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1.3. GEOGRAFÍA

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El Próximo Oriente es una vasta extensión de tierra situada en la intersección de tres continentes: África, Asia y Europa. Allí se juntan tres placas tectónicas y sus movimientos determinan la geografía de la región. La placa árabe presiona hacia el norte bajo la placa irania, empujándola hacia arriba y viéndose obligada a descender. Donde chocan ambas placas hay una larga depresión que se extiende desde el mar Mediterráneo hasta el golfo Pérsico, por donde corren los ríos Tigris y Éufrates, convirtiendo el desierto en tierra muy fértil allí donde alcanzan sus aguas. Las placas africana y árabe se encuentran en el extremo occidental del Próximo Oriente y están separadas por un angosto valle a lo largo de los montes Amanus y del Líbano, situados en paralelo a la costa mediterránea. Hay poco espacio disponible para asentamientos costeros, excepto al sur, donde se ensancha la llanura. El norte y el este del Próximo Oriente están también definidos por cordilleras elevadas, el Tauro y los Zagros, que contienen las fuentes de todos los ríos de la región. El sur de la región es una enorme masa llana, que forma los desiertos de Siria y Arabia. Se vuelven más montañosos al dirigirse al sur y carecen de agua casi por completo.

Los fenómenos geológicos, terremotos y erupciones volcánicas, así como los efectos del viento, la lluvia y el agua, han creado un área de gran diversidad. En considerable contraste con la imagen popular del Oriente Medio como una extensión llana y monótona, la variación entre entornos naturales es enorme, desde grandes pantanos hasta vastos y áridos desiertos, y desde zonas deprimidas de carácter aluvial hasta montañas elevadas. También, en la escala local, existen grandes variaciones ecológicas en microentornos muy definidos. Dos ejemplos demuestran esto. Babilonia, el área entre el golfo Pérsico y la actual Bagdad, puede parecer un área con poca diversidad que dependía de la irrigación del Éufrates y el Tigris para su supervivencia. Pero esa extensión contenía zonas ecológicas muy diferenciadas. El norte era una meseta desértica donde la agricultura solo podía darse en los angostos valles fluviales. Algo más río abajo, los ríos penetraban una zona aluvial llana, pero mantenían canales claramente definidos que hacían posible la agricultura por irrigación en parcelas cuadradas. Al sur de la ciudad de Babilonia, los ríos se dividían en ramales en cambio constante que corrían casi al nivel del suelo y numerosos canales de construcción humana conducían agua a parcelas alargadas. Finalmente, cerca del golfo Pérsico extensas marismas hacían la agricultura imposible. En cada una de estas zonas había presencia de distintos nichos ecológicos próximos, dependiendo del acceso al agua y otros factores, orientados al suministro de recursos: pescado y juncos en las marismas, pasto para rebaños de ovejas en la estepa septentrional, etc. La extensión y localización de estos nichos fue variando a causa de factores naturales y de la actividad humana y el paisaje experimentó cambios a lo largo del tiempo. Pero la diversidad natural siempre caracterizó el área que genéricamente denominamos Babilonia.


Mapa 1.1. El Próximo Oriente antiguo.

En las montañas del Líbano hay un abanico de ecosistemas incluso mayor. El valle de la Beqa’a, entre las cordilleras del Líbano y el Antilíbano, tiene unos cien kilómetros de largo y veinticinco de ancho. Sobre el mapa, esta pequeña área parece uniforme, pero hay diferencias locales. Las altas montañas producen precipitaciones abundantes en la zona occidental; el área al este es consecuentemente seca. Los manantiales, aunque numerosos, se hallan dispersos de forma irregular a lo largo de la región y el río Orontes no es una buena fuente para agua de irrigación. Las zonas húmedas alternan con áreas muy secas, las zonas de horticultura intensiva con zonas donde solo pueden subsistir los pastores. El valle es por lo tanto una colección de lo que se ha denominado microecosistemas, cada uno de los cuales permitía distintos modos de vida.

Dentro de esta zona tan vasta debemos reconocer la gran variabilidad del entorno natural. Sin embargo, hay ciertas características básicas con importantes repercusiones para el sustento de sus pobladores. La agricultura, el requisito previo para asentamientos permanentes de elevado número de habitantes, es difícil. Las precipitaciones son escasas en casi todas partes porque las cordilleras elevadas del oeste dejan extensas zonas del Próximo Oriente en la zona de sombra de la lluvia. La agricultura que depende de la lluvia, la llamada agricultura seca, requiere al menos 200 mm anuales de agua. La isoyeta de los 200 mm, esto es, la línea que conecta los puntos con ese mismo nivel de precipitaciones, traza un amplio arco desde el Levante meridional hasta el golfo Pérsico. Las montañas y colinas reciben más lluvia, las planicies menos e incluso prácticamente nada. Pero la línea del mapa puede resultar engañosa: la variabilidad anual es grande y hay una amplia zona marginal que a veces recibe suficiente lluvia pero a veces no. La agricultura dependiente de la lluvia solo está garantizada al llegar a la isoyeta de los 400 mm. El efecto en los asentamientos humanos es drástico. Al sur de la isoyeta de los 400 mm, la agricultura solo es posible si hay ríos que aporten agua para irrigación. El Tigris y el Éufrates constituyen una línea de salvación para la llanura de Mesopotamia, donde las precipitaciones son escasas y erráticas. Ambos ríos y sus afluentes, Balij, Habur, Gran Zab y Pequeño Zab, Diyala, Kerkheh y Karum, nacen en las montañas de Turquía e Irán, donde la lluvia y la nieve los alimentan. Como ríos perennes, su agua puede explotarse para irrigar cultivos mediante gestión cuidadosa y técnicas que se analizarán posteriormente en este mismo capítulo.

En el período de tiempo que estudiamos es muy posible que tuvieran lugar largas fases de sequía. Aunque podemos asumir que en los últimos diez mil años el clima del Próximo Oriente no ha cambiado sustancialmente, es seguro que incluso las variaciones marginales tuvieron graves consecuencias para sus habitantes e impacto en los desarrollos históricos. ¿Fue la llamada Edad Oscura el resultado de un período de clima más seco? Habría hecho imposible la agricultura dependiente de la lluvia en zonas que habitualmente dependían de ella y habría hecho descender el nivel de los ríos hasta tal punto de que las zonas irrigadas mermasen. ¿O debemos concentrarnos en factores humanos a la hora de explicar esos períodos? Veremos que las explicaciones del declive y el colapso siempre son complejas e implican múltiples factores. El clima probablemente tuviera un papel en muchas ocasiones, pero por desgracia carecemos de suficientes detalles sobre el clima de la Antigüedad para que pueda servir como explicación de los drásticos cambios políticos y económicos que observamos.

Otro rasgo importante de la geografía son las fronteras. Las crearon montañas, mares y desiertos, que podían cruzarse, pero en lugares muy concretos y solo con tecnología especial. Los montes Zagros y el Tauro eran barreras masivas para los estados de Mesopotamia y solo podían ser rebasadas por los valles fluviales. Por lo tanto, ahí la expansión militar siempre se veía restringida, incluso en el caso de grandes potencias como Asiria. Las cordilleras del Levante dejaban solo un estrecho pasillo de acceso de Siria septentrional a Egipto y el control de un solo valle podía bloquear el acceso entre ambos. Las montañas eran también el hogar de muchos grupos que los estados que estudiamos eran incapaces de gobernar. Para los habitantes de las llanuras, las montañas a menudo constituían por lo tanto una visión inhóspita y aterradora.

Los mares componían un tipo de frontera muy distinto; las más importantes eran el Mediterráneo y el golfo Pérsico. Creaban una frontera, pero, una vez franqueados, permitían el acceso a regiones muy distantes. Así, el golfo Pérsico y las marismas en su extremo formaban el límite meridional de Mesopotamia, pero a partir del quinto milenio los mesopotámicos navegaron en naves primitivas a regiones a lo largo de la costa del Golfo. A finales del cuarto milenio, es posible que algunos marineros llegasen a Egipto por esa vía, y en el tercer y segundo milenios los contactos marítimos directos con el valle del Indo eran habituales. El Mediterráneo era otra cuestión. Solo había un puñado de puertos a lo largo de su costa, ninguno al sur de Jaffa. A finales del tercer milenio, de todos modos, los egeos navegaban a la costa de Siria-Palestina y en la segunda mitad del segundo milenio la navegación por el Mediterráneo oriental era común. En torno al 1200, las innovaciones tecnológicas permitieron a pueblos de los puertos siro-palestinos viajar largas distancias y el Mediterráneo entero quedó a su alcance. Los fenicios del primer milenio establecieron colonias tan al oeste como España y la costa atlántica de Marruecos.

El gran desierto que se extiende entre Mesopotamia y el Levante constituye una frontera más formidable. Durante milenios, solo se podía avanzar por los valles del Tigris o del Éufrates y cruzar la estepa de Siria septentrional. Con la domesticación del camello en torno al año 1000 se hizo posible la travesía directa, aunque siguió siendo poco frecuente. Aun cuando pequeños grupos pudieran cruzarlo directamente, la falta de agua seguía obligando a los ejércitos a dar un rodeo por Levante y el norte de Siria para ir de Egipto a Mesopotamia. El desierto, como las montañas, era hogar de grupos temidos y odiados por las tribus sedentarias, nómadas cuyos estilos de vida eran despreciados y cuya gobernabilidad era imposible. Aunque el desierto se pudiera atravesar, los estados del Próximo Oriente no podían someter a sus habitantes.

La permeabilidad de las fronteras no solo permitía a los pobladores del Próximo Oriente moverse hacia fuera, sino que también permitía a los de fuera entrar en la región. La posición del área en el punto de conexión entre tres continentes es única en el mundo. Pueblos de África, Europa y Asia han penetrado en la región desde los inicios de la prehistoria hasta la actualidad, causando interacciones, intercambio de tecnologías y creciente presión en los recursos naturales. Esto puede explicar por qué tantas «revoluciones» en el modo de vida de los seres humanos tuvieron lugar aquí: la aparición de la agricultura, de las ciudades, de los imperios. Es cierto que los movimientos de población tuvieron lugar en toda la historia antigua, pero estudiarlos resulta difícil. Aunque podamos afirmar con confianza que las tribus mongolas que invadieron Iraq en el siglo XIII e.c. venían del interior de Asia, no estamos tan seguros de los orígenes de los hititas, por ejemplo. Tal vez, en cuanto hablantes de una lengua indoeuropea, vinieran de una región al norte de la India y llegasen a Anatolia a principios del segundo milenio. Pero la supuesta patria ancestral indoeuropea al norte de la India podría ser un mero fantasma y podría ser el caso que hablantes de lenguas indoeuropeas hubiesen residido en Anatolia desde la prehistoria y no apareciesen en el registro histórico hasta inicios del segundo milenio. Se puede decir lo mismo de muchos pueblos —sumerios, hurritas, Pueblos del Mar, israelitas, etc.— que antes eran tenidos como invasores de distintas regiones del Próximo Oriente. Para retomar a la metáfora de antes, el Próximo Oriente es un punto de luz en un mundo de oscuridad prehistórica. Cuando distintos pueblos entran de repente en el alcance de su foco, a menudo es imposible determinar si llegaron de cerca o de lejos, o si habían estado siempre en la región cuando aparecieron por primera vez en los documentos.

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