y Faina, 1987; Dal Monte, 1987; Buteau, 1987; Grosgeorge, 1988; Layus, 1990; Zaragoza, 1996; Janeira et al., 1998; Rodríguez-Alonso, 1997; Refoyo, 2001; Rodríguez-Alonso et al., 2003).

La mayoría de estos estudios considera el baloncesto como un deporte cuya contribución metabólica proviene tanto de la vía aeróbica como de la anaeróbica aláctica y láctica. Por lo tanto, existe un solapamiento continuo durante las diferentes fases del juego. Fox (1984) considera que en un 90% la aportación es anaeróbica y en un 10% solamente la aportación es aeróbica, por lo que el sistema aeróbico es el que participa fundamentalmente en la provisión de energía para poder mantener la duración total del partido. La mayor implicación de la vía anaeróbica se relaciona con la lógica interna del baloncesto, ya que se realizan acciones de salto, salidas y paradas con balón y sin balón, tiros, defensas...., todas ellas a gran intensidad y de forma intermitente durante los 40 minutos de juego.

Por ello, autores como Zaragoza (1996), Colli y Faina (1987) consideran el sistema anaeróbico aláctico como determinante para la provisión de energía en ese tipo de acciones y consideran que el sistema anaeróbico láctico no es un factor limitante para el rendimiento del jugador de baloncesto. Algunos de los trabajos señalados anteriormente no discriminan entre puestos específicos y la valoración fisiológica de la carga en cuanto a la FC y la LA registrada en la mayoría de los casos en partidos amistosos y en jugadores de categorías inferiores.

Como consecuencia de esta revisión bibliográfica, se podría pensar que al cambiar los períodos del tiempo de juego a 4 cuartos de 10 min con posesiones de balón más cortas, el ritmo de juego sería más intenso en cada cuarto, de ahí que se empezara a dudar de las interpretaciones de los autores en cuanto a que el sistema anaeróbico láctico no tuviese una contribución importante al aporte energético en determinados jugadores y puestos específicos, pudiendo ser un factor limitante.

2. PARÁMETROS FISIOLÓGICOS

Analizando el tipo de acciones desarrolladas, desde un punto de vista energético, el baloncesto según Fox y Mathews (1976) es un 15% aeróbico. Los mismos autores en 1984 vuelven a redefinirlo como un 10% aeróbico. Dalmonte (1987) considera que la intervención del metabolismo láctico en competición es de un 20%. Otros científicos, como MacLaren (1990), exponen que el baloncesto puede ser considerado como un deporte moderadamente aeróbico.

Por lo tanto, este proceso de obtención energética intervendría en nuestro deporte sólo de forma predominante en la resíntesis de ATP.

Es muy importante conocer el protagonismo de las diferentes vías metabólicas en competición y evaluar la posibilidad de un mayor uso de la glucólisis aeróbica y anaeróbica en el baloncesto de alto nivel. La primera etapa del catabolismo de la glucosa celular es la vía glucolítica (glucólisis), que proporciona la energía rápida para mantener la contracción muscular desde pocos segundos hasta muchos minutos de duración, dependiendo de si se realiza aeróbica o anaeróbicamente, además de involucrar principalmente a las fibras musculares rápidas tipo II (Terrados, 1992).

El ácido láctico es el producto resultante de la degradación de la glucosa dentro de la vía glucolítica, tanto en ausencia de oxígeno como en su presencia (glucólisis aeróbica), ya que la acumulación de piruvato implica la producción de lactato. Más adelante veremos que la producción moderada de dicho metabolito puede ser beneficiosa para el metabolismo glucolítico y para la prevención de la fatiga (Fernández-García y Terrados, 2004). La LA en la sangre depende de su producción, pero también de su difusión a la circulación, y de su mayor o menor captación y oxidación por otros músculos y órganos.

El inicio de la producción de ácido láctico a través de la vía glucolítica aparece casi al comienzo del ejercicio (Hultman et al., 1983). Cuando se pretende mantener una intensidad de trabajo muy elevada durante un período superior a pocos s una vez superada la capacidad de la vía de los fosfágenos, se activa la vía glucolítica al producirse variaciones en las concentraciones intracelulares de determinados reguladores: CA, ADP, AMPc y amonio. A intensidades altas de trabajo, el ácido láctico se produce de forma importante llegando a acumularse si su capacidad para aclararse y eliminarse es superada.

La acumulación de LA en la sangre y en el músculo depende de la capacidad de aclaramiento del organismo y ésta a su vez es mayor cuanto más grandes y frecuentes son los períodos de reposo y mayor es la capacidad oxidativa muscular.

Margaria et al. (1964) utilizaron la determinación de la LA después del ejercicio como medida de la cantidad de energía liberada a través de la vía anaeróbica. Pero este método presenta varios problemas. El primero es identificar claramente cuándo hay un equilibrio entre el LA que hay en el plasma y que analizamos y el ácido láctico existente dentro del músculo, siendo esto difícil cuando se trata de ejercicio máximo.

El segundo problema es la gran variabilidad en el espacio de dilución del lactato (dependiendo de muchos factores de difícil control, entre ellos la mayor o menor hidratación del deportista). El tercer problema es la gran velocidad de reciclaje que tiene el lactato, por lo que antes de que se haya equilibrado el lactato del músculo con el de la sangre una gran fracción de ese lactato ha sido metabolizado en el propio músculo, en otros músculos, en el hígado o en el corazón. Y la última cuestión es que el lactato puede ser producido también durante la glucólisis aeróbica, por la acumulación de piruvato, que activa la enzima lactatodeshidrogenasa y lo convierte en lactato. Sin embargo, el pico de LA después de un ejercicio intenso ha sido utilizado a menudo como una medición de la liberación de energía anaeróbica durante el ejercicio (Jacobs, 1987). Aunque bien es cierto que la LA en sangre puede dar una indicación de la extensión de la glucólisis, no puede ser usada como una medida cuantitativa de la capacidad anaeróbica, ya que como se mencionó anteriormente puede ser producido también por la acumulación de piruvato producido en la glucólisis aeróbica (Gastin, 1994).

Hay que recordar también que aunque la acidosis que se produce en el músculo durante el ejercicio intenso (que es para muchos autores la causa de ciertos tipos de fatiga) ha sido tradicionalmente considerada como el producto del aumento en la producción de ácido láctico muscular, en la actualidad (Robergs et al., 2004) se considera que no es así.

Lo que durante muchos años se ha denominado “acidosis láctica” y ha sido durante más de 80 años la explicación fisiológica de la acidosis que se apreciaba en el músculo durante el ejercicio intenso, actualmente está en entredicho. Hasta ahora se daba por hecho que la producción aumentada de lactato causaba acidosis y esto era una de las causas de la fatiga muscular durante el ejercicio intenso. Algunos autores piensan en la actualidad (Robergs et al. 2004) que no hay evidencia de que la producción de lactato produzca acidosis muscular, sino que el lactato “retrasa algo la acidosis muscular”.

La acidosis muscular estaría causada por otras reacciones diferentes, además de las de la producción de lactato. Cuando la demanda de ATP para la contracción muscular se suple con la respiración-oxidación mitocondrial, no hay acumulación de protones en la célula, pues éstos son usados por la mitocondria para la fosforilación oxidativa y para mantener un gradiente de protones en el espacio intermembranas.

Sólo cuando la intensidad del ejercicio aumenta por encima del estado estable y se necesita obtener mucho más ATP de la glucólisis, tanto aeróbica como anaeróbica, y del sistema de los fosfágenos es cuando el ATP aportado por esas fuentes-metabolismos extramitocondriales aumenta la liberación de protones y causa la acidosis muscular. La producción de lactato aumenta en esas condiciones metabólicas, por acción de la LDH, para prevenir un aumento y acumulación de piruvato y para aportar el NAD+ que se necesita en la 2a fase de la glucólisis. Este aumento de lactato coincide con la acidosis muscular y sigue siendo un buen indicador indirecto de las condiciones metabólicas del músculo. Si el músculo no produjera lactato, la acidosis muscular (y por consiguiente, la fatiga muscular) ocurriría antes y afectaría al rendimiento.

De lo anteriormente expuesto podemos deducir que la LA sanguíneo puede ser usada para aproximarnos al conocimiento de las fuentes de energía muscular utilizadas en los deportes de equipo que realizan ejercicio de forma intermitente (McInnes et al., 1995) y que esta LA nos indica el funcionamiento de la glucólisis, tanto aeróbica como anaeróbica.

Han sido varios los autores que han utilizado este sistema para estimar el metabolismo energético en un deporte de equipo (Fell et al., 1998, Bishop et al., 2001). Aún son escasos los estudios que aportan datos acerca del metabolismo durante la práctica del baloncesto de competición, y apenas se tienen datos acerca de la importancia e interacciones de los sistemas energéticos aeróbicos y anaeróbicos en la demanda energética que requiere esta modalidad deportiva (McInnes et al., 1995). Quizás el que más aporte, hasta la fecha, sea el realizado por Rodríguez-Alonso y colaboradores (2003) en jugadoras de baloncesto internacionales.

A pesar de ello, la valoración de LA en sangre periférica es una práctica habitual en muchos deportes para establecer una aproximación de las intensidades de entrenamiento de los deportistas (Bishop et al., 1992; Terrados et al., 1995; Fell et al., 1998; Navarro, 1999), siendo numerosos los estudios sobre la LA en deportes individuales de carácter intermitente.


Figura 4.1. Valores de O2 máx durante juego simulado en un base de la liga ACB.

Investigaciones realizadas (figura 4.1 y 4.2) por nuestro grupo de trabajo (Terrados, 1992; Terrados et al., 1995; Fernández-Río et al., 2000; Rodríguez Alonso et al., 2003), así como otros estudios recientes muestran valores de consumo de oxígeno (figuras 4.1 y 4.2) durante el juego superiores a los descritos en la literatura, analizados mediante test de campo durante una competición simulada, con jugadores de baloncesto profesionales de elite (Terrados y Tramullas, comunicación personal, 2003), así como la LA en situaciones de competición real y entrenamiento (figura 4.3) superiores a las publicadas hasta la fecha (Terrados y Tramullas, comunicación personal, 2003). Estos datos nos hacen reflexionar sobre la intervención del metabolismo aeróbico en competición y deja abierta una nueva línea de investigación en este campo, sobre todo dirigida a la posibilidad de un mayor uso de la glucólisis aeróbica y anaeróbica en el baloncesto de alto nivel.


Figura 4.2. Análisis de gases espirados durante la simulación de un partido.


Figura 4.3. LA en sangre capilar de varios jugadores durante un partido de la liga ACB.

3. CONCENTRACIONES DE LACTATO EN BALONCESTO DE COMPETICIÓN

Como hemos visto anteriormente, la LA medida en sangre es el resultado del lactato formado y el eliminado; por ello no es una valoración exhaustiva y correcta de la producción de la vía glucolítica (McInnes et al., 1995), pero sí es una buena aproximación.

Las numerosas interrupciones existentes durante el juego podrían permitir algún aclaramiento de lactato. Los descansos entre cuartos, los tiempos muertos (1 min) y la posibilidad de que los jugadores sean sustituidos frecuentemente podría producir unos niveles más bajos de lactato de los esperados (MacLaren, 1990).

Por todo lo anteriormente expuesto consideramos muy interesante conocer los niveles de LA total que alcanzan los jugadores de baloncesto en competición y entrenamiento.

En baloncesto, los estudios son numerosos (Cohen, 1980; Colli y Faina, 1987; Buteau, 1987; Grosgeorge et al., 1988; Layus, 1990; Zaragoza, 1996; Rodríguez Alonso et al., 2003), pero ninguno de los consultados se ajusta al baloncesto actual, es decir son estudios anteriores al cambio de reglas. La mayoría de estos estudios se han realizados en partidos de entrenamiento y a jugadores de nivel medio alto (tabla 4.1).

Tabla 4.1. Resumen de LA en los estudios revisados incluidos en este capítulo.

AUTORJUGADORESLACTATO (mmol/l)
Cohen (1980)1a división de Francia (partido amistoso)1,4+0,7
Colli-Faina (1983)1a división de Francia (partido amistoso)3,8
Jeammes (1986)4,5
Dalmonte (1987)3,8
Buteau (1987)College de Francia (partido amistoso)1er tiempo base: 6,4+2,12º tiempo base: 3,7+0,51er tiempo alero: 7,2+0,72º tiempo alero: 3,7+0,51er tiempo pívot: 3,3+0,62º tiempo pívot: 3,0+0,9
Buteau, Grosgeorge, Handschuh (1987)College de Francia (partido amistoso)1er tiempo: 3,9+1,32º tiempo: 2,9+0,9Final partido: 2,9+0,9
Handschuh, Grosgeorge (1987)3,5
Layas (1990)9,2 máximo
Zaragoza (1994)3,3
Janeira (1994)1er tiempo: 3,4+0,52º tiempo: 2,3+1
Pérez Sánchez (1994)3,3
Mc Innes, Carlson, Jones,Mc Kenna (1995)6,8 máximo/ 2,8 mínimo
Janeira (1998)Partidos oficiales de la 1a división portuguesa (1994/95)1º tiempo: 4,5+0,82º tiempo: 3,4+0,5Final partido: 2,3+1,0
Salinas E, Alvero JR (2001)Partidos oficiales liga EBA Club Baloncesto Málaga-Unicaja (2000/01)Base: 5,38+0,9Alero: 3,75+0,57Pívot: 1,99+1,01
ESTUDIO; Salinas E. (2001-2002)Partidos oficiales liga EBA Club Baloncesto Málaga-Unicaja (2000/01 y 2001/02)Base: 5,1+1,47Alero: 3,21+1,19Pívot: 2,85+1,47

Cohen (1980) analizó la LA antes y después del partido de 5 jugadores de baloncesto de la 1a división francesa. Los valores medios encontrados fueron de 0,83 mmol/l y de 1,39+0,7 mmol/l, respectivamente. Colli y Faina (1987) estudiaron la LA de 9 jugadores de la 1a división italiana (3 bases, 3 aleros y 3 pívots). Las tomas fueron realizadas en 3 momentos del juego, que el autor no específica. Los valores medios encontrados en los aleros fueron superiores (6,3 mmol/l) a los de los bases (3,8 mmol/l) y los pívots (2,5 mmol/l). Colli y Faina (1987) encontraron que los valores más altos de LA eran de 6,6 mmol/l. Buteau (1987) investigó la LA en un partido de entrenamiento en un base, un alero y un pívot de categoría júnior. El objetivo del estudio era comparar la producción de lactato en función del tipo de defensa y del período de juego. Los resultados en el primer período realizando defensa individual en medio campo fueron 4,32 mmol/l. Realizando defensa individual presionante todo el campo los resultados fueron de 4,43 mmol/l. Los resultados en el segundo periodo realizando defensa individual en medio campo fueron de 2,76 mmol/l. En defensa individual presionante todo el campo los resultados fueron de 2,68 mmol/l. A su vez, los valores de lactato en reposo fueron de 1,3 mmol/l para el base, de 1,5 mmol/l para el alero y de 1,6 mmol/l para los pívots. Los valores analizados durante el juego fueron de 5,0+2 mmol/l para los bases, los aleros para 5,4+1,9 mmol/l y para los pívots de 3,1+1,1 mmol/l. Los resultados medios después del 1er tiempo fueron 4,9+1,9 mmol/l y después del 2º tiempo fueron de 4,5+0,8 mmol/l, lo cual nos indica cambios en la cinética del lactato.

Buteau et al. (1987) realizaron tomas de ácido láctico a 6 jugadores de categoría júnior en partidos de entrenamiento con 2 períodos. Los resultados en el 1er período fueron de 4,6+1,7 mmol/l y de 2,6+0,83 mmol/l, respectivamente. Dalmonte et al. (1987) también presentaron datos muy parejos con una muestra de 32 jugadores, en la que encontraron valores de LA en sangre que variaban de 2,1 a 6,5 mmol/l. Buteau y Grosgeorge (1987) encontraron los valores más altos en un partido de categoría cadete. El valor medio fue de 3,8 mmol/l y como valor máximo encontraron 7,2 mmol/l. Layus (1990) encontró como valor máximo en un partido 9,2 mmol/l de LA. Zaragoza (1994) registró como tasas más altas de lactato valores de 5 mmol/l.

McInnes et al. (1995) realizaron un estudio con jugadores de la 1a división australiana en el cual las LA sanguíneo durante los partidos eran de 6,8 + 2,8 mmol/l, lo que indica la importancia de la glucólisis anaeróbica en las demandas energéticas del baloncesto.

Los autores concluyeron que los requerimientos fisiológicos de los jugadores de baloncesto son altos con relación con las demandas del sistema cardiovascular y de las capacidades meta-bólicas de los deportistas. El grupo de Benelli y colaboradores en el año 1998 observaron concentraciones relativamente bajas con 32 jugadores seniors, presentando medias de 2,71 mmol/l en el 1er tiempo y 3,31 en el segundo.

Janeira y Maia (1998) presentaron un proyecto con jugadores profesionales de la 1a liga portuguesa en el que evaluaban la intensidad del juego con acciones del mismo (distancia recorrida, cambios de dirección y número de saltos durante el partido), la LA y la FC durante diferentes momentos del juego. En dicho trabajo se aportan datos de LA antes, durante y después del partido. Los valores son de 4,5 mmol/l en el 1er tiempo, en el cual el número de acciones son: 23 saltos de media y 32 cambios de dirección, además de 266 m de media recorridos a alta velocidad, en relación con los 3 mmol/l de LA encontrados en el segundo tiempo, en el cual cada una de las medias de las acciones eran inferiores (20 saltos, 25 cambios de dirección y 212 m, recorridos a una alta velocidad de ejecución). Al finalizar el partido las medias de LA eran de 2,3 mmol/l. Los investigadores afirmaron que una posible explicación de los valores bajos de LA durante el 2º tiempo y al finalizar el partido puede ser la depleción del glucógeno muscular, dada la gran intensidad a la que se juegan los partidos durante el 1er tiempo, aunque, como antes mencionábamos, aún no hay evidencia científica de este fenómeno. Layus (1990) observó como valor máximo en un partido 9,2 mmol/l de LA. Se puede deducir que las diferencias en las LA descritas no son muy grandes, ya que hay que tener en cuenta la metodología utilizada al realizar las tomas y sobre todo la diferencia existente entre los sujetos, puesto que mientras un estudio estaba realizado con jugadores de colegio, otro era con jugadores profesionales de una liga no competitiva en el continente europeo, con respecto a otros trabajos realizados con jugadores de Italia, España y Australia.

En una investigación reciente presentada por Marqués y Figuereido (2002), con jugadores italianos y portugueses de diferentes niveles, se encuentran diferencias significativas entre los distintos cuartos del partido.

Estos datos corroboran los anteriores y se observa la diferencia en función de la liga en la cual se juega, ya que los modelos de actuación de defensas, ritmo de competición y otros parámetros son muy diferentes.

En un estudio realizado con jugadoras de baloncesto de alto nivel (Rodríguez-Alonso et al., 2003), se obtuvieron diferencias significativas entre los diferentes puestos ocupados en la pista (bases con respecto a aleros y pívots) en este grupo de jugadoras internacionales (figura 4.3).

En el mismo estudio, los autores también observaron diferencias altamente significativas entre los valores obtenidos en entrenamiento y competición, lo que refleja la dificultad de reproducir durante las sesiones de entrenamiento el nivel de intensidad de las acciones realizadas en competición, destacando el hecho de que esa diferencia era menor cuanto mayor era el nivel deportivo de la jugadora. También eran menores las diferencias de intensidad, entre los entrenamientos y la competición en las jugadoras internacionales (figuras 4.4 y 4.5). Se observa igualmente un comportamiento fisiológico de los valores de ácido láctico en función del tiempo jugado en la pista (figura 4.5).

Sin embargo, son muy pocas las publicaciones científicas realizadas con deportistas en edades de formación (Buteau, 1987; Rotenberg et al., 1988; Salinas, 2001). Sólo dos de los trabajos anteriormente expuestos utilizan una muestra de estudio de cierto nivel de competición (Rotenberg et al., 1988; Salinas, 2001).

Buteau et al. (1987) realizaron tomas de ácido láctico a seis jugadores de categoría júnior en partidos de entrenamiento con 2 períodos. Los resultados en el primer período fueron de 4,6+1,7 mmol/l y de 2,6+0,83 mmol/l, respectivamente.

En un estudio presentado por Salinas (2001), se realizaron tomas de lactato en competición de liga regular de baloncesto júnior provincial de 4 tiempos de 10 min durante la temporada, en un grupo de jugadores de categoría júnior del Club Baloncesto Unicaja de Málaga (figura 4.6).


Figura 4.4. Media de LA durante la competición en diferentes puestos y niveles (Rodríguez-Alonso et al., 2003).


Figura 4.5. Relación de LA y tiempo para diferentes puestos y niveles (Rodríguez-Alonso et al. 2003).


Figura 4.6. Valores medios de LA por puestos durante la competición (Salinas y Alvero, 2001).

En el figura 4.6, se verifican las diferencias existentes de la LA media en competición entre puestos, así como la LA máxima alcanzada durante el transcurso del partido. Las LA en bases fueron de 5,38±0,9 mmol/l. En jugadores exteriores se observaron valores de 3,75±0,57 mmol/l. Finalmente, los pívots presentaron 1,99±1,01 mmol/l, con una diferencia significativa entre puestos específicos (p <0,0001).

Como conclusiones sobre estos datos se puede matizar que el pívot alcanza valores inferiores al alero y éste a su vez presenta valores de LA inferiores a los del base.

Aunque se encuentran valores elevados de LA, la producción real de esté en el músculo es mucho mayor, especialmente en los músculos más implicados (miembro inferior) ya que no todo el lactato producido después de un ejercicio de elevada intensidad aparece en la sangre (Bangsbo et al., 1992). Esto nos demuestra que el base es el jugador de campo que trabaja a mayores intensidades, seguido del alero y del pívot.

En un estudio pendiente de publicación, nuestro grupo de trabajo Terrados et al., Calleja et al. (2006) realizaron un total de 77 muestras en sangre periférica con jugadores internacionales júnior, de las cuales 15 se tomaron con relación al tiempo de juego, ocho de ellas se correspondieron con valores basales, 15 de las mismas a 1 min de finalizar el tiempo de juego del deportista, 14 a 3 min después de finalizado el partido, 14 a 5 min y 12 a 7 min. Las medias de LA encontradas se pueden observar en la tabla 4.2, con un rango máximo de 5,30 mmol/l de LA final y un rango mínimo de 1,20 mmol/l. Por puestos las medias observadas se pueden ver en la tabla 4.2.


Figura 4.7. Relación LA/ tiempo en un alero (Salinas y Alvero, 2001).

Las LA durante el juego son estadísticamente significativas entre el base y el pívot (p <0,05). Se describen diferencias estadísticamente significativas en las muestras de LA a los después de 7 min finalizar la actividad del base con respecto al alero (2,59± 0,72 frente a 3,33 ± 0,52) (p <0,05) y con respecto al pívot (2,59± 0,72 frente a 2,19 ± 0,14) (p<0.05). Se observan diferencias significativas entre las medias de LA final entre la 1a parte (1er-2º período) y la 2a parte (3er-4º período) (4,62 ±0,12 frente a 2,78± 0,17) p <0,05. Igualmente esas diferencias son significativas en ambos períodos en las medias de LA obtenidas en cada muestra realizada (1 min, 3 min, 5 min y 7 min).

Tabla 4.2. Valores medios de LA en función del puesto en jugadores internacionales júnior.


Con relación al valor de LA frente al tiempo jugado por el deportista, no se observa en los estudios una correlación significativa, pero si una clara tendencia (figuras 4.7 y 4.8).

Teniendo en cuenta los trabajos anteriores con jugadores seniors, una expliación de las concentraciones tan bajas en estos jugadores en edad de formación pudiera ser la inmadurez del metabolismo anaeróbico glucolítico, ya que para algunos autores (Erikkson et al., 1972) los jóvenes tienen una baja capacidad glucolítica como consecuencia de una baja actividad enzimática.

4. FUTURAS LÍNEAS DE INVESTIGACIÓN


Figura 4.8. Correlación entre LA final y tiempo (Calleja et al. 2006).

Los primeros trabajos que evaluaron la respuesta metabólica en competición obtuvieron unas LA de alrededor de 4 mmol/l. En consecuencia, el baloncesto quedaba clasificado desde el punto de vista fisiológico como una actividad basada en una potencia de grado medio, con una buena base de potencia anaeróbica aláctica.

Recientemente, algunas investigaciones muestran LA en competición en torno a los 6-8 mmol/l, o incluso valores más altos en jugadores profesionales de la liga nacional de la ACB, Campeones de la Euroliga (Terrados y Tramullas, comunicación personal, 2003), lo que nos hace reflexionar sobre la intervención del metabolismo glucolítico en competición y deja abierta una nueva línea de investigación en este campo.

5. SÍNTESIS DE IDEAS FUNDAMENTALES

La utilización del metabolismo glucolítico, tanto aeróbico como anaeróbico, parece tener una importancia mayor de la que se pensaba hasta ahora en el baloncesto de alto nivel. Su estudio puede aportar información práctica para ajustar las cargas de entrenamiento, conocer la situación metabólica de cada jugador durante la competición y diseñar estrategias nutricionales y de recuperación de la fatiga.

La LA medida en sangre es el resultado del lactato formado y del eliminado; por ello, no es una valoración exhaustiva y correcta de la producción de la vía glucolítica, pero sí es una buena aproximación.

Existen diferencias en la producción de lactato en función del tiempo jugado y del período de juego, apreciándose diferencias entre los distintos cuartos del partido.

También hay que destacar las diferencias entre las distintas posiciones de juego (mayor en los jugadores exteriores que en los interiores) y entre los jugadores de alto nivel y los de niveles inferiores, lo que muestra que la especialización del puesto en la cancha define el perfil fisiológico del jugador.

Parece que en los partidos de entrenamiento no se llega a los niveles de intensidad y de producción de lactato que se encuentran en partidos de competición real. Posiblemente los partidos de entrenamiento deberían contar con factores adicionales que estimulen la motivación de los jugadores y que les hagan emplearse con mayor intensidad en los lances del juego.

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Fisiología, entrenamiento y medicina del baloncesto (Bicolor)

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