Читать книгу Del Conocimiento Jurídico a la Gestión y Dirección de Despacho de Abogados - Luis López de Castro Alonso - Страница 8
ОглавлениеAbogados
Carrera Judicial
Justicia [administración de]
Personal de Justicia
Capítulo 3
Los inicios
«Permíteme ser un principiante; nadie comenzó siendo excelente»
Anónimo
Santiago, madrileño de nacimiento y sevillano de adopción, era un abogado con gran conocimiento jurídico, destacaba por su pasión y cariño por su profesión, durante años ejerció como abogado de asesoría jurídica de una entidad financiera, a su vez compatibilizó la misma con el ejercicio individual de la Abogacía, hecho que le permitió no estancarse y acomodarse, siempre mantuvo la idea de establecerse por su cuenta y desarrollar la profesión libremente. Las circunstancias de la vida le dieron esa oportunidad en el año 2003, coincidiendo con que uno de sus hijos «Pablo» terminaba la licenciatura en Derecho.
Santiago tenía hace años despacho profesional en la calle Adolfo Rodríguez Jurado de Sevilla, despacho en él que venía compatibilizando su labor profesional en la entidad bancaria con el ejercicio individual de la profesión. Su idea desde hacía años era trasladarse a un despacho más amplio. Cuando se le dio la oportunidad, no lo dudo e invirtió parte de su capital en el proyecto que siempre había tenido en mente, con la ilusión y pasión que le caracterizaban puso todos los medios para conseguirlo. El despacho partía con dos abogados, una secretaria, un compañero de facultad de Pablo y el hijo de Santiago, que recién aterrizaba tras la finalización de la Licenciatura.
El verano de 2003 fue un periodo de ilusión para Santiago y Pablo, sabían que comenzaban una nueva etapa, sabían que no iba a ser fácil pero desbordaban ilusión y entusiasmo. En julio comenzaron la búsqueda de nuevo despacho, dedicaron semanas a encontrar el más adecuado, después de mucho buscar y ya casi desanimados por no encontrar el que ellos consideraban que fuese el adecuado, dieron con lo que buscaban. Era un despacho de unos 200 metros cuadrados, con una entrada amplia, una recepción, cinco despachos y una sala de reuniones. El despacho necesitaba algún arreglo, pero sin ninguna duda habían dado con el despacho adecuado.
Durante los meses de julio y agosto Pablo coordinó los arreglos que debían hacer en el despacho y comenzó a buscar los muebles necesarios para amueblar parte del despacho, ya que Santiago tenía muebles de su anterior despacho de la calle Adolfo Rodríguez Jurado, resulto una tarea más pesada que complicada, porque era necesario que Pablo acudiese al despacho a supervisar los arreglos que se venían realizando.
A finales de septiembre se realizó el traslado definitivo del anterior despacho al nuevo, y comenzó en septiembre de 2003, una nueva etapa del despacho Martín&Alonso Abogados.
Santiago nunca se prodigo por los distintos foros sociales, económicos y jurídicos de su ciudad, pero le acompañaba cierto prestigio en los foros jurídicos por el trabajo realizado como abogado de la entidad financiera para la que trabajo durante años y por su labor como profesor universitario.
El despacho contaba con una pequeña cartera de clientes particulares y un número de asuntos considerables que Santiago había heredado de la entidad financiera para la que trabajo, estos daban para sostener el mismo prácticamente sin grandes apuros. El funcionamiento del despacho era sencillo, sin métodos de trabajo preestablecidos. Cuando un nuevo cliente llegaba, se le atendía, se abría su expediente y se iniciaban los trámites asociados al asunto encomendado. Santiago daba toda la importancia al estudio del asunto, sin centrarse en más temas que este. «El Estudio jurídico» era de la creencia de que, cuanto mayor estudio jurídico y mayor tiempo dedicase a este, mayor sería la recompensa que obtendría de todos los elementos que rodean a un encargo profesional, principalmente de la Sentencia del Juzgado de turno y del cliente, redundando en beneficio del despacho, que vería como con tesón y constancia la cartera de clientes se incrementaría y en consecuencia los ingresos del mismo.
En definitiva, el despacho prácticamente partía de cero, pero sin una idea clara de hasta donde quería llegar, limitándose a trabajar en el más sentido y estricto ámbito jurídico.
Pablo, el hijo de Santiago, nunca quiso ser abogado. Los motivos no los tenía muy claros. Por un lado seguramente por llevar la contraria a su padre y por otro porque siempre le había llamado la atención la gestión de empresas, por ese motivo nunca se planteó estudiar la licenciatura de Derecho, en su cabeza siempre estuvo cursar Administración y Dirección de empresas. Pablo, en su años de juventud, tampoco se planteaba más allá, por paradojas de la vida en un momento de elección decidió cursar la carrera de derecho, sin tener muy claro si el ejercicio de la Abogacía le iba a gustar ya que tenía una percepción clásica de la misma, la defensa de los intereses de los clientes, asistir a juicio, etc.
Conforme iban pasando los años de carrera, Pablo comenzó a desarrollar un mayor interés por el ejercicio de la Abogacía y de lo que está conllevaba.
Pablo admiraba a su padre, era un abogado fuera de lo común, poseía las habilidades que todo buen abogado debe poseer, pero por encima de todas destacaba su solidaridad, siempre anteponía la justicia, incluso por encima de sus honorarios, era un estudioso del Derecho, nunca dejaba nada al azar, daba igual que tipo de asunto fuese, él preparaba con el mismo esfuerzo dedicación un asunto de poca importancia que un asunto de gran calado o transcendencia, pero a los ojos de Pablo, Santiago carecía sin embargo de las habilidades de dirección y gestión necesarios para dirigir con éxito el nuevo proyecto de un despacho independiente.
¿Por dónde empezar? ¿Elegiré el camino correcto? ¿Y si me equivoco?