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I. 3 LAS CAUSAS DE LA CRISIS

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En sus días don Enrique Mac-Iver atribuyó a una crisis moral la causa última de la insatisfacción ciudadana, debido a que el Estado y sus organismos habían dejado de cumplir en forma cabal con sus responsabilidades. La estagnación y degradación del país se vinculaba, en su opinión, al ambiente de corruptela reinante, situación que le llevaba a una sola conclusión: “…falta gobierno, no tenemos administración”.

No podríamos objetivamente replicar el diagnóstico de Mac-Iver para los días presentes. Sin embargo, es procedente indicar que la crisis moral de aquellos inicios del siglo XX tiene que ver hoy en día con la crisis de la actividad política nacional. Los partidos han dejado de ser centros de pensamiento y factores de impulso a la acción cívica; las coaliciones de partidos son más unas organizaciones de tipo electoral que grandes avenidas de reflexión y propuestas sobre la realidad social que se supone deberían entender y atender. Como resultado, los poderes del Estado, Legislativo y Ejecutivo, están más bien atenidos a puras cuestiones de corto plazo, sin atender con eficacia las tareas que demanda la construcción del país del mañana y que requiere de una política pública pensada en sus efectos en décadas adelante y no mirando un horizonte de solo meses. Nuestra actual crisis moral se debe al decaimiento de la política como arte de gobernar, a su precaria visión sobre los cambios necesarios para que Chile logre un desarrollo efectivo, a su desgastada ponencia frente a las diferentes visiones sobre el Chile que queremos. En gran medida, esto tiene que ver con un necesario cambio cultural en el hacer político, pero mucho también se relaciona con la institucionalidad con que contamos, la cual limita la competencia de distintos actores políticos, coarta las posibilidades de elección ciudadana, y pone a la efectividad de la democracia representativa como algo más bien inalcanzable para un pueblo que no está tampoco –y por efecto de lo obrado a través de décadas de descuido de la educación– haciendo mérito a la necesaria vigencia de las virtudes cívicas republicanas.

La juventud ha expresado no temer protestar frente a este estado de cosas. Como en los días de Mac-Iver. “Es la juventud que, sin más ley de servicio obligatorio que la escrita en su alma ansiosa del bien y amante de la Patria, se alista bajo las banderas que representan una gran causa nacional”. Es necesario un despertar del país, comprometiendo un camino de salida que aborde los temas que reclama la ciudadanía y que se reflejan en siete grandes e inevitables retos que enfrenta Chile. Para eso es necesario avanzar en la definición de nuevos liderazgos políticos capaces de transformar el ambiente actual y de postular un camino nuevo, lejos del populismo, de la inacción y de la cómoda forma de hacer política escuchando la protesta, sumándose a sus muchos ribetes pero no accionando ningún cambio sustantivo que, aunque costoso hoy, pueda indicar un camino de salida para el Chile del mañana.

Chile: los dilemas de una crisis

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