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CUATRO

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La señora Sylvester era la secretaria en la Aseguradora Familiar Clarke.

La voz de la señora Sylvester era muy aguda. Cuando hablaba sonaba como un pajarito de caricatura, y eso provocaba que todo lo que decía sonara ridículo pero también posible: las dos cosas al mismo tiempo.

Cuando Raymie le dijo a la señora Sylvester que se inscribiría al concurso Pequeña Señorita Neumáticos de Florida, la señora Sylvester aplaudió y dijo:

—Qué idea tan fantástica. Toma caramelos.

La señora Sylvester tenía un enorme frasco con caramelos en su escritorio, siempre y en todas las estaciones, porque creía en alimentar a la gente.

También creía en alimentar a los cisnes. Todos los días, a la hora del almuerzo, la señora Sylvester tomaba una bolsa de comida para cisnes y visitaba el estanque junto al hospital.

La señora Sylvester era muy bajita, y los cisnes eran altos y de cuellos largos. Cuando se paraba en medio de ellos con la bufanda en su cabeza y la gran bolsa de comida para cisnes entre sus brazos, parecía como un ser salido de un cuento de hadas.

Raymie no estaba segura de qué cuento.

Tal vez era un cuento de hadas que aún no se contaba.

Cuando Raymie le preguntó a la señora Sylvester qué pensaba de que Jim Clarke dejara el pueblo con una asistente de dentista, la señora Sylvester había respondido:

—Bueno, querida, he descubierto que casi todo resulta bien al final.

¿Todas las cosas resultan bien al final?

Raymie no estaba segura.

La idea parecía ridícula (pero también posible) cuando la señora Sylvester la dijo con su voz de pajarito.

—Si pretendes ganar el concurso Pequeña Señorita Neumáticos de Florida —dijo la señora Sylvester— debes aprender a hacer malabarismo de bastón. Y la mejor persona para enseñar a hacer malabarismo de bastón es Ida Nee. Es campeona mundial.

El verano de Raymie Nightingale

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