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III. Personas mayores y vulnerabilidad

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Según lo visto hasta ahora, los datos muestran que las sociedades actuales se encuentran inmersas en un proceso de envejecimiento y, entre ellas, la española de las que más. En épocas anteriores, a las personas mayores se la consideraba sabias, cargadas de experiencia y ostentaban reconocimiento. Eran personas socialmente valiosas, merecedoras de gran respeto. En el contexto actual, en el que la estructura familiar es nuclear, la visión de la vejez tiende a ser menos positiva. Es más, a día de hoy hay una predisposición a percibir la vejez como una situación indeseable y no como una fase vital más15. Esta percepción de la vejez conlleva una discriminación que coloca a las personas mayores, en muchas ocasiones, en una situación de especial vulnerabilidad. Según la RAE, vulnerable significa “que puede ser herido o recibir lesión, física o moralmente”. Cabe plantearse si, con base en esta definición, las personas mayores constituyen un grupo vulnerable. Antes de contestar a esta pregunta hay que dejar claro que las personas mayores no forman un grupo homogéneo, sino que la diversidad y variedad de personas que engloban este concepto es amplia. No obstante, con base en los datos aportados por el último informe relativo a la situación de las personas mayores en España16, sí puede afirmarse que hay un porcentaje importante de ellas que presentan vulnerabilidad. En el caso de España esta vulnerabilidad se vincula con elementos como la situación económica y la carencia de políticas sociales vinculadas a los cuidados y a la estructura familiar. Estos factores condenan a muchas personas mayores al aislamiento y a la soledad o a la necesidad de tener que seguir manteniendo a sus familias o, al menos, a contribuir con apoyo financiero17.

Un factor clave unido a la vulnerabilidad de este colectivo es la dependencia. La dependencia, entendida como la situación de subordinación de una persona respecto a otra/s, puede clasificarse en función de las causas que la originan18. En el contexto de las personas mayores, las relativas a la salud (pérdida o limitación severa de las capacidades físicas o cognitivas) y las sociales (falta de medios económicos, insuficiencia de políticas de gestión de los cuidados, soledad, violencia y maltrato, etc.) son las principales. Como ejemplo de una situación a evitar en estos casos es que la vulnerabilidad se traduzca en el abuso por parte de otra persona que mueva la voluntad de la persona mayor vulnerable para obtener ventajas, fundamentalmente, económicas. Esta cuestión ha sido abordada precisamente –y desde su concreta perspectiva– en la reciente reforma del Derecho civil navarro –Ley Foral 21/2019– que ha incluido, como institución peculiar y propia, el abuso de influencia y la influencia indebida. La Ley 21 recoge estas dos figuras como una modalidad del vicio invalidante de la voluntad, con el fin de proteger frente a situaciones de vulnerabilidad o dependencia. Entre las razones principales que se han esgrimido para su regulación están que, tanto la influencia indebida (las declaraciones de voluntad realizadas en beneficio de quien, teniendo bajo su dependencia al otorgante, aprovecha esa situación para conseguir, para él u otros, una ventaja que de otro modo no hubiera obtenido), como el abuso de influencia (la influencia abusiva de otro que aprovecha la confianza en él depositada, la debilidad mental o la angustia del declarante, con obtención de un beneficio), son circunstancias muy comunes con respecto a personas de edad avanzada. En ambos supuestos, el Derecho navarro establece la anulabilidad de las acciones realizados bajo esas circunstancias.

En cualquier caso, como se ha indicado, el grupo de personas mayores es muy diverso y no todas son dependientes ni están necesitadas de cuidados. Pero, dada la tendencia al incremento de la longevidad, puede intuirse que la proliferación de enfermedades y demencias asociadas a edades avanzadas irá a más, lo que provocará, a su vez, que cada vez sean más las personas mayores dependientes. Además, si se tiene en cuenta que muchas de esas personas mayores son también cuidadoras, cuestiones como la gestión del cuidado, el apoyo de las administraciones públicas y la forma en que se relacionan los cuidados familiares y los institucionales a través de leyes y políticas sociales sobre el tema, son centrales en la vida de las personas mayores y sus familiares19. Asuntos que exigen un tratamiento transversal que tengan en cuenta los diversos agentes y facetas implicadas.

En definitiva, como se viene defendiendo, la condición de vulnerabilidad en este colectivo –así como la dependencia que conlleva– es multifactorial. La clase social o ser hombre o mujer son elementos que determinan otras cuestiones que deben ser tenidas en cuenta. Para poder tener un conocimiento preciso del alcance de esa vulnerabilidad y sus consecuencias, son necesarios análisis que contemplen las diferentes causas que generan las situaciones de dependencia en las que las personas mayores pueden encontrarse. Entre ellas, como se ha señalado, ser mujer ocupa un lugar destacado20.

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