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QUINTO RETO: Una economía internacionalizada con crecimiento sostenido

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El país ha venido desarrollando, sin haberse nunca suscrito un plan específico ni un acuerdo político determinado, una política de promoción del comercio internacional basado en acuerdos bi o multilaterales con otros países. Esto ha permitido una acentuada expansión y diversificación del comercio exterior que resulta en un significativo mecanismo de seguridad ante las crisis de tipo regional y en mayor bienestar de la población chilena. Lo alcanzado prueba que un consenso transversal es posible en materias de trascendencia intertemporal y de amplia cobertura en materia de política de desarrollo.

Se debe insistir en este camino, pero en lo interno se necesita dar lugar a políticas de estímulo efectivas a la PYME para que este sector sea el protagonista de una segunda etapa del crecimiento exportador. Este objetivo es concordante con el afán descentralizador y su éxito requiere de una acción decidida de los organismos del Estado para construir un esquema de incentivos y de apoyo al desarrollo de este sector, especialmente por la vía de la gestión y del traspaso de tecnología y conocimiento aplicado. Un país internacionalizado, con más turismo, con una cultura internacional incentivada desde una nueva educación y con una economía diversificada y competitiva cuenta con factores de primer orden para conseguir crecimiento económico alto y estable. Pero este deberá darse en el contexto de un país integrado en que los beneficios del comercio se hagan tangibles no solo para ciertos enclaves productivos sino para todo el país y sus regiones en general. Chile debe consolidar su estrategia económica basada en la apertura al resto del mundo y en la iniciativa privada, pero reforzando el rol social que debe estar asociado a la misma y el de un Estado activo que, con pragmatismo y visión de futuro, debe regular y alentar un desarrollo industrial efectivo y eficiente.

Es evidente que sin crecimiento económico todos los objetivos que el país se proponga en distintos campos pueden resultar en un notorio fracaso. Sin crecimiento no puede favorecerse una estrategia de mejoramiento en la calidad de los empleos ni puede auspiciarse una política de elevación de la productividad laboral y los salarios, y tampoco llevarse a cabo plenamente las acciones destinadas a mejorar la distribución del ingreso. Sin crecimiento el país es menos atractivo para la inversión y es, por lo tanto, predecible que la tasa de expansión del producto se debilite por ese efecto de segunda instancia. Promover el crecimiento es indudablemente promover la mantención de una política de apertura comercial y financiera, pero es también la necesidad de una política de Estado destinada a consolidar el desarrollo del sector de medianas y pequeñas empresas productivas y de servicios.

Un país con crecimiento sano no es aquel en que la actividad se concentre en un sector de grandes conglomerados que invaden todos los campos económicos y productivos, sino un país donde exista una adecuada diseminación del crecimiento a través de una estructura industrial. Por eso una adecuada política de inserción internacional debe promover una integración del país desde el punto de vista de los diferentes ámbitos productivos y regionales, para que los beneficios del crecimiento económico y la diversificación y expansión del comercio sean un factor de equidad y progreso.

Chile: los dilemas de una crisis

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