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3.5. LA CULTURA DE LOS ESCRIBAS

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Durante el Período Dinástico Arcaico en Babilonia, la tecnología de la escritura recientemente inventada evolucionó tanto en su capacidad de reflejar los idiomas hablados como en el alcance de la información que proporcionaba. El sistema cambió de varias maneras. Primero, los escribas comenzaron a imprimir los signos en la arcilla de la tablilla usando una lengüeta con punta biselada en lugar de trazarlos. Cuando la punta del estilo se presionaba sobre la arcilla, formaba un pequeño triángulo y una fina línea, creando así la forma de cuña que ahora llamamos cuneiforme. Los signos se volvieron cada vez más esquemáticos y estandarizados, y fue posible impresionarlos rápidamente con un número limitado de trazos. Al final del período, pocos de los signos se parecían ya a los elementos pictóricos en los que se basaron originalmente.

El uso de signos que representan sílabas también se expandió, indicando más y más elementos de la lengua hablada. Sin embargo, los signos que representaban palabras enteras y que requerían que el lector proporcionara elementos gramaticales seguían siendo dominantes. Mientras que las indicaciones de conjugación verbal, por ejemplo, estaban ausentes en los textos protocuneiformes de Uruk, la expresión de tales elementos se hizo cada vez más explícita, aunque nunca hubo una obligación de expresarlos todos en el sistema de escritura cuneiforme. El uso creciente de los signos silábicos permitía escribir en lenguas distintas del sumerio; los escribas podían escribir nombres propios en dialectos semíticos y en hurrita, insertar preposiciones semíticas en el texto y así sucesivamente.

También estandarizaron la disposición de las tablillas, dividiéndolas en una o más columnas verticales enmarcadas por recuadros para ser leídas de arriba a abajo, conteniendo en su mayoría una sola palabra, con o sin elementos gramaticales. La secuencia de los signos reflejaba mejor la pronunciación de las palabras, aunque a veces, incluso en los últimos textos del Dinástico Arcaico, todavía estaban revueltos. Estos desarrollos hicieron que los textos fueran más comprensibles para sus lectores en la Antigüedad y para nosotros hoy. Los registros administrativos se hicieron más explícitos, indicando, por ejemplo, si una persona específica había emitido o recibido mercancías. Las inscripciones reales pasaron de ser simples marcas de propiedad a largas narraciones. La escritura adquirió así una función ampliada y aumentó su capacidad de informar a cualquiera sobre nuevos conocimientos, al tiempo que se preservaba la información para las generaciones futuras. Un rey que dejaba un objeto votivo en un templo podía indicar en él que lo había otorgado para que los visitantes posteriores reconocieran su acto.

Estos acontecimientos tuvieron lugar en Babilonia, donde hubo un uso continuo de la escritura desde el período Uruk en adelante. Fuera de la región, incluso cuantos habían estado expuestos a la escritura de Uruk o protoelamita de Elam habían abandonado la tecnología. Solo a finales del Período Dinástico Arcaico los habitantes de varias ciudades de Siria la retomaron, claramente bajo la influencia babilónica. El uso cada vez mayor de signos silábicos facilitó la adaptación de la escritura a los diferentes grupos lingüísticos. Los escribas sirios importaron formas de tablillas babilónicas, formas de signos y sus lecturas, y, aunque usaban principalmente signos de palabras sumerias para escribir sus textos, está claro que los pronunciaban en los idiomas que hablaban. En Ebla regularmente insertaban elementos gramaticales semíticos entre las palabras.

Los textos arcaicos de Uruk ya muestran que la escritura no se limitaba a las transacciones económicas, aunque estos textos seguían dominando numéricamente el corpus. Las listas léxicas, palabras en una secuencia establecida, proporcionan la evidencia sistemática más temprana de pensamiento especulativo y asociativo. Incluyen listas de nombres de dioses, profesiones, animales, aves, metales, bosques, nombres de ciudades, etc. En el Período Dinástico Arcaico este género floreció y muestra la aceptación de los mismos oficios en una amplia área geográfica. Lo más notable es la fidelidad con la que se copiaron estos textos en todas las ciudades donde se han encontrado. Las listas de Abu Salabikh están duplicadas con solo variantes menores en Ebla, a unos novecientos kilómetros de distancia. Hay otros textos literarios de la época, generalmente composiciones cortas que incluyen conjuros, himnos y literatura sapiencial, es decir, catálogos de proverbios o proverbios que se establecen en un diálogo artificial en el que un padre aconseja a su hijo. Estos son difíciles de entender porque el sistema de escritura era todavía muy tosco. Las mismas composiciones se encuentran a menudo en diferentes lugares (las de Shuruppak y Abu Salabikh especialmente muestran mucha superposición), lo que demuestra que una fuente común inspiró a las diversas escuelas de escribas. Aunque la mayor parte del material está en sumerio, hay un himno protoacadio a Shamash, que se encontró tanto en Ebla como en Abu Salabikh.

A mediados del tercer milenio, vemos así una koiné cultural en el alfabetizado Próximo Oriente. El centro intelectual fue Babilonia, donde se produjeron por primera vez las prácticas de los escribas y la mayoría de los textos literarios. Después de que las culturas urbanas se desarrollaran en Siria y el norte de Mesopotamia, adoptaron de nuevo la técnica desde Babilonia y algunas ciudades probablemente actuaron como intermediarias en este proceso. En el norte de Babilonia, Kish era muy importante, al igual que Mari en el Éufrates Medio. Algunos textos de Ebla afirman que «los jóvenes escribas vinieron de Mari», lo que sugiere que la ciudad proporcionó formación a los escribas sirios. Los habitantes de la Siria occidental leían los mismos textos que los del sur de Iraq. Emplearon las mismas prácticas de escritura, dieron forma a sus tablillas de arcilla de manera similar, escribieron los mismos signos cuneiformes, los organizaron de la misma manera en las tablillas, y así sucesivamente. Sin embargo, políticamente estaban separados, viviendo en ciudades-estado independientes. Los estados del sur eran relativamente pequeños en extensión territorial, mientras que los del norte y el oeste de Siria tenían una extensión más amplia. Los estados competían a través del ejército y otros medios, y los gobernantes ganaban rutinariamente la supremacía sobre sus vecinos o concluían alianzas efímeras con ellos. Estas acciones sentaron las bases para Sargón de Acad, que inició un nuevo período en la historia del Próximo Oriente al llevar a cabo una política de conquista al extremo.

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