Читать книгу El increíble robo del informe "Rinconcillo" - Julio Muñoz Gijón @Rancio - Страница 9

CINCO

Оглавление

Alúa y un joven están en una habitación minúscula. Tienen dos sacos de dormir en el suelo. El joven está tumbado sobre uno de ellos. Tiene una gorra, dos pendientes de aro y está escuchando música con unos auriculares y un reproductor de MP3. Parece rapear en voz baja, como si improvisara. Alúa tiene una venda en los ojos y está jugando al ajedrez contra él mismo en un pequeño tablero magnético de esos que se doblan y sirven de caja para las fichas. El joven se quita los auriculares y lo mira.

—Alúa, eres tela de raro, quillo. Ya jugar al ajedrez es de rarito, jugar al ajedrez contra ti mismo más todavía, pero jugar al ajedrez contra ti mismo y con los ojos vendados… compadre, eso es más raro que un pescado con hombros.

Alúa sigue jugando, pero le contesta.

—Todo el mundo quiere ser original, pero ninguno está dispuesto a ser raro.

El joven de la gorra lo mira con asombro y se acerca.

—Pero es que es la polla, o sea, es que te acuerdas, chorla, de donde está cada pieza, las tuyas y las… bueno, y las tuyas.

—Las blancas y las negras.

—Eso, sí, porque tuyas son todas.

—El ajedrez mejora la creatividad, te ayuda a anticipar problemas y multiplica tu capacidad para buscar soluciones.

—Yo le meto al Fortnite fuerte, bueno, y a las rimas, que ten­go unos colegas con los que hago batallas de gallos en el barrio.

Alúa sigue haciendo movimientos con los ojos vendados.

—El ajedrez a ciegas, además de todo lo que aporta el juego, potencia la memoria operativa, la que nos sirve para recordar información durante periodos cortos de tiempo, no durante meses o años, sino la rápida.

—¿Y eso para qué vale?

—La memoria siempre sirve, Yasuni, la memoria es lo que somos, y la razón de que hagamos lo que hacemos.

El joven de la gorra, Yasuni, no deja de mirar al hombre jugando.

—¿Por ejemplo lo de mañana? ¿Eso también lo haces por algo de tu memoria?

—Sobre todo lo de mañana.

Alúa sigue moviendo fichas del ajedrez.

—Es mejor que descanses, mañana será un día importante.

—Yo lo que quiero es acabar, que me des mi pasta y listo.

—Si no te sales del plan, todo saldrá bien y tendrás tu dinero. ¿Lo tienes todo?

—Sí, sí, las escopetas, las máscaras… todo.

—¿El Diario de Sevilla también?

—Sí, ya lo tengo puesto en el sitio en el que acordamos. Tranqui, que el Yasuni lo tiene todo controlado.

Alúa mueve un alfil que ataca al rey, piensa unos segundos y habla.

—Jaque mate.

Se quita la venda, mira el tablero y comienza a guardar las piezas. Yasuni lo mira.

—Alúa, a mí me llaman Yasuni porque cuando mis colegas querían empepinar las motos para dar palitos con escapes guapos se los ponía yo. Al tiempo me di cuenta de que ganaba más pegando palos que poniendo escapes, sobre todo trepando hasta las ventanas, que se me da bien, pero ya se me quedó el mote.

Se queda en silencio, como dudando si preguntar algo, pero lo hace.

—Y tú… ¿por qué te llamas Alúa? Esos son los bichos que se ponen en las trampas para pajarillos, ¿no? En las costillas…

Alúa limpia con un trapo el pequeño tablero de ajedrez y lo guarda en una mochila.

—Es un apodo de mi familia, no sé de dónde viene. Limpia todas las huellas y vamos a descansar. El plan es perfecto, si lo hacemos como te he dicho y no te sales en ningún momento del guion, todo estará controlado.

Yasuni escucha a su compañero con lo que parece una mezcla de fascinación y miedo.

—Vale, de acuerdo. Por cierto… ¿has ganado o has perdido la partida?

Alúa lo mira y le responde pensativo.

—Cuando pierdes, aunque sea mucho, también ganas. Limpia y descansemos. Mañana es mi día.

El increíble robo del informe

Подняться наверх