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PREFACIO

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El año 334 a.e.c., un joven rey de Macedonia y su ejército bien entrenado pasaron a Asia desde Europa, se enfrentaron al inmenso imperio de Persia y lo conquistaron en el transcurso de una década. Las tropas de Alejandro marcharon a través de un mundo de antigüedades que albergaba los restos de miles de años de historia precedente. Su encuentro previo con Grecia no podía haberlos preparado para lo que iban a ver en el Próximo Oriente y Egipto. Entraron en ciudades como Uruk, que habían existido durante tres milenios, y visitaron pirámides y templos que se habían mantenido en pie desde hacía casi el mismo tiempo. Era un mundo inmerso en la historia, no un mundo en declive, que aguardaba inspiración nueva. Los habitantes de las ciudades eran conscientes de que sus tradiciones eran tan antiguas que llegaban a afirmar que procedían de los propios orígenes del tiempo. Las gentes escribían con signos que habían estado en uso casi treinta siglos, leían y copiaban textos de siglos de antigüedad. No se trataba de afirmaciones vanas, puesto que durante largo tiempo habían sido realmente hogar de las culturas más avanzadas del mundo, mucho antes de que Grecia hubiese desarrollado su gran civilización clásica.

Es en el Próximo Oriente y en el noreste de África donde muchos de los elementos que asociamos a la civilización avanzada aparecieron por vez primera, incluyendo la agricultura, las ciudades, los estados, la escritura, las leyes y muchos otros. Dado que esta región se ubica en la convergencia de tres continentes, aquí se juntaron prácticas y conceptos de pueblos numerosos y diversos, se inspiraron y complementaron mutuamente y se usaron por sus habitantes para manipular el entorno. Crearon dicho entorno, más que reaccionar al mismo. Esto había sucedido a lo largo de muchos siglos, milenios de hecho, mediante procesos que presenciaron desarrollos tanto suaves como abruptos, cambios de fortuna y comienzos en falso. Hoy nos sentimos naturalmente atraídos a indagar cómo y por qué sucedieron cosas así y quién participó en ellas. La investigación de los siglos XIX y XX solía remontar las raíces de la civilización moderna a la historia antigua de esta región, pero aproximaciones de este tipo ya no son aceptables, puesto que ahora somos conscientes de que la historia no es una mera evolución larga e ininterrumpida desde una única fuente. Podemos afirmar, con todo, que en el Próximo Oriente y en el noreste de África podemos estudiar por primera vez en la historia cómo vivían los seres humanos, en circunstancias que incluyen muchos de los elementos de nuestra propia cultura. Podemos estudiarlo a partir de un registro escrito aparte de los restos materiales, puesto que allí aparecen las primeras sociedades con cultura escrita de la historia universal. Y este estudio se vuelve especialmente intenso, puesto que a menudo vemos aquí la creación indígena de factores culturales, más que elementos que se hubiesen tomado prestados.

El Próximo Oriente y Egipto abarcan un área muy vasta que se extiende del mar Negro a la presa de Asuán y del mar Egeo a las tierras altas de Irán, un área que estuvo densamente poblada a lo largo de su historia. La diversidad de culturas e historias en toda esta región es inmensa, demasiado amplia para ser descrita en un único libro. Por lo tanto me dedicaré únicamente al Próximo Oriente, esto es, las regiones del continente asiático, y dejaré a Egipto fuera del estudio. Aun así, nos queda un elenco ingente de pueblos, culturas, lenguas y tradiciones. Hay cierta unidad en esta diversidad, sin embargo, que hace deseable un estudio conjunto. En la variedad podemos ver numerosas similitudes. Las circunstancias políticas y militares en ocasiones unieron a muchos de estos pueblos bajo un único sistema y podemos ver procesos casi constantes de interacción e intercambio social y cultural que conectaban las distintas regiones.

La historia del Próximo Oriente no debería tratar solo de principios o interesarnos exclusivamente porque contiene los testimonios más antiguos de ciertas preguntas que pueden formularse los historiadores. Muchos otros factores estaban implicados. Es una historia de unos tres mil años, un período un poco más largo que el que nos separa de Homero. Este largo arco temporal, con sus innumerables gentes, puede estudiarse a través de un registro histórico continuo que nos permite ver las circunstancias cambiantes y las reacciones humanas en un grado de detalle que no puede hallarse en ninguna otra región del mundo antiguo. El pasado ha sido descrito como un país extranjero y estudiarlo es como viajar: conocemos a gente que se parece mucho a nosotros, pero que es claramente diferente. Igual que cuando viajamos, tenemos un acceso restringido y no podemos verlo todo. Sin embargo, contamos con abundante información para el Próximo Oriente antiguo y esa abundancia nos permite ver mucho más que con otras culturas del pasado.

Como visitantes en un país extranjero, no comprendemos todo lo que vemos, puesto que no somos participantes plenos de las vidas y culturas que encontramos. Con todo, es de esperar que aprendamos a apreciar las diferencias como respuestas a retos y oportunidades tan humanos como los nuestros. Aprendemos que nuestros hábitos de conducta y pensamiento no son los únicos que pueden tener sentido. Los historiadores son como guías de viajes: al afirmar que poseen una mayor familiaridad con los países extranjeros que sus lectores, señalan lo que les resulta interesante y formulan su entusiasmo en formas que les parecen lógicas. Esperan informar a los lectores a la vez que los invitan a explorar más. Este es también el objetivo de este libro: aportar una introducción a una materia rica y fascinante que puede examinarse de muchas maneras y desde muchas perspectivas diferentes. Es una historia, no la historia. Puesto que los materiales disponibles son tan abundantes y diversos, un libro de resumen como este necesariamente presentará el punto de vista personal del autor sobre la materia, y mis intereses y prejuicios se ven reflejados claramente en los temas que trato y en las interpretaciones que propongo. El propósito no es escribir una historia definitiva de esta región y era de la historia humana, sino inspirar a los lectores a que emprendan su propio viaje por este mundo del Próximo Oriente antiguo.

Esta es la tercera edición de este libro, escrita una década después tras la publicación de la primera. Los lectores familiarizados con versiones anteriores percibirán cambios menores y mayores en el texto. Son en parte resultado de nuevas investigaciones, que continúan a pesar de que los trágicos acontecimientos en el Oriente Medio de hoy hagan imposible visitar muchas zonas de la región. Algunos cambios son el resultado de mis propias reconsideraciones de ideas y cambios de intereses, aunque me mantengo en la aproximación básica que coloca la historia política en la posición central de la narración. Algunos fueron inspirados por las reseñas publicadas o por las observaciones hechas por profesores que utilizan el libro en clase. He añadido un capítulo al final e introducido un nuevo elemento que denomino «Debates» en cada capítulo. Como un resumen de estas características por necesidad presenta afirmaciones e ignora los debates que mantienen los expertos en casi todos los puntos, he presentado secciones donde esbozo varias aproximaciones y posturas académicas sobre ciertos temas, aportando referencias bibliográficas. Su número es limitado, pero espero que muestren a los estudiantes cómo se producen desacuerdos entre los investigadores y sus posturas cambian en ciertas áreas.

Querría agradecer al personal de Wiley Blackwell su apoyo continuado a este libro. Mi mayor deuda la he contraído con una serie de grupos de estudiantes de Columbia University y durante una temporada en la Universidad de Oxford, que continúan obligándome a dar sentido al material que estudio y que por su mera presencia hacen que merezca la pena.

Nueva York

MARC VAN DE MIEROOP

Historia del Próximo Oriente antiguo

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