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La gran criba

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Tomemos el caso, por ejemplo, de la denominada «detección sistemática» de enfermedades o «cribado». El cribado es una prueba masiva en relación con una determinada enfermedad, que se realiza entre personas que pertenecen a un grupo con alto riesgo de padecerla, pero que no presentan síntomas de esta. Por ejemplo, en el Reino Unido se invita a todas las mujeres mayores de cincuenta años a someterse a exámenes rutinarios de mama, dado que el riesgo de desarrollar cáncer de mama aumenta a partir de esa edad. Actualmente la aparición de falsos positivos en los programas de cribado es objeto de un intenso debate.

Se calcula que en el Reino Unido la prevalencia del cáncer de mama no diagnosticado entre las mujeres es de alrededor de un 0,2 %. Eso significa que, en cualquier momento del tiempo, por cada 10 000 mujeres a las no que se ha diagnosticado cáncer de mama, cabría esperar que 20 de ellas tuvieran realmente la enfermedad. No parece un porcentaje muy elevado, pero eso se debe a que en la mayoría de los casos el cáncer de mama se detecta muy pronto. De hecho, se calcula que una de cada ocho mujeres recibirá un diagnóstico de cáncer de mama a lo largo de su vida. En el Reino Unido, alrededor de una de cada diez mujeres recibe el diagnóstico en una fase tardía de la enfermedad (en los estadios III o IV). El diagnóstico tardío reduce significativamente las posibilidades de supervivencia a largo plazo, lo que respalda el argumento de que las mamografías regulares resultan de vital importancia, especialmente para las mujeres que pertenecen a grupos de edad vulnerables. Sin embargo, existe un problema matemático en relación con el cribado del cáncer de mama del que la mayoría de las personas no son conscientes.

Kaz Daniels es madre de tres hijos y vive en Northampton. En 2010 se hizo su primera mamografía de rutina a los cincuenta años de edad. Al cabo de una semana recibió una carta en la que se le pedía que volviera en el plazo de dos días para hacerse más pruebas. Comprensiblemente, dada la urgencia de la convocatoria, se quedó aterrada. Durante los dos días siguientes estuvo demasiado preocupada para comer y demasiado angustiada para dormir, dándole vueltas a la cabeza sobre las posibles consecuencias de un diagnóstico positivo.

La mayoría de las pacientes que se someten a mamografías las perciben como una forma bastante precisa de detectar el cáncer de mama. De hecho, en las personas que realmente padecen la enfermedad, la prueba la detecta aproximadamente nueve de cada diez veces, mientras que en el caso de las que no la padecen los resultados de la prueba también aciertan en nueve de cada diez ocasiones.10 Conocedora de estas estadísticas, y tras haber recibido un resultado positivo de su mamografía, Kaz consideró que lo más probable era que tuviera la enfermedad. Sin embargo, un sencillo argumento matemático demuestra que en realidad ocurre todo lo contrario.

La prevalencia del cáncer de mama no diagnosticado en mujeres mayores de cincuenta años —el grupo de edad al que se invita a hacerse exámenes de detección de manera rutinaria— es ligeramente más alta que en el conjunto de la población femenina en general, y se puede estimar en aproximadamente el 0,4 %. En la Figura 5 se desglosan los datos relativos a 10 000 de estas mujeres. Podemos ver que, por término medio, solo 40 de ellas tendrán cáncer de mama, por lo que habrá 9960 que no padecerán esta afección. Sin embargo, del conjunto de las mujeres que están libres de la enfermedad, una de cada diez —o 996— recibirá un diagnóstico positivo incorrecto. Si lo comparamos con las 36 mujeres a las que se diagnostica acertadamente la enfermedad, eso significa que los resultados positivos de la prueba solo son correctos en 36 de cada 1032 casos (36 + 996), o, lo que es lo mismo, el 3,48% de las veces. La proporción de resultados positivos de una prueba que son auténticos positivos se conoce como la «precisión» de dicha prueba. De entre las 1032 mujeres que reciban un resultado positivo, solo 36 tendrán realmente cáncer de mama. En otras palabras, si te haces una mamografía y resulta positiva, una abrumadora mayoría de las veces lo más probable es que aun así no tenga cáncer de mama. Pese a su apariencia de ser una prueba bastante precisa, la baja prevalencia de la enfermedad en la población la hace en realidad extremadamente imprecisa.

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