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La sala en que tuvo lugar el primer careo improvisado con la prensa no era, desde luego, adecuada para tal fin. Solo tenía una mesa, unos cuantos armarios y cuatro sillas. Cuando entró Gunvald Larsson el aire estaba ya viciado por el humo del tabaco y el olor de los abrigos mojados.

Se paró justo delante de la puerta, miró a los periodistas y fotógrafos allí congregados y dijo con voz inexpresiva:

—Bueno, ¿qué quieren saber?

Enseguida todos empezaron a hablar a la vez, atropellándose unos a otros. Gunvald Larsson alzó la palma de la mano derecha y dijo:

—¡De uno en uno, por favor! Empiece usted allí, al fondo. Y luego seguiremos de izquierda a derecha.

Dio así comienzo la rueda de prensa, que transcurrió en los siguientes términos:

PREGUNTA: ¿Cuándo se descubrió el autobús?

RESPUESTA: Ayer por la noche, a eso de las once y diez.

P.: ¿Quién lo encontró?

R.: Un ciudadano, que alertó a un coche radiopatrulla.

P.: ¿Cuántas personas había en el autobús?

R.: Ocho.

P.: ¿Todos muertos?

R.: Sí.

P.: ¿De qué manera fallecieron esas personas?

R.: Sería prematuro expresarse al respecto.

P.: ¿Su muerte fue causada por violencia externa?

R.: Probablemente.

P.: ¿Qué quiere usted decir con «probablemente»?

R.: Justamente eso.

P.: ¿Se han hallado indicios de tiroteo?

R.: Sí.

P.: Entonces ¿todas estas personas murieron como consecuencia de disparos de bala?

R.: Probablemente.

P.: ¿Se trata, pues, realmente de una matanza?

R.: Sí.

P.: ¿Han encontrado el arma con la que se cometieron los crímenes?

R.: No.

P.: ¿Ha practicado la policía alguna detención?

R.: No.

P.: ¿Hay huellas o indicios que apunten a alguna persona concreta?

R.: No.

P.: ¿Han sido cometidos los crímenes por una sola persona?

R.: No lo sabemos.

P.: ¿Hay algún indicio de que en estos ocho asesinatos haya podido intervenir más de una persona?

R.: No.

P.: ¿Cómo es posible que una sola persona mate a ocho pasajeros de un autobús sin que nadie ofrezca resistencia?

R.: No se sabe.

P.: Quien efectuó los disparos, ¿estaba dentro o fuera del autobús?

R.: Los disparos no provenían del exterior.

P.: ¿Cómo lo saben?

R.: Las ventanillas que resultaron rotas recibieron los disparos desde el interior.

P.: ¿Qué tipo de arma utilizó el asesino?

R.: No se sabe.

P.: Pero lo razonable es que se trate de una metralleta o de una ametralladora, ¿no es cierto?

R.: Sin comentarios.

P.: En el momento de producirse los asesinatos, ¿el autobús estaba parado o en marcha?

R.: No se sabe.

P.: Pero la posición en la que apareció el autobús, ¿no induce a pensar que el tiroteo tuvo lugar mientras el autobús se hallaba en movimiento y que luego se salió de la calzada?

R.: Sí.

P.: ¿Los perros policía han encontrado pistas?

R.: Estaba lloviendo.

P.: El autobús era de dos pisos, ¿no es cierto?

R.: Sí.

P.: ¿Dónde se han encontrado los cuerpos, en el piso superior o en el inferior?

R.: En el inferior.

P.: ¿Los ocho?

R.: Sí.

P.: ¿Han sido identificadas las víctimas?

R.: No.

P.: ¿Se ha identificado a alguien?

R.: Sí.

P.: ¿A quién? ¿Al conductor?

R.: No. A un agente de policía.

P.: ¿Un policía? ¿Nos puede decir su nombre?

R.: Sí, se trata del subinspector primero Åke Stenström.

P.: ¿Stenström? ¿De la Brigada Nacional de Homicidios?

R.: Sí.

Un par de periodistas intentaron abrirse camino hacia la puerta, pero Gunvald Larsson volvió a levantar la mano.

—Hagan el favor de no moverse de acá para allá. ¿Más preguntas?

P.: ¿El subinspector primero Stenström era uno de los pasajeros del autobús?

R.: En cualquier caso, no era el conductor.

P.: ¿Considera usted que su presencia allí era puramente casual?

R.: No se sabe.

P.: La pregunta iba dirigida a usted a título personal. ¿Considera usted fortuito que uno de los asesinados sea un subinspector de la policía criminal?

R.: No he venido aquí a responder preguntas a título personal.

P.: En el momento de producirse los hechos, ¿realizaba el subinspector primero Stenström algún tipo de investigación especial?

R.: No se sabe.

P.: ¿Estaba de servicio ayer por la noche?

R.: No.

P.: ¿Por lo tanto, libraba?

R.: Sí.

P.: En consecuencia, su presencia allí era puramente casual. ¿Pueden ustedes dar los nombres de otras víctimas?

R.: No.

P.: Es la primera vez que en Suecia se produce un asesinato en masa propiamente dicho. Por el contrario, en el extranjero han ocurrido últimamente varios sucesos semejantes. ¿Cree usted que un hecho demencial como este puede estar inspirado por casos parecidos, como los acontecidos en América?

R.: No se sabe.

P.: ¿Considera la policía que el asesino es un enfermo mental que ha querido causar una conmoción para provocar expectación en torno a su persona?

R.: Eso es una hipótesis.

P.: Sí, pero eso no responde a mi pregunta. ¿Trabaja la policía con esta teoría?

R.: Se están teniendo en cuenta todas las posibilidades.

P.: ¿Cuántas mujeres hay entre las víctimas?

R.: Dos.

P.: ¿Seis de los asesinados son, por tanto, hombres?

R.: Sí.

P.: ¿Incluyendo al conductor y al subinspector primero Stenström?

R.: Sí.

P.: Escuche un momento. Hemos oído declaraciones conforme a las cuales una de las personas que viajaban en el autobús habría sobrevivido, siendo trasladada por una de las ambulancias que llegaron al lugar de los hechos antes de que la policía tuviera tiempo de acordonar la zona.

R.: ¿Ah, sí?

P.: ¿Es esto cierto?

R.: Siguiente pregunta.

P.: Según lo que se nos ha dicho, fue usted uno de los primeros policías que se personaron en el lugar de los hechos. ¿Es así?

R.: Sí.

P.: ¿A qué hora llegó usted?

R.: A las once y veinticinco.

P.: ¿Y qué vio en el autobús entonces?

R.: ¿Usted qué cree?

P.: ¿Diría usted que se trataba del espectáculo más espantoso que haya visto en toda su vida?

Gunvald Larsson observó con mirada inexpresiva al periodista que le había planteado tal pregunta, y que era extremadamente joven, con gafas redondas con montura de acero y una barba roja bastante descuidada. Finalmente, le dijo:

—No, no lo diría.

La respuesta pareció causar cierto estupor. Una de las mujeres periodistas frunció las cejas y preguntó despacio, con incredulidad:

—¿Qué quiere usted decir?

—Exactamente lo que he dicho.

Antes de hacerse policía, Gunvald Larsson había sido militar profesional en la armada. En agosto de 1943 tuvo que participar en las tareas de salvamento del submarino Ulven, que tras chocar con una mina pasó tres meses en el fondo del mar. De los treinta y tres fallecidos, varios eran compañeros suyos de promoción. Luego, tras la guerra, participó, entre otras cosas, en la evacuación forzosa de los colaboracionistas bálticos del campo de Ränneslätt, y también en la recepción de miles de víctimas repatriadas desde los campos de concentración alemanes. La mayor parte de ellos eran mujeres, y muchos no consiguieron sobrevivir.

Sin embargo, no vio la necesidad de explicarse al respecto ante un grupo formado mayoritariamente por personas jóvenes, de modo que se limitó a decir, lacónicamente:

—¿Más preguntas?

—¿Ha contactado la policía con algún testigo del suceso?

—No.

—Se ha cometido una matanza en pleno centro de Estocolmo, ocho personas han perdido la vida, ¿y esto es todo lo que la policía tiene que decir?

—Sí.

De esta manera concluyó la rueda de prensa.

El policía que ríe

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