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XIII

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“Siéntate una tarde, haz un plan de qué es lo que quieres hacer, aclara tus metas y organiza tus actividades para lograr tus objetivos, y cuando empieces a ver los resultados vas a empezar a sentirte mejor contigo misme y empezarás a verte más atractive.

Existe una parte del cerebro donde se segregan hormonas, endorfinas y dopamina, esta última conocida como la hormona del amor. Cuando estás enamorade, segregas esas hormonas igual que cuando estás feliz o cumples objetivos vitales. Cuando liberas estas hormonas tu piel se ve más bonita y tu pelo brilla más, como tus ojos, lo que te vuelve más atractive para los demás.

Si llevas años buscando a tu pareja ideal y no le encuentras lo que estás haciendo mal es desesperarte. Estar desesperado es el principal error que cometemos al buscar a alguien con quien compartir nuestra felicidad. A nadie le gusta estar con alguien ansioso, desesperado o aprensivo. Lo mejor en estos casos es centrarte en algo que te apasione de verdad, algo que te provoque las mismas mariposas en el estómago. Tú sabes que esas mariposas las puedes encontrar de mil maneras y en miles de cosas que te motiven, no solo en el amor.”

Una canción sucedía a otra aleatoriamente y sin cesar, y solo unos pocos segundos sonaban de cada una en los auriculares de Kino antes de que este la cambiara. Llevaba ya más de cinco minutos dándole al botón de próxima canción compulsivamente mientras releía las palabras proyectadas ante él, intentando darles algún significado o, en su defecto, sentido. Ninguna de las canciones era la apropiada para inspirarle en aquel momento. Se encontraba sentado en la mesa de su cubículo, y mirando a la pantalla la estupidez del texto que él mismo había escrito le dejaba anonadado.

Desde que Ronnie le había dado el tirón de orejas por el contenido de sus artículos, Kino se había empezado a aplicar en lo que hacía. Cuando quería era bueno, y eso era precisamente lo que le desagradaba. El ser bueno y con relativamente poco esfuerzo en algo que él detestaba tanto. Talento para el mal.

La mayoría de los compañeros de Kino se valían del data-fishing en las redes sociales para ver qué contenido era el que el público podría querer comprar, y recurrían a complejos algoritmos para establecer patrones de conducta. Pero Kino tenía otra forma de actuar. Sencillamente, Kino se dedicaba a analizar qué era lo que vendía 5 Minutos, y a partir de ahí él creaba el tipo de texto que sus patrones deseaban que le llegase al público.

Al fin y al cabo, la revista era un medio consolidado y perteneciente al grupo «Hush», el principal gigante mediático del país. Mientras que Industrias Lázaro había centrado sus actividades en campos específicos, Hush movía hilos en entretenimiento, prensa, música y trabajos sociales, y era una de las corporaciones referente dentro del Ibex45.

Entonces, ¿cuál era el mensaje que le convenía dar al grupo Hush? Pues al parecer de Kino perpetuar el statu quo. Así que, ¿cuál era la mejor manera que tenía una revista como 5 Minutos para contribuir a que todo siguiera igual? Kino pensaba que la mejor opción era seguir alimentando los miedos. Después de ocurrírsele el tema para esta noticia: «10 motivos por los que la gente con pareja resulta más atractiva que la gente soltera», Kino había elegido centrarse en tres características que él veía en los medios de comunicación y, por consiguiente, en la sociedad: narcisismo, hedonismo y egoísmo.

Su texto era una falsa receta para la felicidad, prometiendo alcanzarla en cuanto se encuentre pareja, y al mismo tiempo emborronando los conceptos de amor y atractivo físico, haciéndolos casi indistinguibles. A Kino se le ocurrió la idea de este tema cuando a mitad del porro de media mañana (que él siempre decía que era el mejor del día) pensaba en cómo todas las empresas de seguros, inmobiliarias, etc., cada vez que hablaban de futuro y felicidad usaban la imagen de una feliz pareja en sus trípticos corporativos. Pero no solo eso, sino que cuando te enamoras aún encima te vuelves más guapo o guapa. «¡La hostia, vamos!» pensaría el lector «¡Qué cosas descubren…!». Al fin y al cabo, Kino estaba convencido de que hoy en día ya nadie creía que tener pareja se trataba de vivir para alguien más, sino de que esa otra persona sirva para lidiar con las inseguridades de uno.

Pero como bien había aprendido trabajando en el mundo de la prensa, hay que aprovecharse de los miedos e inseguridades de la audiencia si se quiere vender el producto, arrojando por el medio algunos inventados datos pseudocientíficos de universidades también inventadas. De manera que al final el lector llega a la conclusión lógica, si no tienes pareja es porque eres feo. Y si eres feo es porque algo estás haciendo mal, porque no estás consiguiendo tus objetivos vitales. ¿Y no era uno de tus objetivos vitales, encontrar el amor y, por tanto, la felicidad?

¿Ves cómo funciona este círculo vicioso?

Así, para rematar la faena, se le presenta al consumidor una manera de escapar del círculo: alcanza tus otros objetivos vitales. Y como Kino bien sabía, él habitaba dentro de una sociedad alarmantemente superficial, y una sociedad superficial valora el éxito en el dinero. Y ya está, todo conectado y bien hilado. Sigue trabajando, sigue esforzándote y la recompensa llegará. Mantén tu vista en el premio, la buena vida, igual que un caballo mantiene su vista en la zanahoria que pende sobre su cabeza.

Kino sabía que aquel artículo iba a tener buena acogida entre sus superiores. No pensaba en Ronnie, de hecho, estaba seguro de que a su editor se le escaparían las sutilezas del auténtico mensaje de la revista, el que importaba. Si a Ronnie le gustaba aquel artículo era porque, al igual que le pasaría al público más adelante, aquel artículo generaría en él las inseguridades suficientes para aceptar con los brazos abiertos el tono ñoño y positivo a lo Mr. Wonderful de la moraleja con la que acostumbraban a terminar los artículos de la revista. Pero no, no pensaba en Ronnie, Kino pensaba en los jefes de verdad. Los Jefazos.

Pero, aunque sabía que estaba ante un buen trabajo, acorde a los estándares de sus superiores, se encontraba ante un problema: solo había encontrado siete motivos por los que la gente con pareja es más guapa, y aquello se suponía que era un Top 10.

Instinto animal, proyección de confianza, muestra capacidad de compromiso, pura competición con otros pretendientes, proyección de familia, desapego emocional (la persona comprometida puede resultar atractiva para alguien que no está listo para el compromiso) y, por último, el dinero y el éxito. Ahí era donde Kino se había quedado bloqueado.

Las canciones seguían pasando, pero ninguna le parecía adecuada todavía. Todos los grupos, todos los géneros y todos los estilos se iban sucediendo hasta que de pronto, algo conectó con él. Una canción de sonido vasto que supo acallar el barullo de melodías que llevaba sonando en los cascos tanto tiempo. Un ritmo seco de percusión y palmadas, y luego entraba la voz rasgada del Hombre de Negro. Y de repente, Kino asumió la verdad y recordó que aquel artículo no tenía ningún sentido, ni nada de lo que había en las oficinas que le rodeaban. Aquel texto era ridículo y solo tenía el sentido que una persona ridícula podría darle. Pero una voz dentro de su cabeza ajena a todo le preguntaba, ¿qué estaba haciendo él allí?

«¿Yo?» decía otra voz. «Esto es un paso intermedio. Solo estoy trabajando aquí mientras termino mi libro». Pero el estribillo de la canción decía: «Sooner or later God’s gonna cut you down»3.

«Oh, pero si lo más importante es el libro… ¿qué haces aquí, Joaquín?». Kino sabía que se engañaba, que aquel trabajo le dejaba demasiado cansado para seguir escribiendo al llegar a casa. Cansado de la pantalla y del teclado, e incluso cansado de las letras. Le daba vergüenza aspirar a convertirse en escritor y estar cansado de las letras, y aún encima Johnny Cash insistía: «Sooner or later God’s gonna cut you down».

«Pero no puedo aceptar la propuesta de Raúl».

«Trescientos mil euros».

«Lo que me pide es inmoral».

«Lo que tienes es miedo, miedo de lo que te puedas encontrar en la mente de papá». Y Johnny Cash repetía: «Sooner or later God’s gonna put you down».

«En la mente de Ricardo».

Y como si con esa frase diese por finalizada la discusión interna que acababa de tener lugar dentro de él, Kino desplegó el menú de llamada de su holo-pulsera y buscó el contacto de su hermano mientras la canción se acercaba a su final. Kino paró la música, necesitaba hablar con su hermano. Aunque no fue su hermano quien apareció flotando sobre la palma de su mano en la pantalla holográfica de su HSB.

—Despacho del Sr. Lázaro.

—Isidoro, ponme con mi hermano.

—En estos momentos está ocupado, señor…

—Que me lo pongas de una vez. O si no, la próxima vez que vaya por allí te enteras.

Hubo un leve silencio, en el que Isidoro se quedó inmóvil y con los ojos muy abiertos. No estaba acostumbrado a que le hablasen así, como si él no fuera el acceso directo a la persona más importante de la compañía. Finalmente bajó la mirada avergonzado y pulsó un botón del teclado que había encima de su mesilla, con lo que sonó un zumbido.

—Ahora lo atiende.

—Gracias, Isidoro.

La pantalla se volvió negra durante los pocos segundos que tardó en aparecer Raúl en imagen, sentado detrás de su mesa de cristal.

—Buenos días, Joaquín. Dime, ¿has…?

—Sí.

—¿Perdón?

—Acepto.

Ya estaba. No era necesario decir más nada, a partir de ahí la conversación solo iba a tratar de formalidades. Los dos hermanos hicieron los preparativos para quedar esa misma semana. El viernes de nuevo, solo que esta vez antes. Kino quedó con su hermano en que se dirigiría a Industrias Lázaro en cuanto saliera de la redacción, así que para el viernes intentaría tener todo el trabajo de la semana no solo terminado, sino dado el visto bueno. Odiaría tener que llevarse trabajo a casa un fin de semana.

Entre el fijar el día y la hora y un par de frases motivadoras de Raúl, del tipo de las que hablan del gran propósito de nuestra empresa y demás tonterías, la conversación terminó igual de fríamente que había comenzado.

Kino colgó y se quedó pensativo, a decir verdad, llevaba toda la semana pensando en lo mismo desde que se había reunido con su hermano. No hacía más que repetirse todos los motivos que se le ocurrían para convencerse de que hurgar dentro de los recuerdos de su padre muerto no podría traer nada bueno. Sin embargo, sentía algo, como si a una parte de él la idea de la propuesta laboral de Raúl le fuese irresistible, y no se debía solo al dinero. Algo de todo aquello le atraía, y no le gustaba el sentimiento. Siempre había tenido una sensación de inferioridad frente a su padre, como si aquel cabrón de Ricardo hubiese tenido siempre una respuesta preparada para cualquier cosa que sus hijos le pudieran decir y terminar él siempre teniendo la razón y la última palabra. Cuando discutía (o, mejor dicho, cuando había discutido) con su padre, se sentía indefenso, como si no pudiera confiar en sus capacidades intelectuales para argumentar con él.

Siempre había terminado sintiendo que no tenía razón y aquello había acabado desencadenando en un profundo resentimiento hacia su figura paterna. Y aunque él jamás lo hubiese admitido, a Kino le hubiese gustado que las cosas entre su padre y él fuesen diferentes. Haber tenido otro tipo de relación. ¿Y si entrando en la memoria de su padre se llegaba a ver como lo había visto este, desde sus propios ojos, ahora que ya no podía hacer nada para cambiar la opinión de Ricardo? Después de que esa noción le atravesase la mente, sintió como si un puño invisible le apretase el estómago, dificultándole respirar.

«Basta —se dijo a sí mismo—, es hora de pensar en cosas productivas». Como, por ejemplo, la manera de compaginar su trabajo con el proyecto de Raúl. Kino no sabía cuánto tiempo sería capaz de soportar trabajar con su hermano, y en caso de echarse atrás se preguntaba también si cobraría algo dependiendo del trabajo que llevara hecho. Por tanto, todavía no estaba listo para dejar su trabajo en 5 Minutos, nunca se sabía. En el mejor de los casos, terminaría el proyecto de investigación, y con los trescientos mil euros en su cuenta ya podría empezar a preocuparse de que le echaran del trabajo, y llevarse así también una indemnización que le ayudara a tener algo más de seguridad económica.

Por ahora, Raúl le había dicho que empezara trabajando solo los viernes, lo que a Kino le venía de perlas. Así que no preguntó por qué iban a trabajar un solo día en un proyecto del que, según su hermano, dependía el futuro de la empresa. Genial, trescientos mil euros por un día a la semana de trabajo sonaba incluso mejor de lo que sonaba esa cantidad de dinero por sí sola.

Su futuro inmediato comenzaba a tomar forma, y si todo salía bien tendría suficiente dinero para estar sin trabajar el tiempo necesario que le tomase terminar su novela. Este pensamiento lo tranquilizó. Pensar en su libro siempre lo tranquilizaba.

«¡Eso es! Tranquilidad». Después de esta revelación Kino se volvió a incorporar sobre su teclado y empezó a teclear el octavo motivo por el que la gente con pareja es más guapa: la tranquilidad. Saber que hay alguien que nos espera nos da la tranquilidad necesaria para pasar nuestro día a día con ilusión, y eso se refleja en el exterior.

Mientras escribía estos argumentos, su mente volvió a posarse en Rebe, con quien había intercambiado apenas unas frases por WhatsApp en las últimas semanas. No creía que ella fuera a querer quedar próximamente, siempre le decía que estaba muy ocupada en el hospital y nunca tenía tiempo libre, lo que significaba que él no iba a tener a nadie que le esperase en ese futuro cercano con el que estaba fantaseando. Eso lo desanimó y perdió algo de fuelle a la hora de teclear. Ahora sonaban los Arctic Monkeys.

3 Tarde o temprano Dios te pondrá en tu sitio.

Los irreductibles I

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