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Recuadro 3.1. LA LISTA REAL SUMERIA

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Entre los textos mesopotámicos posteriores que tratan sobre el Período Dinástico Arcaico, la Lista real sumeria ha sido la más influyente en las reconstrucciones históricas modernas. El texto se conoce por un manuscrito del siglo XXI y por diecisiete de los siglos XIX y XVIII, incluso de dos lugares fuera de Babilonia: Susa en el oeste de Irán y Shehna en el norte de Siria. Representa un mundo en el que la realeza «descendió del cielo» y pasó de ciudad en ciudad, teniendo sus dinastías locales una hegemonía temporal sobre toda la región. El número de dinastías incluidas aumentó con el tiempo. Una sección típica sería la siguiente:

En Ur, Mesannepada fue rey; gobernó 80 años; Meski’agnuna, hijo de Mesannepada, fue rey; gobernó 36 años; Elulu gobernó 25 años; Balulu gobernó 36 años; cuatro reyes gobernaron 177 años. Ur fue derrotado en batalla y su reinado fue llevado a Awan1.

Cronológicamente, el texto en su última edición aborda el período desde el momento en que la realeza apareció por primera vez, antes del diluvio, hasta el final del reinado de Sin-magir de la dinastía de Isin (1817). En el segmento que cubre el Período Dinástico Arcaico, las ciudades-estado mencionadas están ubicadas principalmente en Babilonia, dándose especial prominencia a Ur, Uruk y Kish. También se incluyen tres ciudades no babilónicas, Awan en el este, Hamazi en el norte y Mari en el oeste. Por otra evidencia sabemos que algunos de los reyes incluidos en la lista gobernaron consecutivamente al mismo tiempo. El texto los enumera secuencialmente porque entre los principales elementos ideológicos expresados en él se encuentra que solo había un gobernante divinamente legitimado al mismo tiempo y que la realeza hegemónica circuló entre un número restringido de ciudades. En él se incorporaron listas dinásticas de reyes de diferentes ciudades y el número de años que gobernaron. La exactitud de las secciones posteriores se puede comprobar con la información de documentos económicos fechados. Sin embargo, las primeras partes de la Lista real sumeria son legendarias, asignando reinados de una duración inverosímil de, por ejemplo, tres mil seiscientos años a figuras mitológicas como Dumuzi, que era conocido como el marido de la diosa Inanna y probablemente era puramente ficticio. En su versión final, los reyes de la dinastía de Isin utilizaron el texto para legitimar su pretensión de poder supremo en Babilonia, a pesar de que no controlaban políticamente toda el área cubierta por la Lista real.

1.Traducción siguiendo a Glassner, 2004: 120-121.


Figura 3.1. Prisma de Weld-Blundell inscrito con la Lista real sumeria. Este es el manuscrito más completo de la Lista real sumeria que conocemos, quizás procedente de Larsa en Babilonia. Cada uno de sus cuatro lados tiene dos columnas que enumeran una secuencia de ciudades en las que se desarrolló el reinado y los gobernantes de las dinastías con el número de años que gobernaron. La lista comienza con los gobernantes antediluvianos y termina con Sin-magir de la dinastía de Isin (r. 1827-1817), y probablemente se escribió en el último año de ese rey o poco después. Ashmolean Museum, Oxford. Terracota; cuatro lados iguales, cada uno de 20 cm de alto y 9 cm de ancho.

Créditos: Ashmolean Museum, University of Oxford/Bridgeman Images.

En la literatura mesopotámica posterior de finales del tercer milenio y principios del segundo milenio, varias son las composiciones que hablan sobre los reyes del Período Dinástico Arcaico. A menudo son bastante detalladas y, por tanto, ocupan un lugar destacado en las reconstrucciones históricas modernas, aunque su fiabilidad como fuentes históricas es dudosa. La más influyente de ellas ha sido la llamada Lista real sumeria, que incluye una larga secuencia de dinastías según las ciudades y reyes del Período Dinástico Arcaico (recuadro 3.1 y figura 3.1). Su parte más antigua registra reinados fantásticamente largos —tres mil seincientos años, por ejemplo— y nombres reales como Perro, Escorpión y Gacela, por lo que claramente es poco fiable. Aunque las secciones posteriores parecen más realistas y a veces pueden ser confirmadas por otras fuentes, en general fue sin duda una elaboración posterior para legitimar la situación política de entonces. En consecuencia, la lista pierde gran parte de su valor como fuente histórica, aunque su concepto de dinastías según las ciudades sigue siendo nuestro principal medio de estructurar la historia del Dinástico Arcaico. Otros textos literarios sumerios, también conocidos solo por manuscritos mucho más tardíos, cuentan historias sobre tres reyes de la ciudad de Uruk (Enmerkar, Lugalbanda y Gilgamesh), e incluyen aventuras militares y conflictos locales. Estos textos son más importantes por la visión que proporcionan sobre el sentido del pasado de los sumerios que como fuentes del Período Dinástico Arcaico.

Un estudio de la Babilonia del Dinástico Arcaico debería basarse primero en los restos textuales del propio período, y en torno al 2400, ciertos lugares nos proporcionan una miscelánea de escritos que nos permiten investigar cuestiones desde varios ángulos simultáneamente. Del estado de Lagash, por ejemplo, tenemos inscripciones reales relacionadas con acontecimientos militares y políticos y un gran número de documentos administrativos que registran las actividades de una importante institución pública. Esto nos permite reconstruir la administración real y comparar la retórica oficial con los registros de los asuntos cotidianos. Uno de los problemas es que algunas de las palabras que se encuentran en estas fuentes solo se entienden porque aparecen en una documentación posterior más extensa. Tenemos que tener en cuenta la posibilidad de que su sentido cambiara con el tiempo debido a las nuevas circunstancias y no podemos simplemente aplicar un significado del siglo XXI para explicar un término utilizado en un registro a partir del XXV. Por ejemplo, el título énsi, más tarde conocido como gobernador provincial al servicio del rey, aparece en el Período Dinástico Arcaico para referirse a un gobernante que actúa de manera autónoma. Los cambios en la situación política y otras circunstancias tenían un efecto en el significado de esos términos.

El creciente número de fuentes escritas y los temas que discuten es una gran ventaja para el historiador, pero tenemos que ser conscientes de un sesgo importante en ellas. Son producto exclusivamente de los líderes de las organizaciones estatales —reyes, administradores de templos, etc.— y solamente revelan sus intereses. Esto también es cierto para las obras de arte producidas en esta época. Su ámbito no solo se centró en las ciudades-estado, que en su mayoría ignoraba lo que había fuera de ellas, sino que también podían expresar más las ambiciones de sus autores que la realidad. Los reyes pudieron haber deseado aplastar al ejército de un oponente en lugar de haberlo hecho en realidad. Este sesgo de la documentación escrita sigue siendo un desafío a lo largo de toda la historia del Próximo Oriente, pero es especialmente marcado en este período inicial, en el que las voces de los actores no estatales estaban totalmente ausentes.

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