Читать книгу Los números de la vida - Kit Yates - Страница 22
2 Sensibilidad, especificidad y segunda opinión
ОглавлениеPOR QUÉ LAS MATEMÁTICAS REALZAN LA MEDICINA
Cuando vi el mensaje de correo electrónico sin leer en mi bandeja de entrada, experimenté de inmediato un subidón de adrenalina. Empezó en el estómago y luego se desplazó a lo largo de los brazos, provocándome un hormigueo en los dedos de las manos. Sentí latir el pulso tras las orejas mientras inconscientemente contenía el aliento. Abrí el mensaje y, saltándome el texto preliminar, cliqué directamente en el enlace que rezaba «Ver sus informes». Se abrió una nueva ventana en el navegador, inicié sesión y cliqué en la sección titulada «Riesgos de salud genéticos». Pasando rápidamente los ojos por la lista, me sentí aliviado al leer: «Enfermedad de Parkinson: Variantes no detectadas», «BRCA1/BRCA2: Variantes no detectadas», «Degeneración macular asociada a la edad: Variantes no detectadas»... Mi ansiedad fue disminuyendo a medida que me iba desplazando por la pantalla e iba leyendo más y más enfermedades a las que no estaba genéticamente predispuesto. Cuando llegué al final de la lista de todo lo que estaba correcto, mis ojos volvieron a una línea distante que había pasado por alto: «Enfermedad de Alzheimer de inicio tardío: Riesgo aumentado».
Cuando empecé a escribir este libro, me pareció que sería interesante investigar las matemáticas que hay detrás de las pruebas genéticas a domicilio. De modo que me inscribí en el sitio web de 23andMe, probablemente la empresa de genómica personal más conocida de entre las que existen actualmente. ¿Qué mejor manera de entender esos resultados que sometiéndome yo mismo a la prueba? Por una tarifa nada despreciable, me enviaron un tubo para recoger dos mililitros de saliva, que luego sellé y les envié de vuelta; a cambio, 23andMe me prometió más de 90 informes sobre mis rasgos, mi salud e incluso mi ascendencia. Durante los meses siguientes no volví a pensar en ello, ya que tampoco creía que fueran a revelarme nada realmente significativo. Sin embargo, cuando llegó el correo electrónico, de repente me di cuenta de que a solo un par de clics de distancia me aguardaba una exhaustiva referencia de mi futura salud. Y luego me encontré allí, sentado ante la pantalla de mi ordenador, frente a lo que parecía ser una señal bastante seria.
Para entender mejor lo que significaba «riesgo aumentado», descargué el informe completo de 14 páginas sobre mi riesgo de contraer Alzheimer. Solo tenía un conocimiento superficial de la enfermedad, y quería saber más. La primera frase del informe hizo poco por calmar mi ansiedad: «La enfermedad de Alzheimer se caracteriza por la pérdida de memoria, el deterioro cognitivo y los cambios de personalidad». Al seguir leyendo, descubrí que 23andMe había detectado la variante épsilon-4 (ε4) en una de las dos copias del gen de la apolipoproteína E (ApoE). Los primeros datos cuantitativos del informe señalaban que «como media, un hombre de ascendencia europea con esta variante tiene una probabilidad del 4-7 % de desarrollar la enfermedad de Alzheimer de inicio tardío a los 75 años, y una probabilidad del 20-23 % de desarrollarla a los 85».
Aunque en términos abstractos esas cifras significaban algo, me resultaba difícil determinar su significado concreto. Lo que a mí me interesaba saber en realidad eran tres cosas: para empezar, ¿qué podía hacer —si es que podía hacer algo— con respecto a aquel nuevo motivo de preocupación?; en segundo término, ¿cuánto peor era mi situación en comparación con la de la media de la población?; y, por último, ¿hasta qué punto podía fiarme de las cifras que me daba 23andMe? Al proseguir la lectura, la siguiente información que encontré respondía a mi primera pregunta: «Actualmente no existe ninguna prevención o cura conocida para la enfermedad de Alzheimer». Pero para encontrar las respuestas a mis otras preguntas tendría que profundizar en el informe. De repente, mi interés en la interpretación matemática de las pruebas genéticas se había vuelto mucho más urgente y personal.
En la medida en que la medicina se va convirtiendo progresivamente en una disciplina cuantitativa, las fórmulas matemáticas suelen proporcionar un fundamento desapasionado que permite tomar decisiones clave, ya sea en relación con la disponibilidad de un determinado tratamiento o, a un nivel más personal, en lo referente a las decisiones que tomamos con respecto a nuestro estilo de vida. En este capítulo exploraremos esas fórmulas a fin de descubrir si tienen una base científica sólida o no son más que numerología obsoleta que debe desacreditarse y desecharse. Irónicamente, a la hora de sugerir sustitutivos más refinados recurriremos a formulaciones matemáticas con varios siglos de antigüedad.
Con el avance de la tecnología diagnóstica, hoy nos sometemos a una cantidad mayor que nunca de evaluaciones médicas. Investigaremos aquí los sorprendentes efectos de los falsos positivos en los programas de detección médica más extendidos, y descubriremos que las pruebas pueden resultar a la vez extremadamente precisas y sumamente imprecisas. Abordaremos los dilemas que plantean instrumentos como las pruebas de embarazo, que dan tanto falsos positivos como falsos negativos, y veremos cómo se puede sacar partido de esos resultados incorrectos en diferentes contextos diagnósticos.
La secuenciación del genoma completo, la tecnología corporal y los avances en la ciencia de datos nos han llevado a los albores de la medicina personalizada. Mientras damos nuestros primeros y titubeantes pasos en esta nueva era en lo que a asistencia médica se refiere, reinterpretaré los resultados de mi propio análisis de ADN para entender qué implica realmente mi perfil de riesgo de enfermedad y determinar si la metodología matemática actualmente utilizada para interpretar las pruebas de detección genética personalizadas resiste o no un análisis detallado.