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Debate 1.1. LA DATACIÓN EN LA HISTORIA DEL PRÓXIMO ORIENTE

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En la misma línea que la casi totalidad de obras de historia, este libro usa fechas absolutas para indicar cuándo tuvieron lugar los distintos acontecimientos. Estas fechas se fijan dentro del constructo artificial de la era cristiana o común y, como toda la historia del Próximo Oriente antiguo tuvo lugar antes del inicio de esa esa, todas las fechas son a(ntes de) C(risto) o a(ntes de la) e(ra) c(omún), con los números más altos precediendo a los más bajos. Esto es una mera convención que nos permite entender la secuencia de acontecimientos y su distancia en el tiempo, aunque la era tenga una base ideológica sin relevancia para el Próximo Oriente antiguo. Todas las fechas de este libro, pues, han de leerse como a.e.c., excepto cuando se explicite e.c.

Los números dan una falsa sensación de certeza y la cronología absoluta de la historia del Próximo Oriente es un problema frustrante y controvertido. Los mesopotámicos eran bastante hábiles a la hora de documentar secuencias de gobernantes, aunque las fuentes pueden variar en cuanto al número de años de reinado de un rey y otros detalles. Para la cronología absoluta, la mayor dificultad reside en establecer un punto firme en el tiempo con el que puedan relacionarse las listas reales. Las herramientas empleadas derivan de múltiples disciplinas (e.g., astronomía, arqueología, filología) y los debates académicos son muy técnicos. La cronología del primer milenio es segura por la presencia de varios datos fiables, incluida la lista real compilada en griego por el astrónomo Ptolomeo de Alejandría en el siglo II e.c., que se remonta a 747 a.e.c., y la noticia de un eclipse solar que tuvo lugar el 15 de junio de 763, lo que nos permite asociar una larga secuencia de epónimos asirios (ver capítulo 6). Pero la incertidumbre surge en los primeros siglos de ese milenio y se agrava en el segundo milenio y en épocas anteriores. Los expertos han reconstruido una secuencia relativa aceptada, basada primariamente en listas reales de Asiria y Babilonia, pero esa secuencia no puede asociarse con seguridad a una datación absoluta. En 1912 e.c. un experto creyó haber descubierto evidencia astronómica sólida en un registro de momentos visibles y no visibles del planeta Venus durante el reinado de Ammisaduqa, incluido en una lista de predicciones astrológicas conservada en un manuscrito del siglo VII a.e.c. El comportamiento del planeta encaja con varios momentos de principios del segundo milenio a.e.c. y tras numerosas propuestas académicas tres sistemas fueron considerados los más probables, las cronologías alta, media y baja. Fechaban el reinado del rey más famoso del período, Hammurabi de Babilonia, en 1848-1806, 1792-1750 y 1728-1686, respectivamente, y el final de su dinastía en 1651, 1595 o 1531 (ver Garelli et al., 1997: 225-240; Eder y Renger, 2007: 8-9: y Pruzsinszky, 2009: 23-30 para detalles de la investigación). En los años cincuenta la mayor parte de los expertos comenzó a adherirse a la cronología media, que también determinó la datación absoluta de acontecimientos del tercer milenio y anteriores.

Esta engañosa certidumbre está siendo atacada desde ya hace algo de tiempo. Surgieron dudas sobre la fiabilidad de la información de la Tablilla de Venus de Ammisaduqa, escrita mil años tras los hechos que describe, cuando volvió a editarse (Reiner y Pingree, 1975) y se ha llegado a sugerir que debería ser ignorada por completo en la datación (Cryer, 1995: 658), aunque hay una defensa reciente de su valor (Mebert, 2010). Acuciados por la preocupación de que la fecha de 1595 para la caída de Babilonia implicase una Edad Oscura excesivamente larga a mediados del segundo milenio, una reinvestigación a gran escala de la evidencia arqueológica, textual y astronómica defendió con fuerza una cronología ultrabaja y ubicó el evento en 1499 (Gasche et al., 1998). Esto ha inspirado una avalancha de nuevos estudios que incorporaban evidencia, como los anillos de troncos de árbol de edificios de Anatolia, las referencias históricas en la literatura de presagios, la incidencia de los eclipses solares y demás (ver Pruzsinszky, 2009, para un examen detallado de toda la evidencia), pero al final sigue sin haber certeza. La cronología media sigue siendo, pues, «demasiado útil para abandonarla» (Roaf, 2012: 171), consejo que sigo aquí para que a los lectores de este libro les resulte más fácil consultar otras obras académicas1.

1. Las fechas absolutas que uso para la historia de Asiria y Babilonia están tomadas de una lista preparada por Regine Pruzsinszky para Gonzalo Rubio (ed.), A Handbook of Ancient Mesopotamia, De Gruyer (en prensa).

Historia del Próximo Oriente antiguo

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