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SEIS

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—Bueno, comenzaré por el principio, ya que es el mejor lugar por donde comenzar —dijo Louisiana.

Beverly bufó.

—Había una vez —dijo Louisiana—, en una tierra muy lejana y también sorprendentemente cercana, un gato llamado Archie Elefante, que era muy admirado y amado y que también era conocido como Rey de los Gatos. Pero entonces llegó la oscuridad…

—¿Por qué no sólo dices lo que sucedió? —dijo Beverly.

—De acuerdo, si quieren tan sólo lo diré. Lo traicionamos.

—¿Cómo? —preguntó Raymie.

—Llevamos a Archie al Refugio Animal Amigable porque ya no nos alcanzaba el dinero para alimentarlo —dijo Louisiana.

—¿Cuál Refugio Animal Amigable? —preguntó Beverly—. Nunca he escuchado de ningún Refugio Animal Amigable.

—No puedo creer que nunca hayas escuchado del Refugio Animal Amigable. Es un lugar donde alimentan a Archie tres veces al día y le rascan detrás de las orejas justo como le gusta. De todas formas, nunca debí dejarlo ahí. Fue una traición. Lo traicioné.

El corazón de Raymie se encogió. Traición.

—Pero no se preocupen —dijo Louisiana. Puso la mano sobre su pecho e inhaló profundo. Sonrió de forma deslumbrante—. Entré al concurso Pequeña Señorita Neumáticos de Florida 1975 y voy a ganar esos 1,975 dólares y me salvaré de irme a la casa hogar del condado y traeré de vuelta a Archie del Refugio Animal Amigable y nunca tendrá miedo de nuevo.

El alma de Raymie dejó de ser una tienda de campaña.

—¿Vas a competir en el concurso Pequeña Señorita Neumáticos de Florida? —preguntó.

—Así es —dijo Louisiana—. Y siento que mis probabilidades de ganar son muy buenas porque provengo del mundo del espectáculo.

El alma de Raymie se volvió más pequeña, apretada. Se volvió algo duro, como un guijarro.

—Como dije antes, mis papás eran los Elefantes Voladores —Louisiana se inclinó y recogió su bastón—. Eran famosos.

Beverly miró a Raymie y puso los ojos en blanco.

—Es verdad. Mis papás viajaron por todo el mundo —dijo Louisiana—. Tenían maletas con sus nombres impresos en ellas. Los Elefantes Voladores. Eso era lo que decían sus maletas —Louisiana extendió su bastón y lo movió como si estuviera escribiendo letras doradas en el aire por encima de sus cabezas—. Su nombre estaba escrito en cada maleta en letra cursiva, y la F y la T tenían colas muy largas. Me gustan las colas largas.

—Yo también estoy inscrita en ese concurso —dijo Raymie.

—¿Qué concurso? —preguntó Louisiana. Parpadeó.

—El concurso Pequeña Señorita Neumáticos de Florida —dijo Raymie.

—Ay, Dios mío —dijo Louisiana y parpadeó de nuevo.

—Voy a sabotear ese concurso —dijo Beverly. Miró a Raymie y luego a Louisiana, y entonces hurgó en sus pantaloncillos y sacó una navaja de bolsillo. Abrió la hoja. Parecía una navaja muy filosa.

De pronto, aunque el sol estaba brillando en lo alto del cielo, el mundo parecía menos brillante.

La vieja señora Borkowski decía todo el tiempo que uno no podía fiarse del sol.

—¿Qué es el sol? —decía la señora Borkowski—. Te lo diré. El sol no es nada más que una estrella agonizante. Algún día se apagará. Ffffftttttt.

De hecho, Ffffftttttt era algo que la señora Borkowski decía a menudo sobre muchas cosas.

—¿Qué vas a hacer con ese cuchillo? —preguntó Louisiana.

—Ya te dije —respondió Beverly—. Voy a sabotear el concurso. Voy a sabotearlo todo —blandió la navaja a través del aire.

—Ay, Dios mío —dijo Louisiana.

—Así es —dijo Beverly. Sonrió sutilmente, y luego cerró la navaja y la guardó de nuevo en el bolsillo de sus pantaloncillos cortos.

El verano de Raymie Nightingale

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