Читать книгу EN LA ZONA 303(MUN2) - Marcelo Nicolás Ubici - Страница 12
Volver a nacer
ОглавлениеQuién hubiera podido imaginar que la llegada de la Fragata Libertad a Mar del Plata, aquel 9 de enero, luego de estar retenido dos meses y medio en el puerto de Tema en Ghana, a raíz de que un juez avaló un pedido de fondos buitre, y ser liberada por orden del Tribunal Internacional del Mar, uniría para siempre sus vidas.
Georgina salió temprano de su departamento rumbo al garaje donde guarda su preciado VW Escarabajo color amarillo. Una raya más producida por aquella maldita columna que se le cruzaba entre ella y la puerta de salida de la cochera, señalaba el inicio de una nueva jornada. Feliz, como todas las mañanas, manejaba bailando y cantando rumbo a la Aduana, mientras escuchaba la vieja radio Motorola con la que venía equipada su unidad rodante. El doctor le había aconsejado comenzar licencia debido a su estado, pero ella, como buena compañera, quiso postergarla lo más posible, para dejar todo prolijo y en orden.
Mientras tanto Nicolás hizo un semicírculo más en la sección clasificados del diario local, lo recortó y lo pegó en la pared reservada al efecto. Tenía más de trescientos anuncios de ventas de inmuebles, los más viejos llevaban colgados allí más de diez años. Todas eran oportunidades que dejaba escapar por la parte abierta del círculo. Las excusas eran varias. A veces porque era muy lejos y otras porque era demasiado céntrico. O porque no tenía balcón y otras porque el balcón era demasiado grande. En realidad, no se sentía ser merecedor de algo mejor y de abandonar ese departamento improvisado que alquilaba, casi desprovisto de ventanas, armado en el entrepiso de un viejo edificio.
Se le había hecho tarde. Nicolás dejó a su único compañero y testigo de sus indecisiones: el mate. Cerró la puerta. Bajó las escaleras corriendo para ir a la Aduana en su Fiat Duna modelo año 1984.
Georgina y Nicolás trabajaban en distintas secciones, pero se reunían siempre después de hora. Ella para adelantar trabajo, y él, para tomar unos mates esta vez acompañado.
Ese día 9 de enero estaban solos en el edificio, debido a que muchos se fueron a cumplir con la formalización de entrada labrando el acta de ingreso al país de la fragata, y otros porque simplemente querían estar presentes como testigos del histórico momento.
El personal de prefectura mucho después confesó, lamentándose no haber intervenido, haber sentido los gritos de ella, y un profesor de la universidad lindera, dijo haber visto a un masculino correr los escritorios para formar una improvisada cama.
Georgina había roto bolsa y cumpliéndose los presagios de su doctor, llegó el momento del nacimiento de su primogénito.
Tanta era la gente que quería ver el arribo del buque escuela, que impidió la llegada a tiempo de la ambulancia a la que habían llamado.
Nicolás no lo dudó. Con una seguridad que desconocía, tomando los conocimientos aprendidos en Discovery Chanel, asistió el parto inminente, y felizmente cuando llegaron los doctores, él tenía en brazos al bebé.
Ya en la clínica, con la humilde satisfacción de haber sido útil, se sentó en un sillón, y semidormido, vio llegar a sus compañeros aduaneros. Creyendo que venían enterados de lo ocurrido, a ver solamente al recién nacido, hizo a la distancia señas de la ubicación de la habitación. Pero vio que no se desviaban. Que todos se aproximaban a él para abrazarlo, para avivarlo, a disfrutar todos juntos, olvidando y perdonándose mutuos rencores, que se vieron empequeñecidos ante la grandeza de lo acontecido.
El padre del bebé, también presente, comunicó públicamente que, junto a Georgina, lo habían elegido a Nicolás como padrino de la criatura, y que le pondrían su nombre.
La alegría fue en aumento y Nicolás no quiso esperar a bajar otra vez. Mientras estaba en el aire lanzado por sus compañeros, sacó su celular y todos alcanzaron a escuchar lo inesperado: le confirmaba a la inmobiliaria lo decidido, que compraría la casa vista recientemente que tenía una hamaca y un tobogán en el parque.
Con lágrimas en los ojos, nos dimos cuenta de lo que estaba pasando aquella tarde. Estábamos de pie, orgullosos de lo que éramos capaces, hermanados, y al igual que el pequeño Nicolás, nosotros, como todos los argentinos, sentíamos también las fuerzas renovadas, como si hubiéramos logrado volver a nacer aquel día.