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3.2. LOS AVANCES POLÍTICOS EN EL SUR DE MESOPOTAMIA

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El elemento básico de la organización política de Babilonia en el Período Dinástico Arcaico fue la ciudad-estado: un centro urbano que controlaba directamente un hinterland con un radio de unos quince kilómetros, donde la población vivía en aldeas. Debido a que la agricultura de la región dependía totalmente de la irrigación para sus cultivos, los asentamientos tenían que estar cerca de los ríos, principalmente de los múltiples brazos del Éufrates, o de los canales excavados junto a ellos. A lo largo de Babilonia existían unas treinta y cinco ciudades-estado, repartidas de forma más o menos uniforme por toda la región (mapa 3.1). Algunas de ellas contenían varios centros urbanos, siendo el más importante de ellos Lagash, que englobaba tres ciudades, Girsu, Lagash y Nina. La estepa se situaba entre las zonas cultivadas y las que estaban habitadas permanentemente, y se utilizaba para el pastoreo y la caza estacional de animales. Estas zonas y sus habitantes estaban controlados solo indirectamente por los poderes urbanos.


Mapa 3.1. Las ciudades-estado de Babilonia en el Período Dinástico Arcaico. Según Joan Oates, Babylon (Thames and Hudson, Londres, 1986), p. 13.

A comienzos del tercer milenio, Babilonia experimentó un crecimiento general de la población, posiblemente acelerado por la inmigración o el asentamiento de grupos seminómadas. En toda la región hubo un aumento general en el número de ciudades, su tamaño y la densidad de su población. Cada una de ellas constituía un pequeño estado con una jerarquía política bajo un solo gobernante. Al principio, estas ciudadesestado estaban situadas a suficiente distancia entre sí como para estar separadas por estepas y tierras que no formaban parte de sus zonas agrícolas. Pero el continuo aumento de la población requería una extensión de las áreas cultivadas, por lo que las fronteras de las ciudades-estado, especialmente en el sur, se volvieron contiguas, e incluso, se superpusieron. La desecación del clima puede haber agravado este proceso, ya que provocó un descenso del nivel del mar y una reducción del caudal de los ríos en menos ramificaciones. La desaparición de las zonas intersticiales tuvo importantes repercusiones tanto dentro de los propios estados como en toda la región. Entre los cambios había una secularización del poder dentro de las ciudades-estado y su centralización en términos regionales.

Un elemento fundamental en la ideología mesopotámica era el concepto de que cada ciudad era la morada de un dios o diosa en particular. Se pensaba que las ciudades habían sido construidas en tiempos primordiales como residencias para los dioses, que actuaban como sus deidades patronas. Así, Ur fue la casa de Nanna, Uruk de Inanna, Nippur de Enlil, etc. Este concepto estaba relacionado con el papel del templo, o la casa de Dios (ver más abajo), en las ciudades. La función del templo como recolector y distribuidor de recursos agrícolas se basaba en la ideología de que el dios los recibía como dones y los redistribuía al pueblo. Así, el jefe de la administración del templo servía como líder en la ciudad y desde el período de Uruk el sustento ideológico principal para el gobernante de la ciudad fue su función en el templo. El templo era, de hecho, la institución dominante en la ciudad primitiva y la estructura más grande dentro de sus murallas, a veces construida sobre una plataforma de tierra que se elevaba sobre los otros edificios. Se imaginaba que los dioses vivían en un mundo paralelo al de los humanos, por lo que cada dios tenía un hogar, un cónyuge, hijos y sirvientes. Las deidades dependientes también tenían templos y santuarios más pequeños en las ciudades, clasificados según su estatus y cada ciudad tenía una multitud de templos.

Con la expansión de las zonas de influencia de las ciudades-estado, la competencia por las áreas abiertas restantes creció y pronto condujo a guerras interurbanas por tierras agrícolas. El papel militar de un líder, más que su papel cultual, se convirtió en algo de suma importancia en tales situaciones. En las historias sumerias posteriores que hablan de este período, el pueblo otorgaba a un líder de la guerra una autoridad temporal en momentos de crisis. La asamblea popular elegía a un hombre físicamente fuerte como líder de la guerra y ese organismo controlaba sus movimientos. Los historiadores modernos a menudo consideran esta práctica como una evidencia de una «democracia primitiva» que se desentrañó en un sistema dinástico bajo el cual el gobierno se transmitía de padre a hijo a lo largo de varias generaciones. El ideal dinástico del líder de la guerra no era compatible con el del administrador principal del templo elegido por los dioses por su capacidad de gestión. Tenían diferentes bases de autoridad, una derivada de la prominencia en la guerra, y la otra de la percepción del favor divino. Asociamos la nueva clase militar con el palacio y la realeza. En el Período Dinástico Arcaico vemos la primera aparición de un nuevo tipo de edificio monumental, el palacio, identificable como tal por su planta residencial. Además, los documentos de la época mencionan una nueva institución central, el é-gal, literalmente la «gran casa», que en épocas posteriores se refiere claramente a la casa real. Esto es distinto del é, «casa», de la ciudad-dios, el templo. Estas dos fuentes de autoridad no tienen por qué considerarse intrínsecamente antagónicas entre sí, pero fusionarlas en una sola no era una tarea sencilla.

Las evidencias procedentes de Lagash, el estado mejor documentado de la época, muestran cómo se armonizaron las dos bases del poder. Alrededor del 2450, su gobernante Eannatum levantó una gran estela de piedra plana tallada con una inscripción e imágenes visuales a ambos lados para conmemorar una victoria en su guerra contra Umma. Su nombre moderno es Estela de los buitres (figura 3.2). Un lado muestra a la deidad protectora Ningirsu capturando a los enemigos en una red y sometiéndolos con su maza. En el otro lado, el rey lidera a sus tropas en la batalla. Dios y rey son como las dos caras de la misma moneda: juntos tienen éxito, pero son distintos. Sin embargo, el último gobernante independiente de Lagash parece haber borrado esta distinción. Era un usurpador llamado Uru’inimgina. A principios de su reinado proclamó una reorganización del estado, quitándose ostensiblemente a sí mismo y a su familia el control de la tierra agrícola y otorgándoselo al dios de la ciudad Ningirsu y a su familia. Además, abolió varios derechos e impuestos y canceló ciertas obligaciones de las familias endeudadas. Al mismo tiempo, vemos un cambio fundamental en la administración de la institución mejor documentada del estado de Lagash. Lo que se había llamado el é-mí, el hogar de la esposa (del gobernante de la ciudad), fue rebautizado como é-Bau, el hogar de la diosa Bau, la esposa de Ningirsu. Pero, primero Uru’inimgina mismo y luego su esposa, aparecían como administradores principales, aunque los bienes del terreno supuestamente pertenecían a Bau. El cambio de nombre de la institución coincidió con un aumento sustancial de sus actividades, duplicando el número de sus dependientes y las zonas agrícolas mediante una transferencia de recursos de otros templos. Estos movimientos parecen indicar un intento de fusionar las diversas casas de la ciudad bajo la familia del gobernante. Como rey y líder de la guerra, Uru’inimgina ostensiblemente transfirió la propiedad de la tierra y los bienes al dios de la ciudad y a su familia, mientras que en la práctica él y los miembros de su familia tomaron el control de los bienes de los dioses. El rey gobernaba por el favor divino, pero tenía el control total sobre las posesiones terrenales de los dioses, así que cualquier distinción previa entre la autoridad secular y la divina había desaparecido. Esta idea encontró su máxima expresión en el período posterior bajo la dinastía de Acad. Como veremos, su cuarto rey, Naram-Sin, se declaró un dios y cuando representó una victoria militar en su estela (figura 4.1), fusionó los dos lados de la Estela de los buitres en uno solo: Naram-Sin dirigía a sus tropas en la batalla como un rey-dios.


Figura 3.2. Estela de los buitres, anverso y reverso. Excavada en Girsu, la estela muestra visualmente un episodio de la guerra entre Umma y Lagash y lo describe en el texto. Por un lado, el rey de Lagash, Eannatum, aparece guiando a sus tropas a pie y en carroza; por otro, la gran figura del dios Ningirsu de Lagash está representada sosteniendo una red llena de cuerpos de enemigos. El nombre «estela de los buitres» deriva de una pequeña escena de buitres que se cierne sobre las tropas humanas. Museo del Louvre de París, hacia 2450 a.C. Piedra caliza; 180 cm de altura; 130 cm de anchura; 11 cm de grosor.

Créditos: (a) akg images/Erich Lessing; (b) © RMN-Grand Palais/Hervé Lewandowski.

La creciente competencia por la tierra entre las ciudades-estado es más explícita en una serie de inscripciones encontradas en el estado meridional de Lagash (documento 3.1). Durante un período de ciento cincuenta años, aproximadamente del 2500 al 2350, los reyes escribieron relatos sobre un conflicto fronterizo con su vecina del norte, Umma. Describieron la guerra en términos de una disputa entre Ningirsu, deidad patrona de Lagash y Shara, dios de Umma, por un campo llamado Gu’edena, que significa «borde de la llanura». Los reyes se presentaban a sí mismos como delegados que actuaban en nombre de los dioses. En la Estela de los buitres, Eannatum incluso se describió a sí mismo como el gigante hijo de Ningirsu, que lo engendró para luchar por su causa. Según los relatos de Lagash, el dios principal Enlil había demarcado en el pasado remoto la frontera entre los dos estados que pasaban por Gu’edena. Las inscripciones reconocen que históricamente un rey de Kish llamado Mesalim, que habría vivido alrededor del año 2600, había realizado el acto. Por lo tanto, ya en esa época las dos ciudades-estado tenían reivindicaciones enfrentadas y buscaban recurrir a un arbitraje externo. La secuencia de los acontecimientos es difícil de establecer, ya que solo se documenta el punto de vista de Lagash. Siempre que el estado es fuerte, trata de hacer valer sus reivindicaciones sobre la tierra, estén o no justificadas. Los sucesivos reyes declararon que Umma había ocupado ilegalmente la tierra y que el ejército de Lagash había hecho retroceder repetidamente al enemigo. Sin embargo, el conflicto persistió durante varios siglos, lo que demuestra lo poco concluyentes que fueron estas batallas, así como la importancia de la zona agrícola para ambos estados. Podemos aceptar que otros estados también intentaron ampliar sus zonas de cultivo anexionando los campos de los vecinos.

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