Читать книгу El increíble robo del informe "Rinconcillo" - Julio Muñoz Gijón @Rancio - Страница 12

OCHO

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En el Registro del Ayuntamiento, Jiménez está eufórico porque la funcionaria ha aceptado el reto.

—Genial, no me quedaba duda, porque es usted una mujer inteligente, a la vez que guapísima, ¿eh? Lo estábamos comentando todos, ahora dígame tres palabras y yo me invento un chiste.

Tras unos segundos, la voz se oye al otro lado, algo dubitativa.

—«Pelota». «Psiquiátrico». Y «trabajo».

Todas las miradas pasan de las puertas de la ventanilla cerrada a Jiménez. El cerebro de Jiménez parece ir a mil por hora, solo tarda cuatro segundos.

—Ya.

Todos se quedan asombrados.

—¿Seguro? Oiga, que se tiene que reír, asegure el chiste, hombre, que al final un talonario es un dinero…

Jiménez empieza.

—Escuche, amiga, ese médico que va a un psi-quiá-tri-co.

Todas las personas de la cola señalan un uno con el dedo. Jiménez asiente.

—Total, que sale al patio y ve a unos cuantos internos jugando un partido de fútbol, pero, escucha, sin balón y sin porterías. Y los tíos allí, «¡Pasa!», «¡Tira!», «¡Fuera de juego!», pero sin pe-lo-ta ni nada.

Todos en la cola marcan un dos con los dedos. Uno de los hombres de la cola le habla a una mujer al oído.

Hijoputi, como se gusta. Tiene que decir «pelota» y antes ha dicho «balón». Va sobrado el gachó.

—Total, que el médico del psiquiátrico los mira un rato jugando al fútbol sin balón y se sienta en un banco donde había otro interno. Lo ve y le dice: «¿Qué tal? ¿Cómo está?», y responde el tío: «Pues mira, aquí viendo a los locos estos. Hay que ver esta gente… es que están fatal de la cabeza, es que todos los días se pegan dos horas aquí como si jugaran al fútbol, pero sin balón, sin portería ni nada. Dándole patadas al aire, creyéndose que marcan goles… Yo, de verdad, es que no sé qué hago aquí con esta gente».

En el Registro, una mujer se acerca a Jiménez y le habla al oído.

—«Oferta», no te olvides de meter «oferta».

Jiménez asiente extrañado y continúa.

—El médico se queda alucinado con lo que le dice el tío, porque parece muy cuerdo y de repente le suelta: «Pues, mira, yo es que soy médico de fuera y yo lo que vengo es a hacerle una oferta de tra-ba-jo…».

Todos celebran la tercera, Jiménez sigue inalterable.

—«… al que vea mejorcito, para que pueda salir de aquí, tener una vida normal, un dinerito al mes…». El interno lo mira interesado y dice: «Ostras, pues, mira, suena muy bien, ¿y el trabajo de qué sería?»; y le dice el médico: «Pues, mira, el trabajo es ir alquitranando de aquí para allá y de allá para acá los seis carriles de la A-49». El interno lo mira y le dice: «¿La de Huelva?». Y dice el médico: «Sí. De aquí a Huelva y de Huelva para acá». El loco se queda un segundo callado y de repente se tira al suelo con las manos a la cara y grita: «¡AY, QUÉ BALONAZO ME HAN DADO!».

Todos empiezan a reírse a carcajadas, Jiménez el que más. Al momento miran a la ventanilla que sigue igual, la decepción parece inundar a todos, pero de repente las puertas de la ventanilla se abren y aparece la funcionaria casi sin poder respirar de un ataque de risa. Como puede, con lágrimas en los ojos, hace un gesto de que pase el siguiente. Todos lo celebran y Jiménez se va al final de la cola, pero entonces la mujer a la que le tocaba lo para.

—Oiga, yo le dejo ir delante mía si a los demás les parece bien, al fin y al cabo lo ha arreglado usted.

Todos parecen de acuerdo, Jiménez está encantado, pero justo en ese momento suena su móvil. Jiménez ve en la pantalla «Villanueva» y duda si cogerlo. Finalmente, lo hace.

—Jiménez, necesito que venga urgentemente.

Jiménez no se lo cree.

—Jefe, ¿puede usted esperar diez minutos, por favor?

—Imposible, Jiménez, le he mandado la dirección ya por WhatsApp. Necesito que venga ya, hay un atraco con armas de fuego y rehenes nada más y nada menos que en el Archivo de Indias.

El increíble robo del informe

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