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2.1. EL ORIGEN DE LAS CIUDADES

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No es fácil definir en términos absolutos qué es una ciudad. Intuitivamente pensamos en un gran número de habitantes que viven muy cerca unos de otros y en edificios monumentales, pero estos son conceptos relativos que dependen de las circunstancias históricas. Mientras que hoy consideramos que una comunidad de treinta mil personas es una ciudad pequeña, para los griegos clásicos, por ejemplo, habría sido una gran ciudad. A esto se une que los monumentos por sí solos no constituyen una ciudad, sino que tienen que formar parte de los entornos que los sustentan y que se benefician de ellos, incluidas las personas a ellos asociadas y que viven en las inmediaciones. Una característica fundamental de una ciudad es que no existe de forma aislada. No solo atiende a las necesidades de sus propios residentes, sino que también es importante para las personas que viven a su alrededor en pequeños asentamientos, ciudades y pueblos. Estos quizá no se dirijan a la ciudad para cubrir las necesidades cotidianas, pero cuando necesitan artículos y servicios especiales, dependen de ella. Una ciudad actúa como mediadora entre las personas, tanto las que viven dentro de sus límites como las que se encuentran en asentamientos permanentes o estacionales en los alrededores; actúa como punto de recogida y redistribución de bienes y presta servicios centrales. La ciudad es un centro neurálgico en su entorno geográfico, el punto focal tanto para sus propios habitantes como para las personas que viven en el campo. A la inversa, una ciudad necesita su hinterland para sobrevivir.

La mayoría de los historiadores cree que la primera auténtica ciudad en la historia universal apareció en el sur de Mesopotamia, en Uruk, un asentamiento masivo en el último cuarto del cuarto milenio, de un tamaño quizá diez veces superior al de cualquiera de sus contemporáneos. Algunos argumentan que hubo precedentes en las llanuras mesopotámicas del norte a principios de ese milenio, pero, aunque se trataba de grandes asentamientos, no alcanzaron las proporciones verdaderamente urbanas que se encuentran en el sur. Resulta frustrante que esa área siga siendo arqueológicamente poco conocida. Solo en una zona se han excavado niveles relevantes del período Uruk, es decir, en el propio Uruk, pero incluso allí solo se ha descubierto la arquitectura monumental. Pero hay otra fuente de información, que en realidad revela los patrones hacia la urbanización mucho mejor que la excavación de un solo lugar: la prospección de los asentamientos. Según este enfoque, los arqueólogos caminan por el campo y recogen los restos de cerámica para determinar dónde vivía la población y fechan su presencia sobre la base de los estilos de cerámica utilizados por los residentes. La técnica permite a los arqueólogos calcular el tamaño de los asentamientos en diferentes momentos y, utilizando el tamaño como indicador de importancia, nos permite establecer una jerarquía. Los yacimientos mayores y centrales pueden considerarse ciudades, los poblados más reducidos como pueblos y los más pequeños como aldeas.

Este es el método que revela el crecimiento de las ciudades de Mesopotamia en el cuarto milenio. En el período de Obeid, que duró unos dos mil años, el número de asentamientos se incrementó gradualmente y comenzaron a mostrar una diferenciación en su tamaño. Algunos eran pequeños centros con aldeas subsidiarias a su alrededor, lo que sugiere la presencia de jefes locales con autoridad sobre las tierras circundantes. A principios del cuarto milenio, con el comienzo del período de Uruk, el número y el tamaño de las poblaciones aumentó repentinamente en todo el Próximo Oriente. Sin embargo, había diferencias entre el norte y el sur. En el norte de Mesopotamia aparecieron asentamientos centrales densamente poblados con un círculo de poblaciones más pequeñas a su alrededor. Con el tiempo, estos se fusionaron en grandes asentamientos, como, por ejemplo, Tell Brak, con unas dimensiones de 130 hectáreas. Estos asentaminetos estaban dispersos en una amplia área con grandes espacios abiertos entre ellos. En contraste, los habitantes del sur de Mesopotamia se asentaron a lo largo del campo. A principios del período de Uruk el número total de habitantes parece haber sido casi igual en el centro y en el sur de Babilonia, pero en la Babilonia central vivían en tres centros de 30 a 50 hectáreas, mientras que en el sur dominaba un solo asentamiento, con un tamaño de unas setenta hectáreas: Uruk (mapa 2.1). El rápido aumento de los asentamientos de población en ese momento no puede explicarse con certeza, pues parece demasiado rápido como para haber sido el resultado solo del crecimiento de la población indígena, incluso si las nuevas condiciones agrícolas hubieran fomentado la expansión demográfica. Pudo haberse producido un aumento en la sedentarización de pueblos seminómadas previamente irreconocibles en el registro arqueológico, o pudieron haber entrado en la región pueblos foráneos debido a cambios climáticos u otras razones.

La primera ciudad propiamente dicha apareció en el Período de Uruk Tardío y en una sola región, el sur de Babilonia. Después de mediados del cuarto milenio, el aumento de la población permanentemente asentada en Babilonia central fue menor y puede explicarse como resultado del crecimiento natural. Sin embargo, en el sur, alrededor de la ciudad de Uruk, hubo un enorme incremento del área ocupada por los asentamientos permanentes. Una gran parte de ese aumento tuvo lugar en la misma Uruk que, ya con una extensión de 250 hectáreas, se convirtió en un verdadero centro urbano rodeado no solo por un único nivel de asentamientos secundarios, sino por una jerarquía dentro de los mismos: pueblos, aldeas y aldeas más pequeñas. A pesar de que las estimaciones sobre la población no son notoriamente fiables, los estudiosos suponen que los habitantes de Uruk aún podían mantenerse a sí mismos con la producción agrícola de los campos que rodeaban la ciudad, a los que podían desplazarse diariamente. Pero la dominante extensión de Uruk en toda la región, muy superior a la de otros asentamientos, indica que era un centro regional y una verdadera ciudad. Su existencia provocó una reestructuración del modo de vida de la población en una gran área. El número de personas que residía en su órbita era tan grande que no pudieron haber llegado solo de Babilonia, sino que algunos parecen haber emigrado desde el oeste de Irán y el norte de Mesopotamia hacia el sur.


Mapa 2.1. Cambios en los patrones de asentamiento en Babilonia durante los períodos Obeid y Uruk

Según Susan Pollock, Ancient Mesopotamia: The Eden That Never Was (Cambridge University Press, Cambridge, 1999), pp. 56-58.

El aumento masivo del número de personas conviviendo naturalmente tuvo repercusiones en el funcionamiento de la sociedad. En las primeras comunidades prehistóricas había pocas disparidades de riqueza y poder entre las familias, cuyos miembros se ocupaban principalmente de las tareas agrícolas. Pero con el paso del tiempo se desarrollaron diferencias, como muestran los tamaños de las casas y la cantidad de bienes depositados en las tumbas que nos ofrece el registro arqueológico. En las sociedades urbanas de decenas de miles de habitantes existía una compleja jerarquía, con las élites controlando a los demás y una especialización de las actividades económicas. Una muestra de ello son los restos excavados en Uruk. Dos áreas en su centro contenían materiales del cuarto milenio cerca de la superficie, ambas con una arquitectura monumental: un complejo llamado Eanna, «Casa del Cielo», con una secuencia de estratos numerados de Eanna XIV (el más antiguo) a Eanna III (el más reciente) y asociados a la diosa Inanna y un área en la que se llevó a cabo el culto al dios del cielo Anu. Las estructuras del complejo del Eanna fueron las más elaboradas y se reconstruyeron varias veces en el período de Uruk IV (distinguimos los niveles IVb más antiguos de los IVa posteriores). Dentro de un área rodeada por un muro perimetral, varios edificios enormes estuvieron en uso simultáneamente. No solo eran grandes, del orden de 50 por 80 metros, sino que también estaban decorados con una técnica típica del período de Uruk Tardío: en las paredes se insertaban conos de arcilla de color blanco, negro y rojo que formaban mosaicos con patrones geométricos en la superficie. En un edificio estos conos eran de piedra, un material más difícil de obtener en la región de Uruk que la arcilla. El templo de Anu —o Blanco— se construyó sobre una plataforma artificial repetidamente levantada en el período de Uruk y que finalmente alcanzó los 13 metros de altura. En su base había un edificio de piedra caliza de 25 por 30 metros que había sido traído desde el lejano desierto.

La disposición arquitectónica de ambos complejos muestra que se trataba de lugares de culto y que el acceso a parte de ellos estaba restringido. Su monumentalidad nos dice mucho sobre la sociedad en Uruk. Solo pudieron haber sido construidos por una gran fuerza laboral que requería organización y liderazgo. Los arqueólogos han calculado que, por cada complejo, trabajaron unos quince mil obreros diez horas al día durante cinco años1. Aunque los sentimientos religiosos les pudieron haber inspirado en parte para hacerlo, probablemente también hubo algún tipo de coerción. Si bien estos proyectos solo podían tener éxito en las grandes comunidades, también fortalecían los vínculos sociales entre las personas que estaban involucradas o que tenían parientes que lo estaban, generando un sentimiento de propósito común.

La agricultura siguió siendo la base de la economía, y lo fue durante el resto de la historia del Próximo Oriente antiguo, pero proyectos constructivos como estos requerían que algunas personas reorientaran su atención hacia otras tareas y se especializaran en ellas. La especialización del trabajo es una característica de una sociedad urbana y podemos observarlo tanto en las tierras como en la ciudad de Uruk. Uruk estaba situado justo en el interior de las marismas, a la cabecera del golfo Pérsico. Su agricultura se basaba en el agua de riego que proporcionaba el Éufrates, lo que permitía el cultivo abundante de cereales y productos hortofrutícolas, especialmente dátiles. Entre las zonas de irrigación se encontraba la estepa, donde, además de la caza, se practicaba la ganadería ovina y caprina. En las inmediaciones se encontraban las marismas, con un abundante suministro de peces y aves de caza, donde se pastoreaban los búfalos de agua para la producción de leche y donde se podían cosechar los juncos para el forraje animal. Los diferentes nichos ecológicos fomentaban la especialización laboral de los productores: pescadores, agricultores, hortelanos, cazadores y pastores eran más productivos si dedicaban la mayor parte de su tiempo al cuidado de los recursos que tenían a su disposición. Algunos avances tecnológicos también pudieron hacer la especialización más deseable. Así, la invención del arado de vertedera, un instrumento que deposita las semillas en el surco mientras se está arando, hizo la labranza más difícil y requirió la mano de un experto.

La gran mayoría de la población se mantuvo activa en la agricultura, incluso los que vivían en la propia ciudad, pero un segmento de la sociedad urbana comenzó a centrarse en tareas no agrícolas como resultado del nuevo papel de la ciudad como centro en su entorno geográfico. Dentro del sector productivo, los artesanos se convirtieron en especialistas. Ya en el Período de Uruk Antiguo, el cambio a la cerámica utilitaria no decorada fue probablemente el resultado de la producción masiva especializada. En el nivel XII de la secuencia del Eanna en Uruk, datado a comienzos del cuarto milenio, aparece un estilo cerámico que es el más característico de este proceso, el denominado cuenco de borde biselado (figura 2.1). Se trata de un cuenco bastante poco profundo que se fabricaba toscamente en un molde, y, por tanto, solo en un número limitado de tamaños estandarizados. Por alguna razón desconocida, muchos fueron descartados, a menudo aún intactos, y se han encontrado cientos de miles en todo el Próximo Oriente. El cuenco de borde biselado, de cuyo uso se hablará más adelante, es uno de los hallazgos más reveladores para identificar un yacimiento del período de Uruk. En este caso es importante el hecho de que fue producido rápidamente en grandes cantidades, probablemente por especialistas, en una localización céntrica.

Una variedad de documentación indica que los artesanos hábiles también producían en masa otros bienes, mientras que anteriormente cada familia los fabricaba para uso privado. Algunas imágenes muestran grupos de mujeres que participaban en el hilado de tejidos, una actividad que sabemos por textos posteriores del tercer milenio que fue vital en la economía y que se administraba de forma centralizada. Podría haberse excavado un taller de fundición de metal en una pequeña área en Uruk, pues contenía una serie de canales alineados por una secuencia de agujeros de unos quinientos centímetros de profundidad, todos ellos con marcas de quemaduras y llenos de cenizas. Esto se ha interpretado como los restos de un taller donde los especialistas recogían el metal fundido del canal y lo vertían en moldes en los agujeros.

Los propios objetos muestran que eran obra de profesionales cualificados. En el Período de Uruk Tardío, apareció por primera vez un tipo de objeto característico de Mesopotamia a lo largo de toda su historia: el cilindro-sello. Se trataba de un pequeño cilindro, generalmente de no más de 3 centímetros de alto y 2 centímetros de diámetro, de concha, hueso, loza o una variedad de piedras (por ejemplo, cornalina, lapislázuli, cristal), en el que se tallaba una escena en espejo. Cuando se hacía rodar sobre un material blando —principalmente la arcilla de bullae, tablillas o terrones adheridos a cajas, frascos o cerrojos— la escena aparece un número indefinido de veces en relieve, fácilmente legible (figura 4.4). El cilindro-sello fue una importante herramienta administrativa de cuyo uso se hablará más adelante. Los conocimientos tecnológicos necesarios para tallarlo eran muy superiores a los de los sellos estampillados, que habían aparecido a principios del Neolítico. Desde la primera aparición de los cilindros-sellos, las escenas talladas pueden ser muy elaboradas y refinadas, lo que indica el trabajo de canteros especializados. Del mismo modo, el Período de Uruk Tardío muestra el primer arte monumental, el relieve y la estatuaria de bulto redondo, realizados con un grado de maestría tal que solo un profesional podría haberlos producido.

Con esta especialización de la producción, la necesidad de intercambio se hizo imperativa y es aquí donde Uruk adquirió su verdadero estatus de ciudad, coordinando dichos intercambios respecto a su entorno. Los productores agrícolas intercambiaban sus variados productos y obtenían así herramientas y artículos de lujo, mientras que los artesanos obtenían sus alimentos a través de este sistema. Se requería algún tipo de autoridad para organizar esto y esta autoridad tenía que apoyarse en una base ideológica compartida por los participantes en el sistema para que fuera aceptable para ellos y que estos contribuyeran con parte de su producción a cambio de algo más en el futuro. En el período de Uruk de Mesopotamia, la religión proporcionaba esa ideología: el dios de la ciudad recibía los bienes y los redistribuía a los habitantes. El templo monumental, casa del dios y construido por la comunidad, fue la institución central que hizo funcionar el sistema. Sus edificios presentaban una vista impresionante y un enfoque visual de los alrededores de Uruk, que se encontraba en una región extremadamente plana. Tenían un papel de culto en el que los bienes se ofrecían a los dioses. Una de las principales obras de arte de la época, el vaso de Uruk (figura 2.2; véase el recuadro 2.1), expresa pictóricamente el papel del complejo del templo Eanna en la sociedad de Uruk: recogía los productos de la tierra como si fuera una ofrenda a la diosa. Un humano, distinguido de los demás por su altura y su vestimenta, actuaba como intermediario. Lo más probable es que podamos identificarlo con el jefe de la organización del templo, tal vez referido por el título «señor», EN en sumerio.


Figura 2.2. El vaso de Uruk. La talla de esta vasija ceremonial muestra como el líder de la comunidad de la ciudad provee a la diosa Inanna de los productos de la tierra. Encontrado dentro del complejo del templo de Uruk, el vaso representa el papel de ese edificio en la recolección de los recursos de la región para su redistribución a la comunidad. Museo de Iraq, Bagdad.

Créditos: M. van de Mieroop, The Ancient Mesopotamian City (Oxford University Press, Oxford, 1999), p. 32.

El papel del templo en la recolección y redistribución de bienes creó la necesidad de un tipo de especialista completamente nuevo: el administrador. La economía se volvió tan compleja que se necesitaban mecanismos de contabilidad para registrar las entradas y salidas de mercancías de la organización central. Esto requería las habilidades de personas capaces de trabajar con las herramientas y técnicas de una burocracia. Se habían establecido medidas estándar para las cantidades de productos secos y líquidos, para la tierra, para la mano de obra y para el tiempo, y se había creado la escritura, la tecnología de registro para futuras consultas. Al considerar los cambios en la sociedad, es importante darse cuenta de que toda esta actividad burocrática estaba en manos de un grupo especializado de personas.

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