Читать книгу EN LA ZONA 303(MUN2) - Marcelo Nicolás Ubici - Страница 15
Enry
ОглавлениеEsta vez abro mi netbook no para escribir un cuento más, sino para despedir con palabras escritas, ya que me son más cómodas, a un amigo.
En diciembre de 1984 ingresé en el Banco Nacional de Desarrollo, y poco tiempo después ingresaba un ingeniero llamado Enrique. Les había ganado a otros aspirantes porque contaba con dos títulos de Ingeniería.
En poco tiempo logró que se formaran círculos para oír sus palabras. Vi, desde mi escritorio, sus ademanes, sus manotazos en el aire con los que acompañaba sus encendidos relatos.
En un asado que se realizó para despedir a un compañero bancario, comenzamos a conversar. Yo había rendido recientemente «Contabilidad de Costos», y él venía de realizar en Brasil un curso sobre costos. Así recuerdo fue cómo comenzamos a charlar sobre el «apropiado tema» para una fiesta, de costeo por órdenes y costeo por procesos. Se iniciaba una amistad que duraría muchos años, ya que el destino quiso que se continuara como compañeros en la Aduana.
Siempre le voy a agradecer haberme escuchado. Confieso que no siempre estaba de acuerdo con mis dichos, y con muchos manotazos en el aire los retrucaba. Yo lo escuchaba atentamente, porque cada una de sus palabras encerraba enseñanzas, reflexiones profundas o cosas leídas. Sus palabras eran para mí palabras paternales, y recuerdo por suerte habérselo dicho.
Decía, «a mí que me quieran o que me odien, pero lo que no quiero es que me ignoren». Estoy seguro que lo logró. Creo que, para nosotros en la Aduana, para los despachantes y para algún exportador de Raya, producto que, gracias a sus investigaciones, logró cambiar de posición arancelaria, no fue uno más.
La fortaleza con la que llevó una cruel enfermedad es un ejemplo para todos. También es un ejemplo la delicada compañía de su esposa, nuestra querida compañera Patricia.
«Esta bendita enfermedad me enseñó muchas cosas», me dijo sinceramente agradecido.
«Yo cada día proyecto algo. Vivo con intensidad el día a día. Vivo el hoy, no el mañana. Digo hoy voy a hacer tal cosa y lo hago». Hay en sus palabras mucho para imitar.
Cuando un amigo en común hace un tiempo lo saludó preguntando cómo estaba, le respondió: «mientras haya agua voy a seguir remando».
El día del aduanero quiso estar con nosotros. Yo elegí estar a su lado, como en aquel asado entre bancarios de hace tantos años. Debemos agradecerle su esfuerzo por venir quizás a despedirse. Lamento no haber tenido el coraje para tomar el micrófono y decirlo a viva voz.
Al poco tiempo de ello, una madrugada se despertó, y vio que el río de su vida tenía poca agua, entonces cambió sus planes. Seguramente dijo entusiasta: «Hoy voy a visitar a Dios».
Hace unos días, a mi hija, le retiré de sus manos cosas que podrían dañarse, con el objeto de cuidarlos, de protegerlos, y de protegerla. Ella pataleó, lloró. Hasta me pegó mientras yo la miraba sonriente. Sé que lo hizo porque aún no comprende el porqué.
Nosotros ahora también lloramos. Dios, sonriente, nos mira.