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Igualdad de oportunidades

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La discusión anterior pone de manifiesto un principio importante: no parece adecuado comparar solo resultados económicos, como el ingreso, sin evaluar las circunstancias en las que estos se generan. La idea más popular que rescata este principio es la de igualdad de oportunidades. Hay igualdad de oportunidades cuando todas las personas enfrentan las mismas opciones de elección. En ese escenario las diferencias económicas son necesariamente producto de las diferencias en el esfuerzo, en las capacidades innatas, en las elecciones de caminos distintos, pero no consecuencia de la existencia de alternativas y restricciones diferentes. Alcanzar la completa igualdad de oportunidades no es una tarea trivial: exige poner en un mismo plano de partida a todas las personas, de modo que solo el esfuerzo, el talento y las preferencias sean las que definan los ingresos. Si eso ocurre, las desigualdades resultantes podrían ser consideradas aceptables, y en consecuencia no serían motivo de preocupación social ni requerirían políticas redistributivas. En un contexto de igualdad de oportunidades, la desigualdad de ingresos es compatible con la equidad social.

En el mundo real parte de las diferencias de ingresos entre las personas efectivamente provienen de diferencias en talentos, capacidades innatas, disposición al esfuerzo, preferencias, aversión al riesgo y otros factores meritorios, y por lo tanto esas desigualdades tienden a ser juzgadas como socialmente aceptables. Pero una parte sustancial de las brechas de ingreso y riqueza del mundo actual tiene otros orígenes. Son las desigualdades generadas por diferencias en oportunidades, o lo que los investigadores llaman circunstancias. Las circunstancias son un conjunto de factores que afectan el ingreso sobre los que la persona no tiene o no ha tenido control. Por ejemplo, el acceso a la educación forma parte de las circunstancias. Algunos niños asisten a escuelas de élite, otros lo hacen en establecimientos sobrepoblados de baja calidad, mientras que otros ni siquiera pueden terminar la escuela primaria. La educación a la que tiene acceso cada joven no es elegida, sino que es parte de sus circunstancias: está determinada por variables como el ingreso de sus padres, la oferta escolar, el ambiente social, la localización geográfica y otros factores sobre los cuales un joven no tiene ningún control.

Otros ejemplos de variables de circunstancia son el grupo étnico, el género, las herencias recibidas, el capital social, el lugar de residencia. Una joven mulata nacida en un hogar pobre en el sertão de Brasil, sin tierra y con pocos años de educación formal, tiene una perspectiva de ingresos enormemente inferior a la de un joven blanco proveniente de una familia rica de San Pablo con acceso a una educación superior de élite. El talento y el esfuerzo seguramente afectarán los resultados económicos de estos dos jóvenes, pero gran parte de la brecha de ingresos que los separará cuando sean adultos se explica por esos factores de circunstancia que ninguno eligió y sobre los cuales ninguno ha tenido control. Estas son las diferencias de ingreso que muchos consideran socialmente inaceptables, que son motivo de preocupación y requieren políticas redistributivas compensatorias.

El concepto de igualdad de oportunidades es relativamente poco controversial; en cambio, el debate se intensifica a la hora de acordar cuáles son los factores aceptables e inaceptables que en el mundo real determinan los resultados económicos. Personas más identificadas con una ideología de derecha tienden a pensar que los resultados económicos provienen mayormente del esfuerzo, las decisiones voluntarias, la toma de riesgos y el talento. En ese escenario, buena parte de las brechas de ingreso son aceptables y no requieren políticas compensatorias, las cuales, además de ineficientes, son consideradas injustas por favorecer a quienes menos se esfuerzan. En contraste, personas con ideas de izquierda en general piensan que los resultados económicos dependen principalmente de factores que una persona no puede alterar porque ocurrieron cuando era niño (bajo nivel educativo, deficiente alimentación, ambiente familiar y social difícil), y también de factores fuera de su control que limitan sus decisiones presentes (discriminación, desempleo involuntario). En ese contexto, las diferencias de ingresos son vistas como inequitativas y, en consecuencia, merecedoras de acciones compensatorias.

En resumen: en el núcleo de muchas de las discrepancias ideológicas, en el pasado y en la actualidad, están las diferentes percepciones que las personas tienen acerca de cuáles son los principales factores que determinan las brechas económicas en el mundo real.

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