Читать книгу Abuso de dependencia y abuso de influencia.Tres visiones jurídicas de la vulnerabilidad de los mayores - Leticia Jericó Ojer - Страница 11
1. La vulnerabilidad femenina
ОглавлениеLas mujeres mayores, por su mayor longevidad (figuras 6, 7 y 8), son más susceptibles de verse afectadas por la falta de equilibrio entre necesidades y recursos que provoca el ciclo vital del envejecimiento. La dedicación de las mujeres a lo familiar, lastrando –o, incluso sacrificando– sus vidas laborales fuera del hogar, se ha traducido en una inferioridad económica en general. En España, esta realidad tiende a agravarse en la vejez porque, en este país, durante mucho tiempo, en el derecho a percibir una pensión se han aplicado unos criterios distintos en función del pasado laboral de cada persona, y, por lo tanto, de su sexo, lo que ha repercutido de manera negativa en muchas mujeres21. Por poner un ejemplo, la pensión media de los hombres en diciembre de 2020 fue de 1.236,85 euros; en el caso de las mujeres, la cifra fue de 816,08 euros. Solo en el caso de la pensión de viudedad, la pensión media de las mujeres superaba a la de los hombres (de media, las mujeres recibieron 748,23 euros en diciembre de 2020 frente a los 517,31 euros que obtuvieron los hombres). En el resto de los tipos de pensiones, los hombres recibieron mayor cuantía de media22.
A la cuestión económica hay que añadir el factor salud. La mayor longevidad de las mujeres, unido a las diferencias de salud relacionadas con el sexo, hacen que, al alcanzar edades avanzadas, su deterioro o su exposición a sufrir largas enfermedades crónicas sea mayor en ellas. La suma de estos factores conlleva a que el colectivo de mujeres mayores sea, en su conjunto, más dependiente en la ancianidad. Veámoslo con datos.
Según las cifras del Instituto Nacional de Estadística (INE), en el año 2019, el número de mujeres mayores de 65 años en España ascendía a 5.523.0289. Las mujeres españolas tenían una esperanza de vida al nacer de 86,2 años y los hombres, de 80,5 años23. Siguiendo los datos de la última Encuesta Nacional de Salud disponible (ENSE 2017)24, el 13,67% de las mujeres entre 65 y 74 años percibían como malo su estado de salud, frente al 7,56% de los hombres de su misma edad. Estas diferencias se incrementaban con la edad: así para las mujeres de 75 años a 84 años, su autopercepción negativa de la salud era de un 20,31% frente al 12,32% de los hombres; y del 21,16% frente al 16,87% de los hombres a partir de los 85 años (figura 9). Este fenómeno se mantenía en los casos de autopercepción muy mala de salud. El 3,02% de las mujeres entre 65 y 75 años percibían muy malo su estado de salud, frente al 1,95% de los hombres. En la franja de 75 a 84 años, el porcentaje en mujeres era del 6,29% frente al 4,62% de los hombres; y el 7,71% de las mujeres frente al 5,94% de los hombres a partir de los 85 años. Por tanto, vemos que, si bien la esperanza y calidad de vida de las mujeres ha aumentado respecto a épocas pasadas, sin embargo, a medida que van cumpliendo años la percepción negativa sobre su salud aumenta. No obstante, para una correcta evaluación de estos datos hay que tener en cuenta que las mujeres viven más años, pero con una salud más deteriorada. Así, padecen en mayor medida enfermedades de carácter crónico, tienden a ser más sedentarias y sufren más estrés físico y mental25.
Gráfico de elaboración propia con los datos de la Encuesta Nacional de Salud (2017). https://www.mscbs.gob.es/estadEstudios/estadisticas/encuestaNacional/encuesta2017.htm.
Por último, junto con la cuestión económica y el factor salud, no hay que olvidar la perspectiva de la atribución social del cuidado familiar a las mujeres. Esta atribución también afecta a las mujeres mayores, no solo como receptoras de esos cuidados sino también como cuidadoras de otras personas más ancianas o dependientes, lo que se traduce en una labor más para ellas26. Los datos del INE revelan que, al hablar del principal perfil de cuidador en España, lo correcto sería denominarlo más bien perfil de cuidadora. Y es que el perfil es el de una mujer que se encuentra entre los 45 y 64 años de edad y que vive en el mismo hogar que la persona cuidada. De hecho, el 78,9% de cuidadores viven con esa persona, lo que suele implicar un parentesco familiar directo. La familia, y, en especial las mujeres, siguen siendo el pilar principal del cuidado de personas dependientes. De este modo, en el 85% de los casos los cuidados vienen de parte de una mujer. La media de edad está en los 52 años. El perfil es el de una mujer con estudios primarios y, normalmente, sin una ocupación remunerada. Estas cuidadoras responden a la última generación de mujeres no activas en el mercado laboral. No obstante, esta tendencia está cambiando, dándose cada vez más casos de cuidadores masculinos27. En cualquier caso, esta faceta de cuidadora implica una sobrecarga para muchas mujeres, sobrecarga que se incrementa a medida que la cuidadora va cumpliendo años.