Читать книгу El increíble robo del informe "Rinconcillo" - Julio Muñoz Gijón @Rancio - Страница 6

DOS

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Comisaría de la Policía Nacional de Sevilla. Jiménez y Villanueva están en el despacho con un hombre de unos cincuenta años que solloza sobre la mesa. Villanueva apoyado en una esquina. Jiménez, sentado en una silla, le acerca un pañuelo de papel.

—Toma, Rafael, suénate, hombre. Si nosotros te atendemos todas las veces que haga falta, no te pongas así…

Villanueva lo interrumpe.

—Hombre, Jiménez, todas las veces que haga falta…

—Ya, ya, déjeme, Jefe.

Jiménez mira al hombre.

—Pero es que esto no es serio, Rafael, esto no es serio.

El hombre asiente, pero no puede parar de lloriquear.

—Pero… ¿para tanto es? ¿Para traerme aquí como si fuera yo un delincuente?

Villanueva coge un papel y consulta un dato.

—Rafael, ha pulsado usted su alarma de atracos 36 veces en los últimos dos meses. Y cada vez que lo hace hay un dispositivo, un aviso a la central, una unidad con compañeros que se desplaza, un gasto…

El hombre se recompone algo, aunque sigue sollozando.

—Ya, ya, pero es que no me acostumbro a que me entre por la puerta un tío con una navaja de dos palmos en la mano, tan raro no es, ¿no?

Jiménez le responde.

—Hombre, para alguien con una cuchillería, sí es raro, Rafael.

Villanueva parece desesperarse. El hombre comienza de nuevo a lloriquear.

—Si yo tenía que haber montado una mercería como me dijo mi hermana.

Jiménez asiente.

—Mira, eso es muy buena idea, Rafael, sí señor. Hay que hacerle caso a las hermanas y a las madres. Me vas a comparar tú a mí que te entre un gachó por la puerta con una navaja de siete muelles, aunque sea para afilar, a que te entre con un esquijama, o unos bradlys porque le quedan colgones. Es que no hay color.

El hombre sigue llorando.

—Si es que no valgo para nada.

Villanueva se apiada.

—Venga, hombre, no se ponga así, usted monta una mercería y listo, si ya tiene el local, verá como gana calidad de vida y tranquilidad, usted y nosotros, porque un día va a tener un problema de verdad y no lo vamos a creer.

El hombre se asusta.

—¿Usted cree? ¿Con la mercería también voy a tener problemas? ¿Y uno de verdad?

Jiménez se levanta e invita a incorporarse al hombre. Los dos policías lo van acompañando hacia la salida.

—No, hombre, no, con la mercería todo bien, eso no se preocupe usted, que no tiene peligro. Como mucho algún elástico que se estire y le dé, o alguna pasamanería fea, pero nada. Ese es el negocio que tiene que montar, Rafael, pero, eso sí, tijeras, alfileres y eso no venda, por si acaso, que la mente es muy traicionera y va a volver a darle al botoncito.

—Mira, mejor pongo la mercería por Internet y ya me quito de problemas.

Villanueva asiente.

—No se preocupe, estamos para servirle siempre.

El hombre desaparece escaleras abajo y Villanueva y Jiménez lo ven marcharse. Villanueva mira a Jiménez.

—Jiménez, en esta ciudad ocurren cosas que solo pueden pasar aquí.

El increíble robo del informe

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