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Aspectos fisiológicos aplicados a la preparación física en el baloncesto femenino. Una propuesta de trabajo

J.F. Aramendi (1)(2), J.C. Samaniego (1)(3), O. Díaz (1)(4)

(1) Osasunkirol, Salud y Deporte.

(2) Hondarribia-Irún Club de Baloncesto. Liga femenina.

(3) Hondarribia-Irún Club de Baloncesto. Liga femenina.

(4) Hondarribia-Irún Club de Baloncesto. Liga femenina.

1. INTRODUCCIÓN

Desde que en la década de los cincuenta se celebraran las primeras competiciones internacionales, el baloncesto femenino ha aumentado su popularidad de forma notable. Fruto de ello, se ha producido un gran incremento, no sólo en la cantidad, sino en la calidad de las jugadoras. Este hecho ha quedado demostrado no sólo por el nivel de juego exhibido por nuestros equipos en las competiciones de clubes, sino también por los resultados obtenidos por la Selección Nacional. Como consecuencia se ha producido un aumento en la exigencia tanto física, como psíquica, técnica y táctica de estas jugadoras.

Desde el punto de vista físico, ya en 1979, Cataniciu describió el baloncesto como un deporte complejo, con una solicitación metabólica aeróbica y anaeróbica altas, y con exigencias que requieren agilidad, destreza y explosividad. Desde entonces, el conocimiento fisiológico del baloncesto femenino ha mejorado de forma notable, en gran parte gracias a los trabajos publicados por el grupo dirigido por Nicolás Terrados.

El objeto de este capítulo es sintetizar los conocimientos existentes en la bibliografía sobre la fisiología del esfuerzo en el baloncesto femenino, y presentar una forma de aplicarlos al trabajo práctico con un equipo de la máxima categoría del baloncesto femenino español.

2. PECULIARIDADES FISIOLÓGICAS DE LA MUJER

Las diferencias anatómicas y antropométricas entre sexos son conocidas, y aunque son menores durante la infancia, se hacen más evidentes a partir de la pubertad. Las mujeres son más bajas, pesan menos, tienen menor masa muscular (MM) y mayor porcentaje de grasa que los hombres. Las jugadoras de baloncesto no son una excepción, lo que unido al hecho de que en este deporte las características biométricas son determinantes hace que el rendimiento en valores absolutos no sea comparable entre ambos géneros.

Desde el punto de vista cardiorrespiratorio, para una misma intensidad de esfuerzo las mujeres entrenadas tienen un volumen minuto cardíaco semejante a los hombres ya que compensan su menor volumen sistólico con frecuencias cardíacas (FC) mayores, por lo que a intensidades submáximas las mujeres tienen FC más altas que los hombres. En las pruebas respiratorias, las diferencias entre sexos se deben principalmente al tamaño corporal, siendo semejantes las adaptaciones cardiorrespiratorias que se producen con el entrenamiento de resistencia.

No se han encontrado diferencias entre géneros, ni en la distribución de tipos de fibras musculares, ni en la concentración de ATP o fosfocreatina de las mismas, ni tampoco en los mecanismos de control motor.

Las mujeres tienen en general un consumo máximo de oxígeno (O2 máx) del 15% al 30% menor que los hombres, sobre todo si se expresa relativo al peso corporal, por varias razones: su mayor masa grasa; su menor concentración de hemoglobina, y su menor capacidad de incrementar la diferencia arteriovenosa de oxígeno. Sin embargo, no se han encontrado diferencias entre géneros en el umbral anaeróbico, en el equivalente de lactato, en las curvas de lactato o en los incrementos que se producen en el O2 máx con el entrenamiento de resistencia, y cuando existen estas diferencias, pueden ser explicadas por los diferentes tipos de entrenamiento.

Las mujeres tienen menor potencia y capacidad anaeróbica que los hombres, tanto en valores absolutos como relativos. A pesar de ser datos referidos al peso corporal, la capacidad de realizar trabajos máximos de 10, 30 y 90 s, en personas sedentarias, es en las mujeres un 31-37% menor que en los hombres, aunque los estudios que han comparado con la misma metodología la concentración de lactato (LA) máxima en hombres y mujeres, después de un esfuerzo extenuante de alta intensidad, no han encontrado diferencias concluyentes.

En valores absolutos las mujeres tienen menos fuerza que los hombres, principalmente debido a su menor MM. Aunque no existen diferencias en la fuerza de los miembros inferiores, cuando ésta se expresa en relación con la MM, sí que las mujeres muestran menos fuerza en la parte superior del cuerpo, incluso cuando se expresa relativa a la cantidad de músculo. Como respuesta al entrenamiento de fuerza, las mujeres pueden obtener mejoras del 20% al 40%, que son tan importantes como en los hombres; sin embargo los mecanismos parecen ser diferentes, ya que en los varones se produce una mayor ganancia de MM, derivada sobre todo del diferente entorno hormonal, mientras que las mujeres pueden obtener estos beneficios basándose más en adaptaciones neurales.

El género femenino no se encuentra en desventaja en todas las cualidades físicas. Se ha descrito que las mujeres son hasta un 10% mejores que los hombres en algunas pruebas de habilidad manual. Aunque el baloncesto en algunas de sus acciones, como el tiro a canasta, exige un elevado grado de destreza, la aplicabilidad de los resultados de esas pruebas a estos gestos deportivos es cuestionable, ya que los mismos pueden estar influidos por factores socioculturales. Aunque se han encontrado estas diferencias entre ambos sexos en la habilidad manual, no se puede decir lo mismo de la agilidad, referida como la capacidad coordinativa motora de todo el aparato locomotor.

La mejor flexibilidad de las mujeres parece estar producida por la influencia de los estrógenos, que determinan un mayor contenido de agua y grasa de la musculatura, lo que disminuye la densidad del músculo y por tanto su resistencia al estiramiento.

Los datos sobre capacidad de esfuerzo en las diferentes fases del ciclo menstrual son confusos. En las investigaciones que han abordado este tema existen problemas metodológicos, ya que: a) no se ha determinado adecuadamente cuál es la fase del ciclo menstrual, por lo que no se sabe si se ha producido o no la ovulación; b) los tamaños muestrales son pequeños, y c) algunos trabajos se han realizado con mujeres sedentarias.

Aunque no parece existir un modelo generalizable sobre cuál es la mejor fase para obtener el óptimo rendimiento deportivo, algunos autores han informado de mejoras de la fuerza máxima en torno al 20% mayores, si dicho entrenamiento se sincroniza con el ciclo menstrual (Reis, 1995).

Teniendo en cuenta todas estas peculiaridades, es lógico pensar que los métodos de entrenamiento utilizados en los varones no se pueden aplicar directamente a las mujeres ya que son morfológicamente distintas, y en algunos aspectos funcionales, sobre todo los relacionados con la regulación hormonal del ejercicio, tienen una respuesta diferente.

3. COMPOSICIÓN CORPORAL DE LAS JUGADORAS DE BALONCESTO

Las diferencias en composición corporal entre los diferentes puestos de juego en el baloncesto femenino son evidentes. En estudios realizados mediante hidrodensitometría en jugadoras estadounidenses se han encontrado porcentajes de grasa (% graso) medios de entre el 17% y el 21%, siendo las bases las que tenían un menor porcentaje (14,6%), mientras que las aleros y las pívots mostraban un 17,5% y un 20,8%, respectivamente. En los trabajos que han determinado este % graso mediante la medición de pliegues cutáneos los resultados son diversos, y se han descrito desde valores medios de 15,7% hasta cifras con un rango de entre 15,8 y 26,9%. En referencia a la distribución del % graso por puesto de juego, algunos investigadores han informado que las aleros pueden tener unos pliegues cutáneos tan altos como las pívots.

Las jugadoras de la Selección Nacional han mostrado una suma de 6 pliegues (subescapular, tríceps, supraspinoso, abdominal, muslo anterior y pierna media) de 87,9±26,9 mm (media±DE), sin que las diferencias entre las posiciones de juego fueran estadísticamente significativas.

Nuestros datos concuerdan con los de este último trabajo, con valores medios de este parámetro de 87,4+26,5 mm (+DE) y con notables diferencias entre los distintos puestos (67,8+9,4, 82,0+17,7, 127,7+1,3 mm, para bases, alas y pívots, respectivamente).

Cabe destacar que el % graso ha demostrado tener un significativo valor predictivo del rendimiento en jugadoras universitarias canadienses.

4. PERFIL FISIOLÓGICO DEL BALONCESTO FEMENINO

El baloncesto y sus diferentes acciones de juego implican la participación de las vías metabólicas tanto aeróbica como anaeróbica láctica y aláctica. La importancia de cada tipo de energía en el desempeño físico de este deporte ha sido motivo de debate en la literatura, y como consecuencia de ello, existen numerosos artículos que estudian este tema en el baloncesto masculino. En el caso del baloncesto femenino, la evidencia científica es más escasa. Ya en 1979, Vaccaro et al. dudaban de la importancia relativa del metabolismo aeróbico en un juego orientado hacia la habilidad y, en donde el tiro, el dribbling y los pases son fundamentales. Dal Monte et al. (1987) han descrito el baloncesto como un “deporte basado en una buena potencia anaeróbica y una potencia aeróbica de grado medio”, lo que define muy bien lo que es el baloncesto moderno, con un elevado grado de exigencia física, tanto en el trabajo ofensivo como en el defensivo. Es necesario, sin embargo, hacer un análisis más detallado sobre la duración y la intensidad de los esfuerzos en los partidos de baloncesto femenino para poder así realizar una planificación adecuada del tipo, cantidad y periodización de las cargas de entrenamiento.

4.1. CAPACIDAD Y POTENCIA AERÓBICA

Los únicos datos que hemos encontrado sobre el umbral anaeróbico en jugadoras de baloncesto son los que refiere Rodríguez Alonso (1998a), quien mediante un test de campo progresivo ha descrito que éstas tienen un umbral de 4 mmol/l de lactato a una velocidad de 12,5 km/h y una FC de 170 pulsaciones/min, lo que supone aproximadamente un 89% de su FC máx.

El rango de valores de O2 máx publicados en los trabajos que lo han medido de forma directa en jugadoras de baloncesto, rondan entre máximos de 4 l/min y 57,2 ml/kg/min y mínimos de 2,8 l/min y 39,6 ml/kg/min (tabla 8.1).

Tabla 8.1. Parámetros fisiológicos y físicos de interés para aplicarlos al entrenamiento, medidos en jugadoras de baloncesto de diferentes niveles. Los valores son medias y desviaciones estándar (o rangos).




4.2. Capacidad y potencia anaeróbica

Los datos existentes en la literatura sobre capacidad y potencia anaeróbica en el baloncesto femenino son escasos y confusos, en parte por que no existe un patrón para medir estas cualidades, y además en algunas publicaciones se realizan test sin ninguna determinación metabólica. Se han encontrado dos trabajos que han medido la capacidad anaeróbica en jugadoras de baloncesto femenino. En uno han utilizado la prueba en cinta rodante descrita por Cunningham y Faulkner, y se han utilizado tiempos de carrera medios de 38,6 s y LA de 11,4 mmol/l. En el segundo, mediante el método, se ha informado sobre capacidades en torno a un 30% mayores en las bases en comparación con los otros puestos, siendo esta capacidad un 20% mayor en las jugadoras sénior que en las de categoría júnior.

Para medir la potencia anaeróbica en jugadoras de baloncesto se han utilizado el test de Wingate, el de Margaria, el salto vertical y el salto con contramovimiento.

La diversidad de los datos encontrados se debe a los diferentes métodos de medición utilizados y al distinto nivel de las poblaciones estudiadas (tabla 8.1).

4.3. VOLUMEN DE TRABAJO Y DURACIÓN DE LAS CARGAS

No abundan los datos sobre distancias recorridas por las mujeres en un partido de baloncesto. Oliveira (2001) ha estimado la distancia media recorrida por partido, en jugadoras de la liga femenina portuguesa, en 5.208+281 m (5.357+258, 5.234+238 y 5.046+265, para las alas, bases y pívots, respectivamente) sin observar diferencias significativas entre el primer y el segundo tiempo de los partidos (para los datos sobre intensidad de la carrera ver tabla 8.1). Estos datos son sensiblemente mayores a los descritos por otros autores en baloncesto masculino.

En cuanto a las acciones de alta intensidad, como el número de saltos, se ha obtenido una media de entre 27 y 35 saltos por partido, siendo las pívots las jugadoras que más veces saltaron (45+6), seguidas por las aleros (33+4), mientras que las bases realizaron un menor número de saltos (28+5). Así mismo, se ha estimado que una jugadora realiza unos 14 esprines de 1 a 4 s de duración por partido.

Si observamos la duración de los descansos o períodos de recuperación, en baloncesto masculino la mayoría de los esfuerzos tienen una duración de entre 11 y 20 s, con una relación esfuerzo-descanso de 1:1, lo que difiere de los datos publicados por otros autores con una ratio media de 1:1,7 (rango de 1:0,5 a 1:2). En el único estudio que hemos encontrado que mide este parámetro en mujeres, las ratios medias de los esfuerzos y recuperaciones coinciden con los descritos por Colli y Faina (tabla 8.2).

Además de la alternancia de esfuerzos de alta intensidad con fases de descanso, otra de las características que define este deporte es la gran diversidad de las acciones realizadas dentro de un partido. En estudios realizados en baloncesto masculino, se ha observado que los jugadores realizan más de 997 movimientos distintos, con 105 esfuerzos de alta intensidad por jugador y partido, entre ataque y defensa. Este número de esfuerzos parece ser sensiblemente inferior en el baloncesto femenino.

Tabla 8.2. Duración de los esfuerzos y las pausas en tres partidos de baloncesto femenino (n=30). Los datos son frecuencias absolutas (FA) y relativas (FR) del número medio de esfuerzos y pausas, así como el cociente esfuerzo-descanso de FA, (modificado de Colli y Faina, 1987).


4.4. INTENSIDAD DE LOS ESFUERZOS

La intensidad de esfuerzo de un partido de baloncesto parece ser más alta que la que pensaban los primeros investigadores que se dedicaron al estudio de la fisiología del baloncesto. En jugadoras universitarias americanas se ha estimado que una jugadora pasa el 62% del tiempo por encima del 85% de la frecuencia cardíaca máxima (FC máx), el 30% por encima del 90% de la FC máx, y el 4% por encima del 95% de la FC máx, con un rango de FC en los períodos de actividad de entre 169 y 182 pulsaciones/min y una intensidad media de esfuerzo del 83% del O2 máx. En baloncesto femenino universitario se han descrito FC medias en los partidos de entre 154 y 204 pulsaciones/min tabla 8.1.

En un estudio realizado con jugadoras de la Selección Nacional, Terrados et al. (1995) han informado sobre una FC media de 177+7 pulsaciones/min (DE) y un rango de entre 140 y 203 p/min. Según Rodríguez Alonso et al. (1998, 2003), las jugadores internacionales en los partidos trabajan alrededor del 95% de la FC máx y las de nivel nacional al 90-91% de la FC máx, mientras que en los entrenamiento se consigue llegar como máximo al 90% de la FC máx. Hay que hacer notar que la FC en los partidos es una variable dependiente de cada puesto, siendo en las bases mayor que en las aleros, y en estas últimas mayor que en las pívots tabla 8.1. Este hecho tiene gran importancia a la hora de la individualización del entrenamiento.

Terrados et al. (1995) han observado en jugadoras de nivel internacional una LA med en partido de 5,1+24 mmol/l, con un rango de 1,4 a 12,1 mmol/l. El mismo grupo de trabajo ha encontrado LA medias semejantes, con la LA significativamente mayores en las bases. En estos últimos trabajos llama la atención que los valores de la LA del 2º tiempo hayan sido ligeramente inferiores, lo cual podría estar influido por la exigencia física de los partidos, el estado de los depósitos de glucógeno muscular o el consumo de bebidas con hidratos de carbono.

Hay que resaltar que la mayoría de los datos revisados aquí se refieren a jugadoras universitarias americanas, de categoría internacional o que juegan en diferentes ligas nacionales. La extrapolación de estos resultados a jugadoras de otras edades o categorías debería realizarse con cuidado.

5. PREPARACIÓN FÍSICA APLICADA AL BALONCESTO FEMENINO

El principio de la especificidad tiene una amplia aplicación en nuestro deporte, “se compite como se entrena”, por lo que tanto entrenadores como preparadores físicos buscan constantemente el entrenamiento a ritmo de partido.

Como ha quedado demostrado en el apartado anterior, el baloncesto es un deporte interválico, es decir, una combinación de muy diferentes acciones de distinta duración e intensidad (saltos, esprines, frenadas, acciones de ataque y de defensa, etc.) con períodos de descanso intercalados (tiros libres, faltas, tiempos muertos, etc.).

5.1. ENTRENAMIENTO DE LA RESISTENCIA

La propuesta de planificación del entrenamiento que aquí presentamos se basa en un modelo de acumulación, transformación y realización (ATR) semejante al descrito por Navarro (1994). La resistencia de base se trabaja sobre todo en pretemporada a base de carrera continua a ritmos medios y fartleks. Durante la temporada se trabaja la resistencia una vez por semana, además del trabajo integrado que se realiza en los entrenamientos técnico-tácticos, en donde puntualmente se controla la FC como indicador de la intensidad de la carga. Como indican Sanchís Moysi et al. (2004) basándose en los datos publicados por Häkkinen (1993), estas sesiones parecen ser un estímulo suficiente para mantener el O2 máx durante una temporada; aunque las jugadoras de este último trabajo dedicaban una sesión semanal al entrenamiento de resistencia, realizaban en total 4 sesiones por semana y jugaban 1-2 partidos a la semana. En liga femenina frecuentemente se acumulan entre 9 y 10 sesiones de entrenamiento semanales y se juegan 1-2 partidos, por lo que consideramos que gran parte de la resistencia se entrena de forma natural durante los entrenamientos técnico-tácticos. En cualquier caso, el control de la (FC) durante el entrenamiento puede servir de ayuda para determinar si, de forma individual, alguna jugadora no llega a los mínimos de intensidad requeridos para este tipo de trabajo.

En las semanas de acumulación se hace más hincapié en el trabajo de la potencia aeróbica. Para este tipo de trabajo y basándonos en todo lo expuesto, hemos desarrollado un entrenamiento interválico, el intervall tximist (IT).

Este entrenamiento se desarrolla en un circuito montado en la cancha de baloncesto (figura 8.1) sobre el que realizan esfuerzos de 10 a 20 s de duración, a una intensidad del 90-95% de la FC máx, y con una relación esfuerzo-descanso de 1:1. Se realizan de 3 a 4 series de 4 a 5 min cada una, hasta un tiempo de esfuerzo total de 20 a 25 min. El IT ofrece la posibilidad de combinar cualquier acción, ya sea puramente atlética, carrera o salto, o más específica, como acciones defensivas, tiros, bloqueos, rebotes, palmeos, etc. A su vez, éstas pueden realizarse con balón o sin él, y además se puede regular la intensidad de dichos esfuerzos mediante el tiempo que se tarda en llegar a los diferentes puntos del circuito. Este tipo de entrenamiento interválico se realiza una vez a la semana, en los períodos en los que se juega un partido semanal.


Figura 8.1. Descripción gráfica del intervall tximist.

5.2. ENTRENAMIENTO DE LA FUERZA

A nuestro juicio, otra de las piedras angulares de la preparación física del baloncesto femenino es el entrenamiento de la fuerza. Al déficit que de forma natural tienen las mujeres con respecto a los hombres, hay que añadir la importancia que tiene en este deporte la capacidad de realizar acciones rápidas y explosivas con la mínima fatiga.

En esta forma de trabajo, el entrenamiento de la fuerza comienza durante el verano; en esta época se propone a las jugadoras que realicen planes individuales de entrenamiento de la fuerza diseñados en función de sus carencias.

Los trabajos que han estudiado la hipertrofia muscular producida por el entrenamiento en baloncesto femenino han demostrado que existe un incremento de la masa muscular en el brazo dominante de las jugadoras, aunque esta adaptación parece que se produce con los años de entrenamiento, ya que según Häkkinen (1993) no se ha encontrado evidencia de hipertrofia en el brazo dominante ni en la pierna de batida en jugadoras de nivel medio a lo largo de una temporada. En la 1a pretemporada en el equipo (2004-2005), después de realizar diferentes test de 5 repeticiones máximas (5 RM), se realizó un trabajo de hipertrofia muscular seguido de otro bloque de fuerza máxima, manteniendo este último tipo de trabajo durante casi toda la temporada.

En diferentes períodos del año, en función del calendario de partidos o de la necesidad de realizar “puestas a punto”, se trabajaron dos sesiones semanales de fuerza máxima, o un día de fuerza máxima y un día de encadenamientos. Los encadenamientos conllevan una serie de trabajos de fuerza máxima unidos a estímulos de fuerza explosiva y acabando con un gesto especifico de baloncesto.

La diversidad de métodos de medida descritos en la bibliografía, en muchas ocasiones sin utilizar ningún tipo de plataforma en las determinaciones (tabla 8.1), hace que sea difícil comparar la capacidad de salto de nuestras jugadoras con algún dato de referencia. Sin embargo, la evolución del salto vertical de las mismas durante dicha temporada (figura 8.2), con una mejora del 9% solamente en las pívots, y teniendo en cuenta las mejoras descritas en la bibliografía en algunas mujeres deportistas (Gorostiaga, comunicación personal), ha hecho que se produjera un replanteamiento en este tipo de trabajo.

Durante esta última temporada, al inicio de los entrenamientos se realizan ejercicios de estímulo neuromuscular y propioceptivo, que denominamos trabajo de prevención, ya sea mediante ejercicios específicos, en función de las lesiones más frecuentes de cada jugadora (tobillos, rodillas, isquiotibiales, etc.) o generales (abdominales y espalda). Para ello se utilizan métodos semejantes a los descritos por otros autores. Hay que resaltar que este tipo de trabajo ha demostrado efectos sinérgicos en algunos parámetros de fuerza máxima y explosiva. De la misma forma, no se realiza un entrenamiento específico de la velocidad, sino que este tipo de trabajo se integra dentro de los entrenamientos técnico-tácticos.

Esta propuesta de preparación física tiene sus defectos, y con seguridad existirán otros métodos tan adecuados o mejores que el que aquí se presenta. Sin embargo, conscientes de que la eficacia de un sistema de entrenamiento es siempre difícil de valorar, sobre todo en un deporte donde el rendimiento depende de tantas variables, nos sentimos orgullosos al analizar la diferencia de tanteo de los diferentes cuartos de todos los partidos de la liga 2004-2005. Sin duda, los resultados conseguidos por nuestro equipo no pueden obtenerse en el caso de llegar al último cuarto en una condición física deficiente (figura 8.3).

5.3. ENTRENAMIENTO DE LA FLEXIBILIDAD

Los estiramientos es otro de los aspectos del entrenamiento que se encuentra en un proceso de revisión. A raíz de las revisiones sistemáticas publicadas no existe evidencia de que su práctica produzca una reducción de la incidencia de lesiones .

Tampoco se ha aclarado por qué un músculo con un mayor rango de movimiento se puede lesionar menos, ya que muchas de las lesiones se producen durante contracciones excéntricas, y no hay investigaciones básicas que demuestren que un músculo con una mayor capacidad de distenderse sea capaz de absorber mayor energía. Además, cada vez son más numerosos los trabajos que informan de efectos negativos de los estiramientos realizados antes de acciones y cualidades que son de una importancia relevante en el baloncesto. Sin embargo, tener un rango de movimiento amplio puede ser beneficioso en algunas acciones del juego, sobre todo para algunos puestos, por lo que quizá lo más lógico es realizar este tipo de ejercicios después de los entrenamientos y tras los calentamientos.


Figura 8.2. Salto vertical con movimiento libre de brazos (VJ), su distribución por puestos y evolución a lo largo de la temporada 2004-2005. Los valores son medias y desviaciones estándar (n = 8).

6. FUTURAS LÍNEAS DE INVESTIGACIÓN

La medición de parámetros físicos, cardiovasculares y metabólicos durante los entrenamientos y los partidos, y su análisis, contribuirá a mejorar el conocimiento fisiológico de las jugadoras, posibilitará una mejor adecuación de las cargas de entrenamiento a sus características individuales y producirá una mejora del rendimiento de las mismas.

Los escasos datos existentes sobre distancias recorridas en un partido de baloncesto femenino deberían ser contrastados utilizando métodos de observación que tengan una validez y fiabilidad aceptables.

Se debe investigar más profundamente sobre cuál es el volumen, intensidad y tipo de entrenamiento de la fuerza más efectivo en jugadoras de baloncesto.

Del mismo modo se debería mejorar el conocimiento de las adaptaciones fisiológicas que se producen en la mujer como respuesta al ejercicio intermitente de alta intensidad.

La eficacia de los estiramientos en la prevención de lesiones debería ser probada mediante estudios controlados y aleatorios con un tamaño muestral suficiente. Así mismo, la necesidad de realizar estiramientos en deportistas que tienen un rango suficiente de movilidad articular debe merecer la atención de futuras investigaciones.

7. SÍNTESIS DE IDEAS FUNDAMENTALES

Con el objeto de aplicar los conocimientos existentes en la literatura sobre la fisiología del baloncesto femenino, hemos realizado una revisión bibliográfica sobre los mismos y presentamos, para su discusión, una propuesta de aplicación de estos datos a la preparación física de un equipo del más alto nivel.


Figura 8.3. Diferencia de tanteo ordenada por cada uno de los cuartos de todos los partidos de la temporada 2004-2005 de la liga femenina. Los equipos se encuentran ordenados según su clasificación final en la liga regular.

Dependiendo del método de medición utilizado y de su nivel, las jugadoras de baloncesto tienen un % graso entre el 17% y el 21%, con una suma de 6 pliegues en torno a 90 mm y un O2 máx entre 48 y 49 ml/kg/min. Son muy escasos los trabajos que han medido la capacidad de salto de estas jugadoras con métodos válidos.

En cuanto a la exigencia física de los partidos, las mujeres corren aproximadamente 5.200 m por partido (aunque estos datos deberían ser contrastados) y realizan 75 esfuerzos diferentes, de los cuales de 27 a 35 son saltos y 14 son esprines de 1 a 4 s de duración. La mayoría de las acciones duran entre 0 y 20 s, siendo la relación esfuerzo/descanso más frecuente la de 1:1. La FC media de los partidos se encuentra en torno a 175 p/min, siendo la LA media de 5 mmol/l aproximadamente.

La profundización en el conocimiento de la fisiología del baloncesto femenino puede redundar en una mejora del rendimiento deportivo. La óptima aplicación del entrenamiento de la fuerza y del ejercicio intermitente de alta intensidad a este deporte debe ser motivo de futuras investigaciones.

8. BIBLIOGRAFÍA CITADA

Nos gustaría expresar nuestro más profundo agradecimiento por la ayuda que hemos recibido en la búsqueda bibliográfica a Julio Calleja, Jurdan Mendigutxia y Marcos Rodríguez Bravo, así como a los servicios de Biblioteca del Centro de Estudios e Investigación del Gobierno de Navarra y del Hospital Donostia.

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